lunes, 22 de noviembre de 2010

Marilyn Manson, una lectura posible

Introducción
La hegemonía de Estados Unidos en la producción y difusión de
imágenes ha llevado a que sean consumidas por el conjunto de la
sociedad occidental. Esas imágenes revelan la ideología y la idiosincrasia
norteamericana, en forma explícita e implícita, y sus connotaciones
son comprensibles por todos y asumidas como parte
de una identidad global. El consumo de imágenes producidas en
centros geográfica y culturalmente alejados de la región no impide
que no sean percibidas como ajenas, y esto permite constatar dos
fenómenos, entre otros, destacables en relación con este trabajo.
Por un lado la sensación de que los contenidos culturales y sociales
(personajes, características étnicas, música, narraciones) de esas
imágenes también forman par te del imaginario nacional, reconociendo
y asimilando paisajes urbanos y rurales -lejanos en el espacio-
como parte integrante de una escenografía ficcional regional.
Pero por otro lado, la noción de la distancia notoria que hay en esas
mismas narraciones audiovisuales respecto de la realidad «real»
que hace a los países del Tercer Mundo, en particular al Uruguay.
Esa ambivalencia permite compartir similares situaciones de terror,
angustia o romanticismo y a la vez sentir la diferencia que
existe entre esas propuestas y el entorno cotidiano. Sin embargo,
algunas de esas imágenes, que parecen totalmente ajenas a una
cierta manera de ver y explicar la realidad, se emparentan con ésta,
ya que no se trata únicamente de la forma en que aquélla se transmite,
sino del contenido del mensaje emitido.
En este caso particular, se trata de hacer una lectura del fenómeno
Marilyn Manson desde una aproximación estética y ética a su propuesta.
El punto de partida es la sensación de que si bien lo explícito
no parece tener mayor correlato en esta parte del globo, el
contenido y lo simbólico sí podrían tenerlo. A ese respecto basta
con mencionar la larga entrevista realizada a Ricardo Henry y Daniel
González -dos escritores de la nueva generación-, por Ana Inés
Larre Borges en Brecha, para entender que el fenómeno de la violencia
y el arte no son ajenos a este territorio y mucho menos a los
jóvenes. Podrían señalarse también, más allá de esa entrevista,
diferentes clips musicales nacionales, como los de Buitres después
de la una, Los Traidores, La Trampa, o los más cercanos del
Peyote Asesino o Plátano Macho.


Pero un grupo como Marilyn Manson permite centrar el análisis en
forma idónea, porque el contenido simbólico y la masificación de su
mensaje lo hacen generalizable a toda una situación, más allá de
límites geográficos, que escapa al rock y al espectáculo, y tiene más
que ver con una lectura de la sociedad contemporánea.
Este trabajo intenta una aproximación a Marilyn Manson desde un
punto de vista de sus contenidos simbólicos religiosos -fundamentalmente
judeo-cristianos-, en el entendido que la religión es una
categoría estructural que contiene a las distintas manifestaciones
de la humanidad: estructura política, económica, social y cultural,
quizá porque la religiosa fue la primera forma de organización e
interpretación que se dio el hombre ante la grandeza y el desafío de
su propio misterio.
«Todos los movimientos artísticos modernos buscan, de forma consciente
o inconsciente, destruir los universos estéticos tradicionales,
reducir las formas al estado elemental, germinal y larvario, con la
esperanza de crear 'nuevos mundos'. Dicho en otras palabras, abolir
la historia del arte y reintegrar el momento auroral en que el hombre
veía el mundo por primera vez».


El origen
«Desierto. Casas rodantes. Una niña señala una de ellas. En el
interior, un hombre es desper tado. Es el elegido. Una mujer lo
baña, le lava los pies, lo viste. Afuera lo espera una multitud vestida
de negro. El elegido se incorpora a ellos, va al frente de una
procesión casi circense, avanza. A su lado la mujer y la niña. Se
detienen ante un ruedo. El elegido es separado de los demás. Los
mira, lo miran. De frente, se desnuda el torso y espera. La niña
toma una piedra. Los otros la imitan. El elegido cierra los ojos. »2
El clip mencionado más arriba contiene elementos que hacen a la
cultura norteamericana (el desierto a conquistar, las casas rodantes
-nuevas formas de habitación de los desempleados o subempleados-),
pero que van más allá de ella. Sin embargo, puede llamar la
atención que un artista como Marilyn Manson, identificado con un
género musical denominado shock-rock, realice un trabajo que tiene
un contenido simbólico religioso (judeo-cristiano) notorio. En un país
como Estados Unidos, que es una amalgama racial, cultural y social,
con una fuerte presencia de moral religiosa, no es casual que
surja un grupo como Marilyn Manson. Quizá en una sociedad menos
moralista y creyente, la banda no habría tenido un impacto tal.
Esa sociedad se perpetúa gracias, también, a la aparición de fenómenos
como este, que polarizan a la opinión pública, siempre ávida

por encontrar enemigos a quienes escupir o ídolos a quienes adorar.
Para muchos, Marilyn Manson encarna el mal y la negación de
los valores establecidos; para otros, es un genio. La desaparición
de enemigos fácilmente identificables que permanentemente amenacen
la seguridad interna hace necesario encontrar otros blancos
en quienes encarnizarse. Y esta banda parece adaptarse muy bien
a ello, atrayendo sobre sí las miradas airadas de padres, instituciones
e iglesia.
Sin embargo, un análisis más profundo de su propuesta muestra que
en realidad su mensaje es profundamente humano, moral y hasta
religioso. Hacer una interpretación sobre la base del impacto visual y
soslayar el discurso moral y religioso sería quedarse únicamente con
lo superficial.
Que la banda provenga de Miami puede parecer, a simple vista, un
detalle anecdótico. Sin embargo, la evolución que ha tenido la producción
artístico-intelectual, que siempre va de la mano del acontecer
político, ha sufrido una variación espacial. La creciente importancia
del elemento latino ha convertido a Miami en algo más que
un sitio de ocio para jubilados y pensionistas. Es cierto que ese
lugar no tiene la tradición de la costa oeste o de la este en cuanto
a producción cultural; siempre ha sido considerado algo kitsch,
chabacano, un gran shopping mall. Ha sido subestimado y despreciado
en lo que tiene que ver con expresiones artísticas. La reivindicación
del son y de la música tropical en general le han dado otra
perspectiva, así como cierto auge de seriales y actores latinos. Por
eso, en un coto reservado hasta el momento a cubanos y caribeños,
Marilyn Manson parece reconquistar el territorio anglosajón.
El grupo nace en Fort Lauderdale en 1989, como una banda más
de heavy metal. En pocos años se transforma en un fenómeno
masivo de los medios audiovisuales. La parte espectacular de su
propuesta es tan solo un medio para transmitir un mensaje, aunque,
como en pocos grupos, ambos se confunden y se hacen uno
solo. En Marilyn Manson pesan por igual lo textual y lo visual. Las
imágenes no son un soporte o una recreación del texto -como sí lo
es en la mayoría de los clips y videos musicales- sino que ambos
lenguajes están estrechamente relacionados. La simbiosis de los
dos se concentra en el icono que ha hecho el artista -líder y vocalista
del grupo- de sí mismo, empezando por su nombre y el de los
demás integrantes.
El arte y la cultura no son fenómenos independientes del acontecer
histórico. Entre fines de los años '60 y los '90, el discurso de
la música popular ha ido variando a la par de la política. En los
sesentas se alzaron las voces airadas de Bob Dylan, Joan Baez y

otros cantautores. Luego de la separación de los Beatles, John
Lennon se hizo voz de una generación interesada en la paz y la
convivencia entre las personas, pero reclamando más espacio para
el individuo. A fines de los años '80, con el retorno de las democracias
en varias partes del mundo, y las revoluciones en distintos
lugares del Tercer Mundo, se hace oír la voz de Sting, que combina
los derechos humanos y la defensa del ambiente, la ecología y las
minorías étnicas, a quien luego se le suma Peter Gabriel. A fines
de los años '80 la tendencia desideologizadora es una realidad
que implica un claro vacío discursivo. Y en un marco sobre el cual
el posmodernismo ha derramado toneladas de tinta, irrumpe este
andrógino violento y provocador, un neoprimitivo tecnológico. Marilyn
Manson hace una conjunción de los opuestos y reúne todos los
discursos en una sola náusea: la masa y el individuo, la condena
de lo diferente, el abuso de poder, la violencia contra el ambiente y
contra los débiles, el fascismo de los medios.
La banda -y el hombre- debe su nombre a la cruza de Marilyn Monroe
y Charles Manson, quienes, según ha declarado, fueron las dos
figuras protagónicas de su infancia y adolescencia. Si Marilyn Monroe
representó el ideal de mujer deseada por hombres y mujeres, dueña
de un erotismo autorizado, el halo de tragedia que rodeó su final
no hizo más que incrementar su poder simbólico, incluyendo el
publicitado vínculo con los hermanos Kennedy. Charles Manson fue
la otra cara del pacífico mundo de los niños de las flores. El clan
usó las mismas herramientas que los hippies para cometer actos
de violencia y sadismo inusuales en aquella época. En un mundo
convulsionado como el de hoy, los crímenes de Charles Manson no
sorprenderían a nadie y es probable que algún productor avispado
de Hollywood comprara los derechos para película y biografía.
La figura femenina de Mr. Manson sustituye las formas opulentas
de la Monroe y se transforma en una suerte de andrógino que atrae
y repele a la vez. De Charles Manson toma la violencia en apariencia
gratuita, para hacer una crítica profunda a un sistema que condena
la criminalidad pero que vive de la industria bélica. En varias
entrevistas, Mr. Manson ha reiterado que no hay diferencia entre un
crimen y la guerra, la diferencia está dada por la ideología fascista
norteamericana. Y contra ella es que apunta todas sus armas.
El sistema americano se ha caracterizado por deglutir sin problemas
las críticas y las rebeldías hasta transformarlas en parte de sí.
Cabe entonces la pregunta si la banda y el propio Manson no corren
el riesgo de ser tragados por el monstruo que atacan. Algunos elementos,
sin embargo, distinguen a Manson de otros grupos que
apelan a la exageración para trepar en las listas de ventas. El discurso
de Manson ya estaba armado antes de que Trent Reznor, de

los Nine Inch Nails, los invitara a participar en el lanzamiento de su
sello Nothing Records. Teniendo en cuenta los excesos de las
performances de Nine Inch Nails es lógico que Reznor llamara a Mr.
Manson. No cualquiera puede competir con aquellos en crueldad y
asquerosidad sobre un escenario.
Rápidamente Manson se convirtió en un fenómeno de público y de
los medios, a quienes alimenta mientras ellos le dan vida. Pero no
es la primera banda musical que utiliza el horror y lo repugnante en
sus shows. Antes de ella existieron Alice Cooper, Kiss, Ozzy Ozzborne
y el propio David Bowie, pero no existía una MTV que reprodujera
sus imágenes a todos los rincones del planeta. La diferencia radica,
por un lado en los medios, que han difundido la propuesta y
participado de las ganancias, y por otro, en el momento histórico.
Marilyn Manson es el grupo del fin del milenio, más allá del espectáculo,
que podría compararse con el prehistórico Rocky Horror
Show o la Tiendita de las atrocidades atrocidades.

Nuevas formas de religiosidad vieja
Pero ¿qué representa y qué necesidades viene a cubrir, para que su
mensaje resulte atractivo pese a todo? Si es consumido, más allá
de la moda, es porque la sociedad ha encontrado algo en él que le
estaba faltando. Mr. Manson representa una necesidad de religiosidad
primitiva, casi animal. Una aproximación directa al interior, accesible
sin mediadores ni culpas, clara y definitiva. Asume además
el rol del chivo expiatorio, común en las sociedades más antiguas,
sin diferenciarse demasiado de la figura de Jesús. Siendo la
contracara del Mesías, su mensaje también es de redención, pero
no a través del amor y el perdón sino del odio, el caos y la destrucción.
El espectáculo de la banda ofrece una aproximación directa y
sin mediadores a la divinidad perdida.
Su discurso se basa sobre todo en tres aspectos: violencia, sexualidad
y muerte. Y no es casual: son las tres prohibiciones que han
presentado, a lo largo de toda la historia, todas las sociedades. Y
en ésta, terminando el siglo, han quedado fuera de control. Eso es
lo que muestra Mr. Manson y por eso repele y fascina a la vez.
Porque en el fondo es un espejo de cada uno, y lo que refleja no es
agradable. Llama a la reflexión, aunque la pregunta es si realmente
el mensaje de sus transgresiones es claramente interpretado por el
público o si no deja de ser una moda más.
«La sociedad humana no es solamente el mundo del trabajo. Esa
sociedad la componen simultáneamente -o sucesivamente- el mundo
profano y el mundo sagrado, que son sus dos formas comple
mentarias. El mundo profano es el de las prohibiciones. El mundo
sagrado se abre a unas transgresiones limitadas. Es el mundo de
la fiesta, de los recuerdos y de los dioses.»3

Y: «La transgresión no es la negación de lo prohibido, sino que lo
supera y lo completa... No existe prohibición que no pueda ser
transgredida. Y, a menudo, la transgresión es algo admitido, o incluso
prescrito».4
Si la sociedad se ha profanado -ha profanado lo sagrado- lo que
hace Mr. Manson es re-nombrar lo sagrado. Que su discurso haga
pie en la parte oscura del espíritu humano se condice con la época
contemporánea: «Los hombres están sometidos a la vez a dos impulsos:
uno de terror, que produce un movimiento de rechazo, y otro
de atracción, que gobierna un respeto hecho de fascinación. La
prohibición y la transgresión responden a esos dos movimientos
contradictorios: la prohibición rechaza la transgresión, y la fascinación
la introduce. Lo prohibido, el tabú, sólo se oponen a lo divino
en un sentido; pero lo divino es el aspecto fascinante de lo prohibido:
es la prohibición transfigurada».5

La historia de las religiones señala dos caminos opuestos en la búsqueda
del conocimiento y la verdad: el de la «derecha», asociado tradicionalmente
con el «bien», y el de la «izquierda», vinculado al mal. El
cristianismo y sus iglesias, como agente de estructuración y contención
de la comunidad, han hecho primar el camino del bien por encima
del mal. Pero la lucha, en los inicios, fue despareja. Antes de que
el cristianismo se transformara en el dogma hegemónico de la enorme
oferta de creencias6 , el bien y el mal no estaban separados tal
como hoy se los conoce y acepta. Es necesario que exista el mal para
conocer y creer en el bien. El concepto del mal ha estado vinculado
siempre a la idea de destrucción, a la disolución de estructuras conocidas,
es decir, a la violencia. La importancia de lo religioso, en cualquier
comunidad, ha sido la de mantener la violencia bajo control, a
través de una serie de rituales, normas y prohibiciones. Si la violencia
se instaura en una sociedad, la consecuencia última es la desaparición
de aquélla. Con el correr del tiempo la humanidad sustituyó los
rituales y los diferentes tabúes por el sistema judicial. Pero antes de
que esa institución existiera, las diferentes sociedades habían creado
distintos mecanismos para prevenir el mal -la violencia- creando un
muro de contención a su alrededor. Para evitar la violencia generalizada
se permitía una violencia sagrada, a través de sacrificios, en el
campo de batalla, en ritos de iniciación.

«La presencia de lo religioso en el origen de todas las sociedades
humanas es indudable y fundamental. De todas las instituciones
sociales, la religiosa es la única a la que la ciencia nunca ha conse
guido atribuirle un objeto real, una función auténtica. Afirmamos
pues, que lo religioso tiene por objeto el mecanismo de la víctima
propiciatoria. Su función consiste en perpetuar o renovar los efectos
de este mecanismo, esto es, mantener la violencia fuera de la
comunidad».7

Una vez instaurado, el cristianismo y sus iglesias -sobre todo la católica-
propulsaron una religiosidad oficial, burocrática, e intentaron anular,
casi con éxito, cualquier expresión de religiosidad popular y directa.
Si antes la comunicación con la divinidad y con el ser interior se
realizaba a través de ritos hoy considerados crueles, llegando a estados
de éxtasis y de clarividencia mediante el uso de drogas y sustancias
alucinógenas, con la hegemonización del cristianismo, la iglesia
controló esos aspectos humanos de aproximación a lo sagrado, controló
la crueldad y las sustancias, y las adaptó a su liturgia y a su
ideología, vaciándolos de contenido. Sólo en ocasiones se permiten
la flagelación, la autotortura y la mutilación como formas de desarrollo
espiritual. Algunas festividades religiosas repiten la crucifixión y
dentro de los conventos persisten los ayunos, los cilicios y las represiones.
«En el sacrificio cristiano, la responsabilidad del sacrificio no se da
en la voluntad del fiel. El fiel sólo contribuye al sacrificio de la cruz
en la medida de sus faltas, de sus pecados. A causa de ello, se
quiebra la unidad de la esfera sagrada. En el estadio pagano de la
religión, la transgresión fundaba lo sagrado, cuyos aspectos impuros
no eran menos sagrados que los puros. Lo puro y lo impuro
componían el conjunto de la esfera sagrada. El cristianismo rechazó
la impureza. Rechazó la culpabilidad, sin la cual lo sagrado no es
concebible, pues sólo violar la prohibición abre su acceso.»8
Pero pese a los intentos de erradicar la violencia, ésta se encuentra
profundamente enraizada en las sociedades, y en la actual parece
fuera de control: no hay algo que se le oponga para recuperar un
equilibrio. Las pulsaciones de vida y muerte se manifiestan y son
reguladas por el hombre sin que éste se dé cuenta de ello. Observando
el panorama actual pareciera que esas pulsaciones están
fuera de control debido a que el marco que las contenía se ha hecho
difuso.
En Oriente, en Grecia y en los inicios en Roma, había épocas del
año fijadas especialmente para liberar las fuerzas vitales, Eros y
Tanatos. Durante los ritos báquicos y dionisíacos, en los cuales
solía haber víctimas humanas, se daba rienda suelta a la pasión y
al desenfreno y el orden se volvía desorden. Incluso los siervos y
los esclavos eran atendidos por sus amos en un claro simulacro de
consagrar valores opuestos a los establecidos. Estas fiestas eran

 el espacio autorizado para liberar aquellas pulsaciones, que si son
reprimidas se vuelcan a la sociedad de todas formas. La violencia
genera violencia y la única forma de contenerla es dándole un aspecto
sagrado que tiene visos de legalidad. Vida y muerte son celebradas
como unidad que permite la continuidad de la especie. La
vida nace de la sexualidad y ésta a su vez está estrechamente
vinculada a la violencia. Sólo a través de ritos formalizados puede
dársele a la sexualidad nuevamente la calidad de «pureza» que tuvo
en su origen.
«La sexualidad es impura porque está relacionada con la violencia...
Para interpretar la impureza de la sangre menstrual, hay que
referirla a un tiempo a la impureza de la sangre derramada criminalmente
y a la sexualidad. El hecho de que los órganos sexuales de
la mujer sean el lugar de un derramamiento periódico (hay que tener
en cuenta que la sangre derramada es consecuencia de la violencia),
es la manifestación clara de su accionar. La sangre siempre
ha impresionado prodigiosamente a los hombres en todas las
partes del mundo porque parece confirmar la afinidad, manifiesta
ante sus ojos, entre la sexualidad y las formas más diferentes de la
violencia, susceptibles todas ellas, también, de provocar unos derramamientos
de sangre.»9
El que Mr. Manson, entonces, adopte la figura femenina como dramatización
de su identidad no es casual y puede explicarse por lo
dicho más arriba. Pero no es una figura femenina agradable sino
grotesca y brutal, que llama a ser despreciada y vilipendiada. Provoca
una reacción violenta porque la atracción es irracional y asusta.
«Al igual que la violencia, el deseo sexual tiende a proyectarse sobre
unos objetos de recambio cuando el objeto que lo atrae permanece
inaccesible. Acoge gustosamente todo tipo de sustituciones...
Hay que observar, por otra parte, que el deslizamiento de la violencia
a la sexualidad y de la sexualidad a la violencia, se efectúa con
gran facilidad... La sexualidad contrariada desemboca en la violencia.
La excitación sexual y la violencia se anuncian un poco de la
misma forma». 10
Pero si se suprimen la magia y el ritual, y se los sustituye por
discursos dogmáticos y vacíos, lo prohibido cobra mayor interés y
su manifestación queda fuera de control. Si, además, el sistema
judicial deja de ser creíble en el imaginario colectivo y no hay religiosidad
que lo sustituya, entonces el fenómeno Manson es más
que comprensible, es necesario. Necesario para conmover a una
sociedad y que del caos emerjan nuevas formas de ordenamiento.
Del mismo modo que en un partido de fútbol puede tomarse la
violencia desbordada como la pasión de los fanáticos y no como

 expresión y síntoma de problemas más profundos.
Mr. Manson encarna una esencia femenina desfigurada y chocante,
y así apela a la provocación y a la náusea. Lo que hace, además de
recuperar una religiosidad perdida a través de su contracara, es
sacar de foco la moral y la corrección política para que aflore una
sacralidad atávica, fuera del marco de lo sagrado, potenciando esto
a través de su transvestimiento. Es una transgresión clara de las
convenciones establecidas. En ese sentido, la propuesta de Mr.
Manson se aleja bastante del satanismo del que se lo acusa para
acercarse más al neopaganismo, y a las crueles visiones críticas
formuladas por artistas como Stelarc, SRL o Chico Mac Mutrie, en
las que el miedo más ancestral, el espanto y la alta tecnologización
son el espectáculo, el mensaje y el medio. 11 Y si efectivamente se
acepta la tesis de que violencia y sexualidad son conceptos inseparables,
y que la impureza de la mujer se relaciona con éstos, entonces
el transvestismo de Mr. Manson y su banda es lógico y necesario.
Sin aquél, el discurso no sería creíble. A la impureza de la sexualidad
y la violencia, se suma la de la figura femenina. Es a través
del espectáculo que el artista recupera la pureza de las manifestaciones
humanas, las más primitivas y naturales, tan menoscabadas
y convertidas en objetos de consumo mediático en la sociedad
actual. El sexo y la violencia venden periódicos, noticieros y películas.
Manson los utiliza para llamar la atención sobre ellos y devolverles
el lugar sagrado que alguna vez tuvieron.
En su afán por reprimir las manifestaciones vitales el cristianismo
creó la figura de Satán, y por eso no es casual que se acuse a Mr.
Manson de ser un satánico. Si bien es cierto que el fundador de la
iglesia satánica, Anton La Vey, lo nombró reverendo, no es menos
cierto que ni en los clips ni en los espectáculos aparecen señales o
símbolos de satanismo. Sobre La Vey, Manson ha dicho: «Anton
aprecia lo que yo hago porque le proporciona más gente para lo que
él hace, pero no me considero un portavoz de la iglesia porque es
una de las muchas filosofías con las que me identifico. Somos
amigos».12 Las influencias del artista se encuentran en Darwin,
Freud, Alestair Crowley, la cabbalah y Nietzsche. Lo de Manson es
paganismo y neoprimitivismo. Hay que detenerse brevemente en la
figura del Satán invocado para darse cuenta de que Manson en
todo caso representa la figura de Lucifer y no la de Satanás.
La diferencia entre Lucifer y Satán fue instaurada por la iglesia católica
tardíamente. Lucifer no era el nombre del diablo, es el poeta Milton
quien lo bautiza así. En el Apocalipsis se lo menciona como «la resplandeciente
estrella de la mañana». En el siglo IV existía una secta
cristiana denominada de los Luciferianos. El origen de la palabra es
Lucíferus, el portador de luz, el que ilumina. Surgió de las profundida
des del Caos y era el que llevaba la luz -la sabiduría- a la tierra. Es el
ángel que se rebela a Dios para llevar el conocimiento a los hombres.
Es una figura transgresora per se.
Posteriormente, cuando el nuevo dogma prospera y el distanciamiento
del Viejo Testamento se confirma, la iglesia lo convierte en Satán,
el ángel de las tinieblas. Es en su figura y su reino, el infierno, donde
el clero libera las fantasías más perversas, válvula de escape de una
sexualidad reprimida que de ese modo se canaliza sin perjuicio de la
comunidad. No es casual que San Agustín se preocupara tanto y con
tanta minucia por detallar todos los pecados posibles y los castigos
correspondientes. Las fantasías que debían permanecer encerradas
en el imaginario del infierno pronto requieren un cuerpo material donde
concretarse, y la Inquisición es la encargada de definir, encontrar y
condenar los delitos. El nombre de Satán anula la figura de Lucifer
que pasa a ser sinónimo de aquél. Las perversiones y las crueldades
pueblan los círculos del infierno, pero han salido de mentes y corazones
creyentes y muy humanos.
En su libro A long har hard d r road oad out of hell hell, Mr. Manson hace
referencia a que las acusaciones que le hacen los cristianos son
mucho peores a lo que realmente sucede en el escenario; y se
pregunta quién tiene la mente más retorcida, si él por lo que sugiere
y muestra, o los demás, por los excesos imaginarios de los que
es acusado.


Tribus urbanas
El fin del milenio presenta un creciente vaciamiento de los valores
establecidos. Existe una pérdida de fe en las religiones oficiales e
instituciones laicas vinculadas a la sociedad civil así como una desconfianza
en los partidos políticos y en los agentes de poder económico
y militar. Como contrapartida al desconcierto generalizado se
da una difusión masiva y global de cultos y filosofías que mezclan
conceptos, ritos y creencias de la más variada índole. Las personas
cada vez más tienen la acuciante necesidad de pertenecer a algo,
no importa a qué, que sustituya los antiguos grupos naturales (escuelas,
amigos, partidos políticos, gremios etc.). En El Hor Horror or Eco- Económico
nómico nómico, V. Forrester señala que las grandes urbes han
deshumanizado las formas de convivencia y anulado los espacios
de desarrollo a niños y jóvenes. La ausencia de esos espacios
-tanto físicos como psicológicos- es sustituida cada vez más por
otros muy diferentes. Las tribus y las pandillas, grupos generalmente
marginales o subterráneos, cumplen el rol de iniciación que
antes estaba reservado a padres y educadores. En la medida en
que el hogar y los centros de educación han perdido la función

conglomeradora y socializadora que tenían antes, la noción de pertenencia
a un grupo varía en cuanto a sus reglas. Se pertenece a
grupos fuera de la sociedad establecida, porque ésta es la culpable
de haber sido expulsados de ella. En esas nuevas agrupaciones, lo
simbólico no escapa a la violencia y a la sexualidad, con una permisividad
más amplia a la de la sociedad tradicional. Las leyes internas
son similares a las que regían el funcionamiento de las antiguas
tribus; los rituales de tatuaje, escarificación, body piercing y
búsqueda de nuevas identidades -que incluye la sustitución del nombre
y el cambio de apariencia- forman parte del juego. A la anomia
imperante se responde con otras formas de agrupamiento. Si a
esto se le suma que las nuevas generaciones, crecidas bajo la
égida de la televisión y que carecen del debido desarrollo de una
estructura de pensamiento abstracta y racional inducida por el lenguaje
textual en oposición al de las imágenes, entonces el fenómeno
de subgrupos o grupos marginales en cuanto a una comunicación
establecida sobre la base de códigos de comprensión comunes,
se hace más profundo.13

Pero si bien en todas esas agrupaciones persisten los rituales de
iniciación, el significado profundamente religioso que antes tenían
el tatuaje y la mutilación es ahora sólo una manera de señalar que
se es distinto o que se pertenece a determinada tribu. Las nuevas
razas-tribus urbanas conforman el «primitivo moderno», que según
Mark Dery14 «es una denominación genérica que incluye a los fans
del tecno hard-core y de la música de baile industrial, a los fetichistas
del bondage, a los artistas de performance, a los tecnopaganos y,
finalmente, a los aficionados a las suspensiones con ganchos subcutáneos
y demás formas de mortificación ritual o de ‘juegos corporales’
que, supuestamente, deben engendrar nuevos estados
de conciencia».
Mr. Manson, incluyendo su investidura de la iglesia satánica, puede
ser interpretado como uno de los sacerdotes de las nuevas tribus,
las que basan su existencia en la transgresión de las prohibiciones:
la violencia, la sexualidad indiferenciada y el caos.
Según Mircea Eliade: «La iniciación comporta generalmente una triple
revelación: la de lo sagrado, la de la muerte y la de la sexualidad.
El niño ignora todas estas experiencias; el iniciado las conoce,
las asume y las integra en su nueva personalidad... La ceremonia
de iniciación comienza por la separación del neófito de su familia y
una retirada a la espesura... (Hay que destacar) que los ritos de
entrada a una cofradía secreta corresponden punto por punto a las
iniciaciones de pubertad: reclusión, tor turas y pruebas iniciáticas,
muerte y resurrección, imposición de un nuevo nombre, enseñanza
de una lengua secreta, etc.».15


La espesura urbana es la discoteca o el teatro donde se realiza el
espectáculo; el joven conoce -gracias a los medios y muchas veces
a experiencias propias- mucho más acerca de sexualidad y muerte
que el neófito de antaño, pero ese conocimiento no sirve de nada
porque carece de significado y de un marco propicio donde desarrollarlo.
Mr. Manson ofrece el espacio y la lengua «sagrada» para
renombrarlos y re-vivirlos, y para alcanzar nuevos estados de conciencia,
según sus palabras: que cada uno piense y elija por sí
mismo. Es, nuevamente, un llamado a la rebelión contra la
masificación social y cultural. Y sobre nuevos estados de conciencia
ha hablado el artista en varias oportunidades y han sido el motor
y leitmotiv de su disco Anti-Christ Superstar Superstar.
Encerrada en una antigua casa de velatorios en Nueva Orleans, la
banda se dedicó a practicar toda clase de excesos físicos y psicológicos
-similares a una sesión de tor tura- en la cual se sucedieron
instancias de automutilación, trance, consumo ilimitado de drogas
y alcohol, desenfreno sexual, sadomasoquismo, privación del sueño,
hasta que al gusano por fin le crecieron alas y se transformó en
mariposa. El ritual de iniciación se cumplió y de la crisálida emergió
el nuevo Mr. Manson. En el camino quedó el guitarrista, que renunció
a la banda, abrumado por las experiencias vividas durante la
grabación.
La aparición de alas en el ser humano después de un rito de iniciación
es una figura conocida en las diferentes religiones, de alto
contenido simbólico. A tal punto ha deseado el hombre transfigurarse
y poder parecerse a los ángeles, que los intentos de una cirugía
plástica sólo siguen el camino marcado por Leonardo da Vinci.16
El deseo de trascender lo humano y «volar» en pos de algo distinto
tiene que ver con la religiosidad de las formas y los deseos, aunque
no se lo exprese en esos términos. «Sólo en las modernas
sociedades occidentales se ha desarrollado plenamente el hombre
arreligioso. El hombre moderno arreligioso asume una nueva
situación existencial: se reconoce como único sujeto y agente de
la historia, y rechaza toda llamada a la trascendencia... El hombre
se hace a sí mismo y no llega a hacerse completamente más que
en la medida en que se desacraliza y desacraliza al mundo. Lo
sacro es el obstáculo por excelencia que se opone a su libertad...
No será verdaderamente libre hasta no haber dado muerte al último
dios... El hombre moderno arreligioso asume una existencia
trágica y su elección existencial no está exenta de grandeza. Pero
este hombre arreligioso desciende del homo religiosus, y, lo quiera
o no, es también obra suya y se ha constituido a partir de las
situaciones asumidas por sus antepasados. Es el resultado de un

proceso de desacralización. El hombre profano es el resultado de
una desacralización de la existencia humana. Se formó por oposición
a su predecesor, esforzándose por vaciarse de toda religiosidad
y de toda significación transhumana. Pero el hombre profano,
lo quiera o no, conserva aún las huellas del comportamiento del
hombre religioso, pero expurgadas de sus significados religiosos.
Haga lo que haga, es heredero de éstos... La mayoría de los hombres
sin religión, se siguen comportando religiosamente sin saberlo
». 17
Por eso mismo y por haber sido educado en un colegio cristiano, es
que Mr. Manson no puede desprenderse de una visión moral del
mundo. No es amoral sino anti-moral. Instaura una nueva religiosidad,
devolviéndole el valor sagrado a conductas y acciones que los
medios y la moda transformaron en profanos. La exagerada profanación
que América hace de los suyos -por exceso de «cristianismo
fanático» a veces- es lo que Mr. Manson critica y censura. En ese
sentido no es ni más ni menos diferente que cualquier predicador
ambulante. Sólo difiere el contenido de su mensaje, la intensidad y
la forma en que lo transmite.
n El hábito hace al monje
Y en ese sentido no se diferencia tampoco demasiado de otros
«maestros», como pueden serlo Jesús o Buda. Ambos transgredieron
el sistema de creencias imperante en su época, desertaron de su
cuna y familia y se apartaron de su abolengo. De haber contado con
medios tan poderosos como la televisión, el satélite o Internet, su
mensaje hubiera demorado mucho menos en imponerse y contendría
menos margen para la especulación. Pero si vivieran hoy en
día, no llamarían la atención de nadie: les faltaría espectacularidad
y malignidad. La bondad no paga, aburre.
El espectáculo de Marilyn Manson ha sido catalogado como shockrock.
Durante una extensa entrevista que le fuera realizada en el
programa canadiense Too oo Much for much much, en 1996, Mr. Manson
aclaró que para ser escuchado es necesario llamar la atención. En
un mundo anestesiado por la violencia y la degradación, la envoltura
de su mensaje tenía que superar, necesariamente, las atrocidades
de noticieros, cadenas de informativos y entretenimientos de
Hollywood. Al poner de relieve tantas monstruosidades juntas, por
fin llaman la atención.
Podría interpretarse la evolución creativa de Mr. Manson como un
abandono cada vez mayor de la escena puramente heavy-metal para
transformarse en un mensaje que especula con la moral y la reli
gión. El papel que desempeña el artista-entertainer es a la vez el de
chivo expiatorio y de Mesías. Como tal, no tiene que ser precisamente
el anunciado por las escrituras -sin que las escrituras hayan
revelado claramente cómo habría de saberse con certeza cuándo el
Mesías verdadero es el verdadero-; pero tampoco es Satán. Pero
es tan especular su mensaje y su gestualidad comparadas con las
de su antítesis, Cristo, que bien puede afirmarse que es el Cristo
del fin del milenio.
Cabe la pregunta de si finalmente será crucificado o si dará un paso
en otra dirección que lo libere del sacrificio final. En la entrevista mencionada,
un participante plantea esa pregunta y Manson responde
que no seguirá profundizando en las mutilaciones y las
autoflagelaciones, y que quizá tenga que retornar al cristianismo. Los
extremos se tocan, y el estribillo We love hate, we hate love, hace
referencia a ese punto. Solamente se puede odiar lo que se ama
profundamente y viceversa. Lo único que no está permitido es la indiferencia,
y la oferta de Manson no incita a ella.
El artista, entonces, hace vivir a un personaje transvestido rescatando
o devolviéndole la primigenia pureza a la mujer, a la vez que
se alza en el chivo expiatorio que lleva sobre sus hombros toda la
basura que el mundo ha creado y que el público vuelca en él. En el
espectáculo de atrocidades que es su propuesta, Manson es, a la
vez, rey y víctima, mensajero y mensaje, y eso es lo que resulta
fascinante y a la vez perturbador. La línea de distinción entre los
dos puntos es muy delgada, y es el público quien tiene que decidir.
La atrocidad planteada tiene que ver con que existe realmente aquí
y ahora, ocurriendo a la vista de todos. No es algo que ocurre únicamente
en el escenario, sino que nace y se alimenta de la realidad
cotidiana. Los cortes y las heridas que se inflige no son efectos
especiales; las escupidas y excrecencias que intercambia con el
público y demás miembros de la banda, antes y después del espectáculo,
no son utilería.18 Y si apela a ello, yendo más allá del límite
de una política correcta, es porque ya existía y sólo lo renombra al
hacerlo evidente y al sacarlo de contexto. Una cosa es la distancia
óptima de un noticiero, donde el mundo parece quedar mucho más
lejos, y otra cosa es un espectáculo musical. Mr. Manson convierte
la violencia, la agresividad, lo instintivo, en arte, y por lo tanto en
realidad transformada. Los vuelve estéticos. Su discurso es mucho
más potente que el de un F. Bacon, por ejemplo, ya que el artista de
todos modos está separado del espectador por mediación de la
tela, del lienzo. La lectura de A long hard road out of hell hell, las distintas
entrevistas y backstages, dan la sensación de que en Manson
esa distancia no existe: el escenario y la vida real son una misma
cosa. Como si persona y personaje hubieran intercambiado máscaras
y se hubieran transformado en una tercera entidad, que reúne a

las dos. La duda acerca de que persona y personaje son una misma
cosa asusta porque habla de un caos instalado en donde normalmente
debe existir un orden.

El exorcismo de la crisis
Mucho se habla de que la sociedad occidental está inmersa en una
profunda crisis social, cultural, moral, ideológica. Pero además es
una crisis que coincide con el fin de un milenio, lo que la agudiza en
el imaginario colectivo. El apocalipsis parece estar más cerca que
nunca, porque las armas y los instrumentos tecnológicos hablan
más de destrucción que de salvación. Abunda todo tipo de películas
y libros sobre el tema; emblemáticos como pocos pueden nombrarse
a Blade Runner y la trilogía Neuromante de William Gibson,
quien no sólo impuso el término cyberpunk sino que construyó un
universo con héroes y mitos propios.
Pareciera que la crisis se reprodujera en todos los ámbitos, hasta
convertirse en algo fascinante y de la cual no se puede escapar. El
terror a la tecnología y una respuesta única y global a todas las
interrogantes son también parte integrante de esta crisis.19
En relación con la situación de crisis, el ensayista francés René
Girard reflexiona lo siguiente: «La experiencia de las grandes crisis
sociales apenas se ve afectada por la diversidad de las causas
reales... Ante el eclipse de lo cultural, los hombres se sienten
impotentes; la inmensidad del desastre los desconcierta pero no
se les ocurre interesarse por las causas naturales; la idea de que
podrían intervenir sobre estas causas aprendiendo a conocerlas
mejor sigue siendo embrionaria».20
Y continúa: «Ya que la crisis afecta fundamentalmente a lo social, hay
una fuerte tendencia a explicarla por causas sociales y sobre todo
morales. Al fin y al cabo, lo que se disgrega son las relaciones humanas
y los sujetos de estas relaciones no pueden ser totalmente ajenos
al fenómeno. Pero los individuos tienden a preferir achacarlo a la
sociedad en su conjunto, cosa que no les compromete a nada, o bien
a otros individuos que les parecen especialmente nocivos por unas
razones fáciles de descubrir: antes que culparse a sí mismos, se
acusa a los sospechosos de crímenes de tipo especial».21
En el clip Sweet Dreams Dreams22 -con una imagen cercana a los cuadros
de Jerónimo Bosch, poblado de personajes grotescos y bufos,
mitad hombres mitad cosas- y en Beautiful People -de una plasticidad
escénica que recuerda la performance de la Fura dels Baus
pero mucho más agresiva y repulsiva que aquella- Mr. Manson deja

en liber tad todos los terrores del hombre contemporáneo, las angustias
existenciales del habitante urbano de un primer mundo
tecnologizado y marginalizado por la propia tecnología, aunque pueda
asumirse que, globalización mediante, estos temores no son
tan ajenos a los habitantes del resto del planeta.
En los dos clips se utiliza una estética de la violencia y la crueldad,
que ya podía encontrarse esbozada en Mad Max Max, Blade Runner Runner,
La ciudad de los niños perdidos o anteriormente en La naranja
mecánica mecánica. Pero esos films extremadamente violentos y enajenantes,
se basan -como en toda obra artística- en un acuerdo previo entre el
autor y el espectador en que el universo que se visita es ficcional y no
real. El impacto que genera una obra cesa una vez que se encienden
las luces de la sala y se vuelve a la realidad cotidiana. No es lo que
ocurre con Manson, porque narra desde y en la realidad, y no hay
acuerdo previo de ningún tipo. No simula ni actúa, es. Esto queda
claro en el video Dead to the world world, sobre gira realizada en 1997.
En éste, la sensación se hace más nítida aún al incluirse tomas de lo
que ocurre antes y después del show: está claro que Mr. Manson es
él mismo todo el tiempo. Como se dijo más arriba, la noción de caos
permanente es lo que más desestabiliza al espectador. Y si se trata
de una actuación, Mr. Manson se merece un Oscar.
Sweet Dreams plantea un espacio asociable al «día después» de
algún holocausto nuclear, con un bufón -el alter ego del rey, a veces
chivo expiatorio que puede ocupar su lugar-, una novia en el
sitio equivocado, ridículamente blanca y pura entre tantos desperdicios,
y un Manson cubierto de excrecencias sobre el lomo de un
cerdo, que recuerda extrañamente al Job bíblico, chivo expiatorio
por antonomasia.
Mr. Manson acusa pero se erige a la vez en centro de la culpa,
blanco de insultos, desprecios, escupidas y blasfemias. Se lo
responsabiliza de más crímenes de los que verdaderamente ha
cometido. Representa a la víctima del sistema, como un rey, y al
victimario de ese mismo sistema. Como víctima se autoflagela,
acepta ser burlado y agredido. Sin embargo, como lo sagrado ha
sido sustituido por rituales profanos, y como en la época de los
medios la realidad ha pasado a ser una simulación de lo real, el
artista no llega a concretar ninguno de los dos roles enteramente:
por ahora sigue siendo un producto estético de consumo con un
contenido ético de difícil lectura.
Si no existiera una superabundancia de mensajes igualmente
transgresores y violentos -¿cómo distinguir la falsedad o la veracidad
de ellos?- Mr. Manson lograría conmover realmente a su público.
Persiste la duda de si no es otro monstruo más de la feria de

atrocidades. Porque como dice Girard: «Para que unos malhechores,
por diabólicos que sean, consigan masificar a toda la comunidad,
han de herirla directamente en el corazón o en la cabeza, o
bien iniciar el proceso a escala individual, cometiendo crímenes
como parricidios, incestos, etc., que provocan por contagio el cese
de toda diferencia (entre los individuos de una misma sociedad, y
por lo tanto el caos -aclaración del autor)».23
No sólo vale la pregunta de si alcanza lo que se propone o lo que se
interpreta que pretende, sino hasta dónde es capaz de llegar en
caso de que su mensaje sea sincero.
Hay diferentes clases de crímenes de los cuales se acusa a una
víctima, antes de que se transforme en el chivo expiatorio de determinada
calamidad. Si la calamidad es toda una sociedad y su
Weltanschaaung, la víctima será acusada de todos los crímenes.
Pero en general, esos crímenes son religiosos, sexuales, o aquellos
perpetrados «contra aquellos a quien es más criminal violentar
». En el caso de los crímenes religiosos -y debiera agregarse el
término «moral» al de «religioso»- los tabúes a transgredir son los
más severos y por lo tanto la ofensa sentida es mayor. Por eso Mr.
Manson es atacado más directamente por organizaciones religiosas
que por entidades públicas o del gobierno; para las primeras
está amenazando precisamente toda una construcción de creencias
que debiera servir para mantener la coherencia del sistema;
para el resto de la sociedad puede tratarse de otro enajenado más
que adquiere notoriedad.
Para Girard, la figura sagrada del chivo expiatorio nace de la acusación
generalizada de los perseguidores -aquellos que resumen la
crisis y buscan un responsable- y de la sumisión de la víctima, que
asume las culpas y acepta el castigo impuesto, con mucha frecuencia
la muerte, aún cuando se trate de una acusación ilógica o
irracional. A lo largo de la historia, las víctimas han presentado una
serie de rasgos que son precisamente los que las elevan a ese
papel, pero de forma tal que rasgo y víctima terminan siendo una
sola entidad. Los rasgos hacen a la víctima y la víctima lo es por
presentar determinados rasgos. Estas características mezclan deformidad
física y decadencia moral, sea ésta real o imaginaria.
Con respecto a la deformidad física, Girard dice: «Si la deformidad,
por accidental que sea, inquieta, se debe a que provoca una impresión
de dinamismo desestabilizador. Parece amenazar al sistema
como tal. Se procura delimitarla pero no se puede; acumula en
torno a ella unas diferencias que devienen monstruosas, se atropellan,
se enfrentan, se mezclan, y, en última instancia, amenazan
con anularse. La diferencia al margen del sistema aterroriza porque
sugiere la verdad del sistema, su relatividad, su fragilidad, su

 fenecimiento».24
Mr. Manson no sólo se ha percibido distinto a los demás desde la
infancia, sino que para dejarlo más claro ha procurado distinguirse,
mediante el uso de prótesis y otros aparatos relacionados con la
medicina y la ortodoncia, hasta convertirse en un ser deforme. Que
uno de los ojos sea claramente artificial no hace sino marcar la
diferencia. Las prótesis son implantaciones artificiales, y las marcas
han de ser naturales. De ahí la insistencia en autoagredirse en
público hasta sangrar. El artista afirma tener 450 cicatrices en el
cuerpo, sin contar los tatuajes y las perforaciones. Es una cantidad
más que suficiente y equivaldría a las marcas que buscaba la Inquisición
como afirmación de tratos con el diablo. De modo que para
que no queden dudas, es el propio Manson quien se termina de
estigmatizar. Esa afirmación de la diferencia no sucede en el ámbito
privado sino que forma parte esencial de su espectáculo; al hacerla
pública la autoproclamación deviene celebración colectiva. Y
es más fuerte la agresión de este modo, porque se anticipa a la
fantasía del público y va más allá de él.
La pesadilla presentada en Beautiful People People25 refiere tanto al
hombre-máquina, al extrañamiento del cuerpo que menciona Dery
en su libro, como a la rebelión ante el culto a la belleza tan de moda
en los últimos tiempos. Si por un lado la sociedad reclama cada vez
más especímenes bellos y perfectos, que son el alimento del cine
y la publicidad26 , la visión del artista llama a buscar la belleza en la
fealdad y fuera de los cánones impuestos. Pero no puede escapar
-porque está inmerso dentro del canon establecido de lo no-bello- al
concepto de que la fealdad tiene que ver con la violencia y lo desagradable.
Aun la fealdad de Manson puede decirse que es dueña
de una belleza sin igual, como pueden serlo las criaturas soñadas
por Giger. La antiestética de Manson apela más allá de la imagen a
la connotación que esas imágenes tienen para cada uno. Y en definitiva
es el público el que les da el contenido y las repele. Pero lo
morboso fascina y resulta atractivo, y ese también es el secreto de
Manson: es igual a los deseos reprimidos de cualquiera pero los
hace realidad.
Una de las figuras invocadas por el artista con la cual se identifica
es Peter Pan, el niño que no quiso crecer. Hay también en esa isla
poblada de gente menuda -la lejana Tierra de Nunca Jamás- algo de
monstruoso. La crueldad infantil quizá es la peor, porque es irresponsable
y directa, sin consecuencias. Habría que releer la interpretación
de Bruno Bettelheim sobre los cuentos de hadas para penetrar
el mundo onírico de Manson, sin olvidar la novela de William
Golding, El señor de las moscas moscas.


La afirmación de Girard, de que «... crisis, crimen, criterio, crítica,
provienen todos de la misma raíz, del mismo verbo griego, krino,
que no sólo significa juzgar, distinguir, diferenciar, sino también acusar
y condenar a una víctima»27, permite suponer que Mr. Manson
es perseguidor y perseguido, víctima y victimario, autoerigido en
todos los casos, y por lo tanto su desenlace, sea cual sea, estará
inmerso en la misma violencia de la cual surge. Si sólo cumpliera el
papel de victimario podría -como acusador de la decadencia de un
sistema- salvarse; pero al erigirse además en víctima de ese mismo
sistema -provocándolo en lo que más le duele: quemando biblias
y banderas; mostrándose descaradamente fascista- al encarnar
lo más repudiado y temido, no tiene salida. Si se cumple la
simulación del ritual, entonces la muerte de Manson será simbólica
y desaparecerá de escena con una abultada cuenta bancaria.
Eso supondría además que los medios encontraran un sustituto; si
persiste en su per formance entonces la muerte necesariamente
debe ser real. El fin de Manson -simbólico o real- es el que mostrará
la cabal coherencia de su postura.
Pero aun afirmar que Manson es la víctima autoerigida no significa
que sea plenamente consciente de ello. Es posible que sea dueño
de una gran intuición o un verdadero artista. Es posible, también,
que sea un fantástico producto de la publicidad. Pero sea como
sea, los artistas detectan, señalan y sienten fenómenos antes de
que éstos formen parte de la sociedad; se adelantan a ellos y los
interpretan.

En los rituales de la antigüedad, las víctimas no eran elegidas según
los crímenes que se les atribuían, sino en función de los rasgos
victimarios que presentaban y de la afinidad «culpable» que
tenían con la crisis. Una vez identificada la víctima, se las puede
destruir o se las puede expulsar de la comunidad que están contaminando.
Para que Manson sea definitivamente eliminado, es necesario que
cometa un verdadero crimen en escena; no contra sí mismo o contra
un miembro de la banda, sino contra alguien diferente, que represente
al sistema (un guardia, un espectador) o que induzca a
alguien a convertirse en criminal.

Por otra parte, cuántos más signos victimarios presente un individuo,
más posibilidades tiene de ser designado víctima. Esto explica
la escalada, en el tiempo, de la postura de Mr. Manson. En
1992, la propuesta estética y musical de la banda no la distinguía
de cualquier otro grupo de heavy metal, aunque ya presentaban
algunos signos de originalidad. A medida que radicaliza su mensaje,
los signos exteriores lo van haciendo también. Al apropiarse

Mr. Manson de la figura luciferiana y defender su mensaje de salvación
humana, no hace más que rebelarse y distinguirse de la
masa anónima de americanos que consume todo lo que el sistema
vomita. El artista no podría haberse asociado jamás con un
principio del bien, porque el bien, por sí mismo, no modifica las
cosas, sólo tiende a hacerlas permanentes. El bien es conservador.
Incluso Jesús, para transmitir su mensaje y finalmente morir
víctima de él, debe transgredir lo establecido, asumiendo, en ese
momento, el rol pernicioso, maligno. Si la transgresión a cualquier
tipo de tabú es lo que hace que la humanidad avance -el hombre
que se adueña del fuego sagrado; Adán que come del árbol prohibido-
y si transgredir es ir contra los supuestos del sistema, entonces
prácticamente todas las figuras de la humanidad que motivaron
cambios en el pensamiento pueden ser asociadas, en su contexto
histórico, con el mal. La existencia de Lucifer, auspiciada y
tolerada por un dios, en última instancia, es la que asegura que la
humanidad avance, cambie, evolucione, se cuestione. Si solamente
existiera el principio del bien, éste sólo generaría inmutabilidad,
quietud y por lo tanto muerte.
La provocación de Mr. Manson lo convierte en dueño de una estética
y una ética de la violencia y de la transgresión. Al publicar el libro
A long hard road out of hell, sólo ha repetido una acción humana:
confesar o hacer públicas sus «perversiones» y exorcizar sus
miedos. Y de ese modo unifica por fin la deformidad física con la
monstruosidad moral. Es este pasaje a la esfera pública lo que
aterroriza. Mientras las cosas suceden en privado, no es necesario
prestarles atención, o, en todo caso, pueden ser ignoradas. Pero
una vez que ingresan al imaginario público, adquieren una materialidad
difícil de soslayar.
La figura del chivo expiatorio contiene una ambivalencia que también
ha hecho carne en Mr. Manson. Al chivo se lo hace responsable
de todos los males, y, por lo tanto, debe morir. Pero la única
forma de anular, de corregir esos males, es a través del chivo expiatorio,
que recupera así un papel benéfico. Como responsable del
mal es una figura negativa, pero una vez consumada su muerte a
través del sacrificio, se transforma en algo beneficioso para toda la
sociedad que lo ha erigido en víctima. «Esa misma víctima -en los
mitos- devuelve el orden, lo simboliza e incluso lo encarna».28 Porque
«El transgresor se convierte en restaurador e incluso en fundador
del orden que ha transgredido, anticipadamente en cierto modo.
El supremo delincuente se transforma en pilar básico del orden
social».29
De modo tal, que por un lado Mr. Manson sería el motor para que la
gente piense por sí misma y se dé cuenta de cuál es la situación de

alienación en la que vive, manipulada por los medios y la publicidad.
Y también, de que llegado el límite del caos y el desenfreno,
sólo queda el retorno a (nuevas) formas de orden y sensatez. Esto
coincidiría con los excesos cometidos durante la grabación de Anti-
Christ Superstar Superstar, de los cuales emerge un Manson más puro y
claro, estructurando el caos previamente desatado, pero evolucionando
con respecto al Manson que ingresara al círculo. Y, en términos
individuales, cualquier desorden implica un reacomodo de los
límites, un situar las fronteras más lejos, conquistar nuevos territorios:
conocerse es ser libre.
Pero si la víctima, una vez muerta, puede favorecer a los que la han
matado, esto significa que ésta o bien no ha muerto realmente, o
que ha vencido a la muerte. Esto es tan válido para Jesús -aceptando
las escrituras sagradas que reivindican su resurrección- como
para Manson, si se aceptan sus declaraciones y su obra conceptual
Anti-Christ Superstar Superstar. Él también ha vencido a la muerte al desafiarla
constantemente con su sexualidad agresiva y sin protección,
indiferente a la amenaza latente del SIDA. Vencer a la muerte es
superar el último miedo y el más angustiante, por desconocido.
Una vez dado ese paso, se está más allá del bien y del mal.
Pero no se puede interpretar a Manson sólo desde el punto de vista
de una sociedad profana en la que persisten ritos sagrados, aún si
esto no es evidente a simple vista. La banda y el artista no dejan de
ser un producto comercial de este fin de siglo, asumido como tal y es
en ese contexto donde deben encontrarse los símbolos y el significado
de su mensaje.

En ese sentido hay que distinguir entre la respuesta del público
norteamericano y los demás; pero los datos empíricos son escasos
y es difícil sacar conclusiones generales. Sería interesante poder
demostrar las siguientes suposiciones: a) para la edad del público
norteamericano de Manson, la aproximación y la fascinación
tienen más que ver con la posibilidad de descargar agresiones y
tensiones y de sentirse entre iguales, que en la clara comprensión
de la crítica que Manson hace a todo un sistema. Una interpretación
más profunda implica un nivel cultural e intelectual que un
público de entre 14 y 18 años no necesariamente posee; b) para un
público extranjero, el mensaje de Manson puede ser llamativo pero
casi vacío de contenido, una moda cultural más como lo puede ser
el hip-hop o el pogo.

Lo que Manson expone públicamente no se distingue demasiado
de lo que ofrece el Torture  Garden30 , un club nocturno londinense,
que se autodefine de la siguiente manera: «TG no es un club
fetichista, no es un club sadomaso, no es un club de body art , no

es un club de neoprimitivos, no es un club propiamente dicho, no
es un club gay , no es un club de arte de performance , no es un club
de música tecno/industrial/ambiental, no es un club multimedia,
no es un club del cyberespacio, y ni siquiera es un club nocturno».
31 En la publicación del mismo nombre puede verse toda la gama
de «perversiones» que hacen a la sexualidad transgresora, de la
mano de la violencia y el sadomasoquismo. La diferencia entre Tor- or- orture
ture Garden y el video Dead to the world es, nuevamente, la esfera
privada de uno (y declaradamente under) y la pública del otro. El
contenido, sin embargo, es el mismo, y en todo caso, una vez más
Manson señala la existencia de sitios tales como el jardín de las
torturas, y hace que uno se pregunte qué tan lejos pretende llegar
el ser humano.
Las prótesis que convierten a Manson -y a los miembros del TG- en
una suerte de lisiado deforme, y las heridas que se inflige, no sólo
deben leerse como autoestigmas de víctima. Si Manson ha crecido
a la luz de los medios audiovisuales y tecnológicos, y en medio del
pavor post Vietnam, habría que rastrear allí el origen de sus aditamentos
físicos.
Videorome, el film de Cronenberg, y Tetsuo, un corto japonés de
Shinya Tsukamoto, señalados por Manson como influyentes en su
imaginario, tratan ambos de una lucha entre el cuerpo material y su
sustitución por la tecnología y la manipulación de las máquinas y los
medios. En Videodrome el cuerpo muta hacia una nueva forma haciéndose
uno con las imágenes de video. Los adictos a las imágenes
desarrollan un tumor cerebral que los transforma en transhumanos,
mezclas de carne y máquina, pero sin voluntad propia. En Tetsuo  los
personajes ya son mitad hombres y mitad máquinas y unos y otros se
persiguen y se aniquilan. La dicotomía occidental entre cuerpo y espíritu
ha llegado a un límite surrealista. El cuerpo, totalmente anestesiado
e indiferente -a veces tan sobreestimulado que ha pasado el umbral
de la sensibilidad- debe ser destruido porque termina siendo un impedimento
para el desarrollo de la persona. Pero a la vez, sólo el dolor
prolongado, nacido de una crueldad difícil de imaginar que se ensaña
en la martirización del cuerpo, es lo que permite a las personas sentirse
vivas. Un gran vacío doloroso, sobre todo mental, ya no tiene
forma de expresarse, porque todas las formas de expresión parecieran
haber sido agotadas, y porque la anomia ha terminado de apoderarse
de ellas. Sólo queda ocuparse de ese pedazo de carne, del cual
no es posible desprenderse, para que las personas se sientan vivas
y unidas a sí mismas. La transgresión de la carne llega a una transgresión
absoluta porque lleva en sí la posibilidad cada vez más cercana
y necesaria de la muerte. 32
La crueldad abandonó el espacio designado tradicionalmente a ella,

esto es, el campo de batalla. O, visto de otro modo: el campo de
batalla ha invadido todos los espacios vitales, confundiendo los límites.
La pregunta es si es factible delimitarlo nuevamente -definir otras
fronteras- o si evolucionará hasta hacerse costumbre. Si sucediera
esto, Manson marcaría el inicio de una versión más actualizada de
Rollerball Rollerball33 . Y si las guerras se siguen haciendo cada vez más parecidas
a videojuegos, en alguna parte el hombre tiene que canalizar su
agresividad material. Manson es una propuesta, pero seguramente
no la única.
NOTAS:
1 ELIADE, MIRCEA, Crisis y renovación de la historia de las religiones; en
El vuelo sagrado; Ediciones Siruela, pág. 171 y siguientes. 1995
2 Clip Man that you fear, 1997.Nothing Records, dur. 4.32; dir.: Wiz; prod.
Mitzie Rothzeid. the ants are in the sugar/the muscles atrophied/ we’re
on the other side, the screen is us and we’re t.v./spread me open,/
sticking to my pointy ribs/are all your infants in abortion cribs/I was born
into this/everything turns to shit/the boy that you loved is the man that
you fear/pray until your number,/asleep from all your pain,/your apple has
been rotting/tomorrow’s turned up dead/i have it all and i have no choice
but to/i’ll make everyone pay and you will see/you can kill yourself now/
because you’re dead/in my mind/the boy that you loved is the monster
you fear/peel off all those eyes and crawl into the dark,/you’ve poisoned
all of your children to camouflage your scars/pray unto the splinters, pray
unto your fear/pray your life was just a dream/the cut that never heals/
pray now baby, pray your life was just a dream/(I am so tangled in my sins
that I cannot escape)/pinch the head off, collapse me like a weed/
someone had to go this far/I was born into this/everything turns to shit/
the boy that you loved is the man that you fear/peel off all those eyes and
crawl into the dark,/you’ve poisoned all of your children to camouflage
your scars/pray unto the splinters, pray unto your fear/pray your life was
just a dream/the cut that never heals/pray now baby, pray your life was
just a dream/the world in my hands, there’s no one left to hear you
scream/there’s no one left for you
3 BATAILLE, GEORGES, El erotismo, pág. 72. Tusquets Editores, 4ª.edición
1985
4 ídem, pág. 67
5 ídem
6 GIORDANO, ORONZO, Religiosidad popular en la Alta Edad Media. Introducción.
Editorial Gredos, Madrid 1983
7 GIRARD, RENE, La violencia y lo sagrado; pág. 100. Editorial Anagrama,
1995
8 BATAILLE, GERARD, op.cit. pág. 127
9 GIRARD, RENE, op. cit. Pág. 41-42
10 ídem, pág. 42
11 DERY, MARK. Velocidad de escape. La cibercultura en el final del siglo;
pág. 115-207. Editorial Siruela, 1995
12 Revista Popular 1, diciembre 1996
13 SARTORI, GIOVANNII. Homo Vídens, Taurus, 1997
14 DERY, MARK; op.cit. pág. 301
15 ELIADE, MIRCEA. Lo sagrado y lo profano, pág. 161. Alianza Editorial,
1983

39
16 DERY, MARK, op.cit. pág. 311-314
17 ELIADE, MIRCEA, op. cit. Pág. 170-171
18 Dead to the world. Video, 1997. Nothing Records.
19 Ver el tratamiento que hacen del tema las series del Canal Fox Archivos
X y Millenium.
20 GIRARD, RENE, El chivo expiatorio, pág. 24. Editorial Anagrama, 1ª.
Edición, 1972
21 ídem, pág. 24
22 Sweet Dreams, 1996. Duración: 4:51; director Dean Carr, Productor
Ar thur Gorson. Sweet dreams are made of this. / Who am I to disagree?
Travel the world and the/seven seas. / Ever ybody’s looking for
something. / (Chorus: Some of them want to/use you. / Some of
them want to get used by you. / Some of them want to abuse you. /
Some of them want to be abused.) / (Repeat First Verse) / (Chorus)
/ I wanna use you and abuse you. / I wanna know what’s inside you.
/ (Whispering and Moaning: Hold your head up, movin’ on. / Keep
your head up, movin’ on.) / (Repeat Three Times) / Movin’ on! /
(Repeat First Verse) / (Chorus) / I’m gonna use you and abuse you.
/ I’m gonna know what’s inside. / Gonna use you and abuse you. /
I’m gonna know/ what’s inside you.
23 ídem, pág. 25
24 ídem, pág. 35
25 The Beautiful People
I don’t want you and I don’t need you/ don’t bother to resist, I’ll beat
you/ It’s not your fault that you’re always wrong/ the weak ones are
there to justify the strong/ the beautiful people, the beautiful people/
it’s all relative to the size of your steeple/ you can’t see the forest for
the trees you can’t smell/ your own shit on your knees/ Hey you,
what do you see?/ something beautiful, something free?/ hey you,
are you trying to be mean?/ if you live with apes man, it’s hard to be
clean/ there’s no time to discriminate,/ hate every motherfucker/
that’s in your way/ the worms will live in every host/ it’s hard to pick
which one they eat most/ the horrible people, the horrible people/
it’s as anatomic as the size of your steeple/ capitalism has made it
this way,/ old-fashioned fascism/ will take it away/ (chorus)
26 El film Gattaca, de Andrew Nicoll, es una demostración de cuán lejos
se puede ir en esa belleza y per fección
27 GIRARD, RENE, op. cit., pág. 34
28 ídem, pág. 60
29 ídem, pág. 61
30 Torture Garden, London, WC1N 3XX, Inglaterra
31 Torture Garden, A photographic archive of the new flesh. From bodyshock
to cybersex; Creation Books International, Londres, 1996
32 Acerca de juegos relacionados con este tema, ver: http://
www.deaethnews.com
33 1975; dirigida por Norman Jewison, adaptada de la novela de William
Harrison Roller Ball Murders

Amin Maaluf: El desajuste del mundo

Hemos entrado en este siglo nuevo sin brújula.
Ya en los primerísimos meses ocurrieron acontecimientos preocupantes que mueven a pensar que el mundo padece un desajuste de suprema envergadura y, además, en varios ámbitos al mismo tiempo: desajuste intelectual, desajuste financiero, desajuste climático, desajuste geopolítico, desajuste ético.
Cierto es que también asistimos, de vez en cuando, a inesperados vuelcos salutíferos; empezamos entonces a creer que a los hombres, al verse en un callejón sin salida, no les quedará más remedio que hallar, de milagro, procedimientos para dar media vuelta. Pero no tardan en aparecer otras turbulencias que dan fe de impulsos humanos muy otros, más opacos, más habituales, y volvemos a preguntarnos si nuestra especie no ha llegado, por decirlo de alguna manera, al umbral de incompetencia ética, si sigue acaso avanzando, si no acaba quizá de iniciar una regresióin que pone en entredicho lo que tantas generaciones sucesivas se habían esforzado por edificar.
No se trata aquí de las angustias irracionales que acompañaron el paso de un milenio al otro, ni de las reiteradas imprecaciones que no dejan de espetar desde siempre quienes temen los cambios o se escandalizan ante su cadencia. Mi preocupación es de otro orden: es la de un adepto de la Ilustración que ve cómo las luces oscilan, se debilitan y, en algunos países, están a punto de apagarse; es la de un apasionado de la libertad, que la creyó en trance de extenderse por el conjunto del planeta y ve ahora cómo se perfila un mundo en el que no va a tener ya cabida; es la de un partidario de la diversidad armoniosa a quien no le queda más remedio que presenciar, impotente, cómo crecen el fanatismo, la violencia, la exclusión y la desesperación; y es, ante todo y sencillamente, la de un enamorado de la vida que no quiere resignase ante la aniquilación que la acecha.
Insisto, para que no haya malentendido alguno, en que no soy de esos que les ponen mala cara a los tiempos presentes. Me fascina cuanto nos aporta esta época nuestra; estoy siempre, impaciente, al acecho de los últimos inventos, que incorporo acto seguido a la vida cotidiana; soy consciente de que pertenezco, aunque no fuere más que por los adelantos de la medicina y de la informática, a una generación privilegiadísima si la comparamos con todas las anteriores. Pero no puedo paladear con sosiego los frutos de la modernidad si no tengo la seguridad de que las generaciones futuras van a poder paladearlos en no menor grado.
¿Serán acaso excesivos mis temores? Por desgracia, no lo creo. Antes bien, me parecen más que justificados y, en las páginas que vienen a continuación, pondré todo mi empeño en demostrarlo, no para acumular piezas de convicción en un sumario, ni para defender, por amor propio, una tesis personal, sino, sencillamente, para que los demás oigan este grito de alarma; mi ambición primordial es dar con las palabras justas para convencer a mis contemporáneos, a "mis compañeros de viaje", de que el navío en que nos embarcamos va ahora a la deriva, sin rumbo, sin meta, sin visibilidad, sin brújula, por un mar embravecido, y que sería menester reaccionar urgentemente para evitar el naufragio. No nos bastará con seguir avanzando con el impulso inicial, a trancas y barrancas, navegando a estima, rodeando unos cuantos obstáculos y dejando que el tiempo solucione las cosas. El tiempo no es nuestro aliado, es nuestro juez, y ya estamos con aplazamiento de condena.

Aunque la imaginería marinera se venga espontáneamente a la cabeza, quizá debería ante todo explicitar esos temores míos con esta constatación simple y escueta: en la etapa actual de su evolución, la humanidad se enfrenta a peligros nuevos, sin parangón en la Historia, y que requieren soluciones mundiales inéditas; si nadie da con ellas en un futuro próximo, no podremos preservar nada de cuanto constituye la grandeza y la hermosura de nuestra civilización; ahora bien, hasta el día de la fecha, pocos indicios hay que nos permitan esperar que los hombres vayan a saber superar sus divergencias, elaborar soluciones creativas y, luego, unirse y movilizarse para empezar a aplicarlas; hay incluso muchos síntomas que hacen pensar que el desajuste del mundo está ya en una fase avanzada y que será difícil impedir un retroceso.

En las páginas que vienen a continuaciíon no trataremos esas perturbaciones varias como otros tantos dossiers separados, ni tampoco de forma sistemática. Me comportaré más bien como un vigilante nocturno en un jardín el día siguiente de una tormenta y cuando ya se está anunciando otro más fuerte. El hombre camina con paso cauto, llevando una linterna en una mano; dirige el haz de luz hacia un macizo, luego hacia otro, explora un paseo, da marcha atrás, se inclina sobre un árbol viejo desenraizado; se encamina luego hacia un promontorio, apaga la luz e intenta abarcar con la mirada toda la panorámica.
No es ni botánico, ni agrónomo, ni paisajista, y no hay nada en ese jardín que sea propiedad personal suya. Pero ahí es donde vive con las personas a las que quiere y todo cuanto pueda afectar a esa comarca le toca de muy cerca.

(El desajuste del mundo. Cuando nuestras civilizaciones se agotan. Alianza Editorial, 2009)

martes, 16 de noviembre de 2010

¿Y la lectura?

Ceibalitas, “chupetes azules” del capitalismo
El Observador, 16 de noviembre de 2010

“La llegada de los chupetes azules a los liceos”. Así se titula un artículo sobre la entrega de computadoras del Plan Ceibal en los liceos de todo el país, publicado en el último boletín informativo de noviembre de la Asociación de Docentes de Enseñanza Secundaria (ADES) de Montevideo.


En la sección “aportes de los compañeros”, el docente Héctor Alberto Altamirano asegura que las nuevas laptop de color azul en poder de los liceales “parecen ser tan potentes como los chupetes de los niños”.
Al respecto se pregunta si el “reparto” de estas computadoras no será en verdad “una herramienta más de la colonización cultural”.
“En este terreno también existe una lucha en la que estamos rezagados (como docentes y como trabajadores organizados) en la cual no estamos dando una discusión seria y, lo que es peor, aceptamos como un hecho positivo que se ‘repartan´ computadoras”, advierte el docente.
Altamirano asegura que invertir en educación “siempre es una apuesta al futuro”, pero en el caso del Plan Ceibal se pregunta: “¿A qué futuro? ¿Qué sentido tiene esta inversión?”
También dice que la “ciencia y la tecnología” se han convertido en “un instrumento de las clases gobernantes” y que “son utilizadas para oprimir a gran parte de la humanidad, en vez de colaborar con su liberación”.
“La tecnología es un producto que los sectores capitalistas de lo países ricos venden a las naciones pobres” y, estas, “muchas veces compran una tecnología que no les es útil debido a que tienen otras condiciones de los países desarrollados”, advierte el boletín informativo de ADES.
También critica a Nicholas Negroponte, creador del programa “Una laptop por niño” (OLPC, en inglés) por sus convicciones capitalistas y al ex presidente Tabaré Vázquez, que introdujo el programa en Uruguay.
El artículo señala que la educación puede construir “un proyecto contrahegemónico” o puede ser “una trampa para los proyectos populares” si se convierte “en una actividad reproductora del orden establecido”.
Criticas docentes
ADES Montevideo ha criticado el Plan Ceibal y reclama que se introduzca la informática como materia curricular.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Catastrophes - Héctor Solari - Museo de la memoria, 4 de noviembre- 31 diciembre

Recuerdos ante Libertad, de Héctor Solari
Carlos Liscano, Montevideo, 2010-11-04

Lo molesto no son los ruidos, es el no saber quién los hace. Es una frase que pensé hace muchos años y nunca escribí. No necesité hacerlo. La recuerdo siempre que un ruido me molesta. Si logro identificar el origen del ruido, deja de molestarme. Fue lo que se me ocurrió cuando por primera vez vi Libertad, el trabajo de Héctor Solari. Hay en él golpes, ruidos, que me molestan. Del mismo modo que aquel día, hace más de treinta años, me molestaba una puerta que se golpeaba y yo no lograba ver. Fue así: era invierno, hacía viento, y una puerta pequeña, de metal, que quedaba fuera del ángulo de mi visión, se golpeaba y me golpeaba. El ruido, monótono, durante quince o veinte horas de corrido, llenaba la celda, se me metía en la cabeza, no me dejaba hacer nada. Parecía que en el mundo sólo existiera aquel golpe repetido, que se transformaba en un castigo. Un castigo que no venía de la voluntad de nadie, que era la conjura contra mí del viento y una puerta que alguien había olvidado cerrar. Yo sabía dónde estaba la puerta y de modo totalmente irracional me parecía que, si lograba verla, el ruido dejaría de molestarme. Así que fue surgió la frase, tratando de definir aquella molestia que un hecho “incausado” me provocaba.

El otro recuerdo que me trajo el trabajo de Solari, simultáneo al de los ruidos, fue el de las manchas en las paredes de los calabozos. Parece que Solari se concentrara en detalles. Detalles de ¿qué? Así hacía un preso en un calabozo sin luz. Cuando el ojo se acostumbraba a la oscuridad y nuevamente empezaba a ver, se concentraba en las manchas de humedad de las paredes y encontraba un mundo: máscaras, animales, árboles, monstruos, paisajes. Todos los días la cabeza volvía a inventar esa especie de cine para poder ver una película diferente durante las dieciséis horas que duraba la vigilia.

Sobre el final aparece una imagen del penal de Libertad como si se estuviera incendiando. A mí me parece que se está incendiando, que de algunas celdas salen humo y llamas. Es una buena descripción del lugar. En el mundo quieto, despersonalizado por la represión, todo ardía porque ardía la cabeza de los presos. Las imágenes de Libertad muestran un universo de anonimato, que es siempre el universo de la represión. El represor trata de no ser identificado y, a la vez, transformar al prisionero en un objeto. Para un buen profesional de la represión, los dos, torturador y torturado, deberían dejar de ser individuos en el momento de la tortura. Es una aspiración profesional que nunca se consigue del todo. Ambos, en algún momento, dejan de ser personas, pero luego vuelven a serlo, aunque degradados los dos, uno por la humillación y el otro por la deshumanización a la que debe someterse para poder torturar. A la entrada del celdario de Libertad había un cartel que decía: Aquí se viene a cumplir. Quería decir, supongo, que allí los presos y los carceleros estaban cumpliendo con un deber que estaba más allá de la voluntad de los individuos.