domingo, 15 de abril de 2012

un poco de violencia urbana

sí, me digo, los que consumimos csi-miami-las vegas-nueva york, castle y criminal minds, vemos cualquier cantidad de crímenes, con mucha sangre, con mucha violencia. los que de algún modo hemos viajado, también hemos visto situaciones "irregulares" en la calle, en caracas, bonn,  los ángeles y en rhodos, que parecen salidas de una serial clase b. sabemos que la violencia existe, leemos sobre la violencia, nos hacemos cruces sobre la violencia. queremos que no exista. el policía a quien le pago la cuota del sindicato policial, dinero con el que religiosamente compran canastas estudiantiles para los policías muertos de hambre que conviven con los chorros, me dice:

- y usté, ¿no tiene un arma?

lo miro, entre sorprendida y muerta de la risa.

- yo soy incapaz de matar una mosca. además, dicen las malas lenguas que si uno tiene un arma, es para disparar. y hay que disparar al centro, para matar. y yo no quiero matar a nadie.

él responde:

- es cierto. pero quizá debería tener aunque sea un aerosol con gas pimienta.
- no, tampoco. no sirvo para eso.
- pero la cosa está brava.
- sí, está brava, pero qué le vamos a hacer.

el asunto es que el policía trata de aconsejarme, y su consejo me parece un disloque. si todos andamos armados, ¿qué logramos? el que roba se arma, el que se defiende se arma, todos armados, un caos total.

pero hoy asisto a un robo, que resulta muy violento. no tanto por lo que ocasiona, sino por la forma. tres mujeres, de unos sesenta años, vuelven a su casas. caminan, al caer la tarde, por la calle, comadreando. van las tres del brazo, como si fueran adolescentes, y no sé por qué reparo en ellas cuando voy a tirar la basura. pasan autos por la calle. ellas están concentradas en sí mismas. de pronto se escucha un motor agudo, de moto, y efectivamente, una moto se mete por ellauri y hacia cavia a contramano a una velocidad extraña. me llama la atención, esa cosa de ver tanta serie de televisión, porque es una moto con dos ocupantes. hasta ahora siempre vi que las motos a contramano son los desgraciados del delivery que violan todas las normas del tránsito para que los clientes tengan pizzas-milanesas-chivitos-ravioles a temperatura "recién salida del horno", y si bien los detesto, me dan pena. pero estos dos no. y zás. fue un segundo y quedé entre espantada y maravillada por la estrategia casi militar del operativo. la moto se detiene a pocos metros de las víctimas, sin el freno puesto, el conductor con un pie a tierra, el motor que se acelera; el acompañante -ambos con casco, muy jóvenes de aspecto, por el físico sin formar, casi- se baja, corre hacia las mujeres, golpea a la del medio, la tira al piso con fuerza, le arranca la cartera y vuelve a la moto, que desaparece por ellauri. la violencia del gesto del chorro, el golpe y el tirón, todavía me dan dolor de estómago, porque es una imagen que no va a desaparecer del todo nunca más. porque fue todo en un mismo nano-segundo, casi una obra de arte de la violencia. me queda el sonido que surge después de la acción, como el relámpago y el trueno. la mujer demora en gritar, las tres mujeres demoran en darse cuenta de lo que pasó, pasmadas de verse de pronto en una situación impropia, inesperada. entonces, sí, los gritos, los lamentos. me acerco; tiene una herida en la sien; varios autos se detienen -se detuvieron segundos después de la caída, cuando los dos chorros huían; una conductora se ofrece a llevarlas a la coronaria, otro hombre quiere llamar a la policía; un adolescente que pasea con su abuelo apura el paso, ayuda a levantarla y a la otra, que de pronto dice: yo también estoy temblando. la tercera, que parece la más firme, ya está llamando a un marido, dice tener el auto estacionado acá nomás, y se apura. el adolescente, que quizá vea tantas seriales como yo, dice, muy seguro: van a tirar la cartera acá a la vuelta. es cuestión de ir a buscarla.

y uno se queda así, un poco sorprendido, un poco triste, un poco añorando la época en que había punguistas en los buses que, salvo excepciones, -al decir de salvador pérez, que conoce del asunto y sabe cómo herían a las víctimas- robaban carteras, billeteras, y tenían un arte.

en realidad, la rabia es mayúscula. a uno se le pasa de todo por la cabeza. control de conductores de motos,como pedir carnet de buena conducta a quien quiera comprar una; cambio del tipo de cascos (los de antes permitían ver los rostros), y otros largos etcétera irrealizables, idealistas y utópicos.

en definitiva, el que roba es porque algo necesita. y si algo necesita, es porque las cosas están mal. muy mal. entonces la solución está en otra parte.  y puede que necesite algo material o puede que sea otra cosa. sé que suena fácil decirlo (me amparo en que me han asaltado varias veces, de mala manera, por cierto, y no les tengo compasión), pero insisto en que la solución está en otra parte. más allá de que se reparta dinero, y largos etcéteras que no necesariamente significan inclusión, el consumismo de nuestra sociedad también influye en todo esto. el consumismo y la impunidad. que son dos pésimos ejemplos para cualquiera que no tenga los valores instalados.

domingo, 8 de abril de 2012

de mudanzas y escrituras del yo - para juan carlos romero, cronista en ciernes; y para andrés alsina, cronista a secas

bien, se viaja demasiado (nunca es demasiado), se juntan papeles inútiles -salvo para uno mismo- y se lee "las escrituras del yo".  un ateo supersticioso como quien firma esta crónica sospecha que viajar a caracas a un homenaje a ángel rama, con una delegación de uruguayos, se parece un poco al accidente que tuvieran él, marta traba y otros (como cristina gaab, antigua compañera de clase), al despegar de madrid hace muchísimos años. uno, entonces, decide, dos días antes de partir, hacer un testamento, ese papelucho infame que siempre es pista en cualquier novelita policial. pues que no hay bienes que repartir (ni tampoco deudas), sino precisamente esos papeles inútiles -salvo para uno mismo- que, contra toda lógica, uno quiere preservar. pero, si uno muere -un suponer, aceptando el silogismo socrático- y todo eso queda a la buena de dios? precisamente, dios nos salve, en esta época en que cualquier intimidad, por más idiota que sea, parece valer oro y moro, e inescrupulosas manos deciden publicar cualquier inédito (pobre tolkien!) o la correspondencia o lo que sea? ni qué hablar de todas las barrabasadas que guarda un disco duro.  en "escrituras del yo", idea vilariño -a través de ana inés larre borges- explica por qué fue incapaz, en vida, de quemar sus diarios y su correspondencia (vale la pena leer ese artículo, perfecto). es tan acertada su exposición, que fue una iluminación tajante. nadie puede quemar toda una vida, tomos y tomos de palabrejas, apuntes y tonterías, porque es como convertirse en bonzo sin un motivo muy altruista, pero quiere asegurarse de una especie de fuego que hará otro. así que no puede hacerlo, pero teme que alguien, alguna vez, lea (y se da cuenta de que ese temor, salvo excepciones, como las de gide o flaubert en ciertas partes de su correspondencia o incluso proust, son bastante comunes en escribidores de diarios, adicción sobre la que el psicoanálisis no ha expuesto demasiados motivos, pero ya será tema de coloquios interdisciplinarios). va más allá de eso, tiene algo de ética proyectada. vayan las intimidades propias, de las que uno se hace cargo. pero las de los demás? y ya se sabe que las iniciales no son un misterio para nadie. alcanza con leer los diarios comentados de wittgenstein (o los de kafka o los de virginia woolf), que además estaban cifrados, para darse cuenta de que no es posible ocultar nada. y no es que uno se crea wittgenstein, pero en la viña del señor -así, dicho por un ateo- hay de todo. entonces hay que hacer un testamento. dejar la casa ordenada, cada cosa en su lugar y que otro se haga cargo de encender el fósforo. pues resulta que un testamento no es algo tan sencillo. hay fórmulas, obligaciones, y se necesitan tres testigos. cómo se consiguen testigos a medianoche? pues aparecen, y los testigos aceptan, pensando que es una especie de broma. cuando llega la hora de firmar, se dan cuenta de que es en serio. antes dicen: no se te ocurra morirte en la mitad del semestre. después de firmar, en  ausencia del testamentario, y a la vuelta, agregan: pero era en serio! pues sí, nadie hace un testamento en broma! (además de pienso, cuesta dinero) pues bien, hecho el testamento queda la gran duda, que instaló el señor kafka, cuando su voluntad fue burlada por su amigo del alma, max brod. dice la leyenda que kafka le pidió a brod que quemara todo y no publicara nada. brod le aseguró que lo haría, y no bien muerto kafka -por suerte- todo fue editado. el testamentario no es kafka, por supuesto, ni su amigo es max brod (una pena). pero se instala la pregunta: y quién se ocupa de que las condiciones del testamento sean fielmente cumplidas y supervisadas? ah, los escribanos han pensado en todo. existe la figura del albacea. el albacea es una especie de sargento incorruptible, con una vara en la mano, que comprueba que el deseo último del testamentario se cumpla cabalmente, hasta las últimas consecuencias. así que el testamentario debe decidir, en su lista de amistades y conocidos (y también enemigos, por qué no) cuál de ellos puede asumir ese rol, quizá mañana, quizá dentro de muchos años, cuando incluso el testamentario se haya olvidado de que dejó un testamento. pues aparece un albacea, que también debe firmar. alguien que, como caballero de la edad media, y sin espada en el hombro mediante, se compromete a eso: cuidar que la última voluntad se cumpla. bien, todo queda resuelto unas horas antes del viaje. pero no hay accidente, no hay muertos, hay todo lo contrario, un enorme saludo a la vida. y el testamento permanece, impoluto.

llegada la mudanza, el testamentario decide ocuparse personalmente de embalar sus propias intimidades. y, por supuesto, porque es ateo y dios no existe, las empaca mal. pésimamente mal, porque de embalajes y mudanzas sabe tanto como de bonsai. pero no se da cuenta. llega el rudo proletariado, que de intimidades y correspondencias no entiende nada ni debe entender, carga con las cajas - con ollas, con libros, con papeles, con cajas de té, con tonterías de todo tipo y color- y las empieza a subir por una ventana.

y entonces ocurre.
 la caja que responde al testamento, la que ha suscitado esa última voluntad custodiada por un cancerbero más dantesco que el de dante, se desfonda. vuelan por la acera y en el jardín vecino, cientos de papelitos y papeles, cuadernos partidos en dos, anotaciones, fotografías, recuerdos de viajes y todo eso que no vale nada más que para uno mismo, vuela y parece que serrat está cantando en el fondo, y el rudo proletariado no repara en el asunto, pero el testamentario sí, que aúlla como si fueran las joyas de la corona, los lingotes perdidos del capitán blood, la cara oculta de la luna. entonces, el rudo proletariado, en un esfuerzo sobrehumano por complacer a la mudante que se ha convertido en araña pollito, deja todo y corretea atrás de papelitos y papelones, aquí y allá, y el testamentario que ha sobrevivido a un accidente que no llegó, desde la ventana, convertido en inspector del gusano loco, dice que lo más importante ha caído en el jardín del vecino. y ellos, que no han hecho todavía la revolución rusa ni han espantado a los rusos blancos ni tomado el palacio de invierno, ni leído el manifiesto, ni parece que vayan a hacerlo ya, ideologías muertas mediante, se trepan a la reja que nos separa del caserón del vecino -una réplica de castillito de la cenicienta- en cuyo hermoso jardín, cuidado, podado, regado y reverdecido, campean los papelitos en cuestión.

se trepan, violan la verja, violan las seguridades inalámbricas y entonces estalla la alarma. a las cuatro de la tarde explota una alarma que indica que hay intrusos en una finca. ellos son los intrusos, y el que lo ha ordenado es el testamentario que se muda. qué hacer? una alarma insoportable como todas las alarmas del mundo, del planeta, del universo, que taladra los oídos y, atea también, no sabe lo que es la compasión. me miran, los miro. nada de preocuparse por alarmas, el deber supone recoger cada cuestioncita de esas, que, frágiles, todas desafían las leyes de la gravedad y revolotean entre flores y más flores. uno dice:
-no importa, la cámara nos filmó, pero estamos de mudanza, y ella lo vio todo.
el otro agrega:- callate la boca, y desconectá el botón.

los botones se desconectan, lección del día.

la alarma se silencia y ellos recogen incluso boletos capicúa que no sé bien cómo llegaron a la caja de la vida privada, esa que debe ser quemada algún día si la cobardía no se vuelve valiente.

entregan todo y el testamentario  respira aliviado. pero, oh, faltan un par de tomos de los cuadernitos rojos! el que tiene albacea (cuestión no menor, vamos) reclama:
 - dónde están? es lo más importante de todo.

uno dice:
-los pusimos en aquella caja (lejos, lejos, lejos de la ventana).

el testamentario dice, ordena, clama:
-me dan la caja ya.

el hombre se encoge de hombros; supongo que cada mudanza tendrá su personaje. ellos ya fueron los míos cuando pensaron que el cuadro representaba a montevideo bombardeada durante el golpe de estado. ahora yo soy el de ellos. pero menos literario y menos lisonjero, seguramente.

ahora hay un cajón lleno de estúpidos papelitos, que no valen nada, salvo para el testamentario, que debe ordenar de algún modo. si el invierno es largo y tedioso, será un pasatiempo más. a quién se le ocurre mudarse, a quién guarduar todas estas cosas? menos mal que dios no existe, si no, lo castigaría a uno por pedante. y que dios le dé ánimos al heredero universal y sentido de humor al albacea, y confiemos en que los testigos sobrevivan al testamentario. el testamentario, mi fuente, se olvidó de averiguar si debía nombrar suplentes, en caso de que fallecieran antes que el testamentario, como en el fútbol.

clasificadores de basura

tengo ante mí el currículum vitae de guillermo (omito el apellido a propósito), 35 años, recién llegado al país después de 15 años de trabajar en ciudad popayán, colombia, muy cerca de la frontera con ecuador (y según wikipedia, de las ciudades más antiguas de colombia, de las mejor conservadas, con cerca de 300 mil habitantes y a unos 600 km de bogotá). y qué hacía guillermo en popayán, conocida como la ciudad blanca? pues era asistente y auxiliar en una radio, porque siempre quiso ser periodista, pese a que sólo terminó el segundo año de secundaria. allí trabajaba y desde allí ayudaba a la familia, humilde, que vive en bella italia. el padre falleció en febrero, y la madre -ama de casa- y la hermana -madre, a su vez, de dos niños chicos- no pudieron sostenerse solas y  él llegó a dar una mano. hace ocho meses que está y trabaja como clasificador de basura. no tiene carro, ni bicicleta ni otra cosa que la tracción humana. los años de secundaria -escasos dos años- y los de trabajo en la radio lo hacen un buen conversador, respetuoso, con un lejano cantito colombiano, un riguroso tratamiento de usted. prolijo, limpio, se ofrece de la nada a dar una mano cuando un amigo y yo pretendemos deshacernos de innumerables cantidades de basura de la mudanza: cajas, telas, bolsas, restos de artefactos; en fin, todo eso que de pronto deja de formar parte de la vida y cobra vida propia. es de noche, el contenedor no está cerca; vamos y venimos y de pronto aparece guillermo. nos ofrece ayuda, dice que sabe cómo poner la basura -los trastos, las maderas, las cajas de cartón, y el resto, lo inútil- en el contenedor para que otros compañeros se beneficien. efectivamente, sabe hacerlo. es ordenado y rápido. para cuando queremos acordar, aquello parece que nunca hubiera ocurrido. entonces le agradecemos y él nos da un papelito con su nombre y un número de teléfono. dice, señora, si aparece algo más, me llama, que yo vengo y me ocupo. nos despedimos; ha refrescado y dan ganas de estar dentro de una casa. él se regresa caminando, me entero al día siguiente, porque no sólo no comió, sino que tampoco tiene dinero para pagar el boleto. cuántas horas hay que caminar hasta llegar a bella italia? muchas, supongo, y con hambre y cansancio han de ser muchas más.

la basura vuelve a acumularse y miramos con desazón todo ese montón, que ya incluye pequeños muebles, algún cuadro que no ha sobrevivido a la mudanza, y todo tipo de enseres. y si llamamos a guillermo? capaz que le sirve. dice que vendrá dentro de dos horas, y es puntual como un alemán. mira todo, calibra cómo trasladar todo eso en el ómnibus -el 405 lo deja a algunas cuadras- hace dos pilas, decide qué se lleva en este primer viaje. sonríe. intenta conseguir un carro, pero no hay. así que dice que seguramente venga con la hermana, más tarde. le damos dinero para los boletos, y algo para que coma, puesto que sigue sin hacerlo. y tres horas más tarde llega con natalia, la hermana, muy joven, muy agradable y mesurada en el hablar. ayuda al hermano y se organiza incluso mejor que él para llevarse todo. entonces guillermo me da el curriculum y una fotocopia con los aportes al bps de sus años de trabajo en uruguay. le digo que intente terminar secundaria en un nocturno para adultos, así después puede entrar a la utu y cursar comunicación, que es lo que quiere hacer. él dice que averiguará, pero que también quiere volver a colombia, porque en la radio lo esperan con un contrato y trabajo seguro y firme, y de ese modo puede ayudar a la familia.

- no me avergüenzo del trabajo que hago - dice, -pero no me gusta ni quiero ser clasificador. soy honesto, mis padres me educaron en valores, eso que a la sociedad tanto le falta ahora. muchos creen que por trabajar en esto y por vivir donde vivimos, no somos de fiar. pero hay de todo en todas partes; sólo quiero ayudar a mi madre y a mi hermana, y después volver a colombia, a trabajar en la radio. es lo que me gusta hacer.

- tengo pasaporte y volver a colombia, por tierra, me cuesta 450 dólares. demoro una semana, y llego. estoy juntando el dinero para eso.

(ni falta hace hacer cuentas; para unos, 450 dólares son el futuro y la solución; para otros, un pantalón de marca, un par de botas de marca, un celular de marca, una cena de marca) 

los acompañamos; es de noche, tienen un par de horas por delante, y me pregunto cómo se las ingeniarán con todos esos paquetes en el 405. les hacemos adiós con la mano y ellos devuelven el saludo, cargados y sonrientes.

ojalá consiga un trabajo distinto, que esté de acuerdo a su experiencia laboral. ojalá la familia salga adelante y pueda volver a colombia, a trabajar en la radio.

y si alguien sabe de un trabajo, avise.