que la sexualidad y el género cambiaron radicalmente, y que vivimos en un mundo otro en relación con este asunto y con los vínculos y los afectos asociados a la ruptura de la heterosexualidad como patrón de conducta, no puede caberle la menor duda a nadie. incluso si alguien quisiera negarlo, y se asiera a la balsa de la heterosexualidad y dijera que de todos modos el mundo y la sociedad bienpensante se basan en esa construcción, no se estaría dando cuenta de hasta qué punto se equivoca y corre el riesgo de perder el tren.
en particular, sin embargo, y dejando de lado los transgéneros -los más radicales, por ejemplo-, o las diferencias entre transformistas, travestis y trans- hay un asunto que me parece no menor y es hasta qué punto quienes se creen libres de prejuicios y abiertos de mente no se dan cuenta de cómo la heteronormatividad los sigue encorsetando.
el caso es el siguiente: una mujer se saca una fotografía junto a un varón, que la abraza levemente por los hombros. el abrazo no es ni lascivo, ni amoroso, ni sensual. podría decirse que es un abrazo entre dos seres humanos. la foto, sin embargo, ocasiona malestar. algunos, cuando la ven, se sienten ofendidos y piensan que la mujer ha obrado mal. sospechan y de inmediato piensan mal de ella. se instala la suspicacia. entre un hombre y una mujer, parecen pensar, sólo puede ocurrir una cosa.
(pensamiento que limita tanto las posibilidades de cualquier vínculo humano que asusta)
esa misma mujer se saca una fotografía junto a otra mujer, que la abraza levemente por los hombros. sin embargo, nadie duda de que entre ambas no "ocurre" nada. a nadie se le pasa por la cabeza que esas mujeres pueden, por ejemplo, tener una relación.
es decir: se instala la diferencia entre "mujer abrazada por hombre" y "mujer abrazada por mujer" en un imaginario colectivo, una diferencia ni dicha ni explicitada, pero que se ha instalado en el sentido común, y desde allí opera.
¿por qué no?
porque la heteronormatividad también opaca, ignora y discrimina la homosexualidad o la bisexualidad femeninas. vale decir, ningún hombre, en su sano juicio, se escandalizaría si su mujer (esposa, novia, amante, o lo que fuera) se tomara una fotografía abrazada a otra mujer, porque no se le pasaría por la cabeza la posibilidad de que su mujer pudiera tener alguna inclinación homosexual o bisexual o, como también con ironía le he escuchado decir a un gay amigo, ser heterocuriosa (dícese de los heterosexuales que sienten curiosidad por la homosexualidad y hacen la prueba, para saciarla).
el lesbianismo, desde tiempos inmemoriales, ha sido, de las elecciones sexuales, quizá la más opacada y discriminada ostensiblemente. no sólo eso, sino que los propios heterosexuales han construido, en su torno, el mito del menage a trois, en el que el hombre -el rey de la selva- se divierte con dos mujeres y disfruta -vouyeur- de los interecambios amorosos de las dos féminas, sin que eso a nadie le parezca mal o chocante.
piénsese en la situación inversa: a una mujer que se acuesta con dos hombres a la vez, y que disfruta de ver el vínculo homosexual de ambos, ¿de qué se la tildaría? la perversión sería el menor de los juicios.
entonces, por más que haya hombres que declaren que no discriminan a la mujer, que aceptan la decisión sobre la sexualidad de cada uno, que toleran cualquier forma de relación, en el fondo, siguen dentro del corsé de la heteronorma, sin darse cuenta de hasta qué punto, ante una fotografía como la descrita someramente antes, sólo ven esa construcción pequeñoburguesa, del macho dominante, que es dueño de la mujer, no importa en qué circunstancias ni situación, y que siente minada su masculinidad ante la visión de otro macho, no importa si, como es el caso de este ejemplo, el macho que abraza es visible y declaradamente homosexual. tanto ciega la heteronormatividad a las personas, que oculta lo que está a la vista y hace cometer errores irreparables, amén de no darse cuenta de que el tema de la fotografía, su belleza, nada tenían que ver con el abrazo del hombre y la mujer retratados, sino con lo que había detrás. allí estaba la acción, allí estaba la belleza. la heteronormatividad, entonces, no sólo limita la percepción sobre lo humano, sino que inhabilita a que la sensibilidad se desorrolle y se despliegue o se la disfrute.
en particular, sin embargo, y dejando de lado los transgéneros -los más radicales, por ejemplo-, o las diferencias entre transformistas, travestis y trans- hay un asunto que me parece no menor y es hasta qué punto quienes se creen libres de prejuicios y abiertos de mente no se dan cuenta de cómo la heteronormatividad los sigue encorsetando.
el caso es el siguiente: una mujer se saca una fotografía junto a un varón, que la abraza levemente por los hombros. el abrazo no es ni lascivo, ni amoroso, ni sensual. podría decirse que es un abrazo entre dos seres humanos. la foto, sin embargo, ocasiona malestar. algunos, cuando la ven, se sienten ofendidos y piensan que la mujer ha obrado mal. sospechan y de inmediato piensan mal de ella. se instala la suspicacia. entre un hombre y una mujer, parecen pensar, sólo puede ocurrir una cosa.
(pensamiento que limita tanto las posibilidades de cualquier vínculo humano que asusta)
esa misma mujer se saca una fotografía junto a otra mujer, que la abraza levemente por los hombros. sin embargo, nadie duda de que entre ambas no "ocurre" nada. a nadie se le pasa por la cabeza que esas mujeres pueden, por ejemplo, tener una relación.
es decir: se instala la diferencia entre "mujer abrazada por hombre" y "mujer abrazada por mujer" en un imaginario colectivo, una diferencia ni dicha ni explicitada, pero que se ha instalado en el sentido común, y desde allí opera.
¿por qué no?
porque la heteronormatividad también opaca, ignora y discrimina la homosexualidad o la bisexualidad femeninas. vale decir, ningún hombre, en su sano juicio, se escandalizaría si su mujer (esposa, novia, amante, o lo que fuera) se tomara una fotografía abrazada a otra mujer, porque no se le pasaría por la cabeza la posibilidad de que su mujer pudiera tener alguna inclinación homosexual o bisexual o, como también con ironía le he escuchado decir a un gay amigo, ser heterocuriosa (dícese de los heterosexuales que sienten curiosidad por la homosexualidad y hacen la prueba, para saciarla).
el lesbianismo, desde tiempos inmemoriales, ha sido, de las elecciones sexuales, quizá la más opacada y discriminada ostensiblemente. no sólo eso, sino que los propios heterosexuales han construido, en su torno, el mito del menage a trois, en el que el hombre -el rey de la selva- se divierte con dos mujeres y disfruta -vouyeur- de los interecambios amorosos de las dos féminas, sin que eso a nadie le parezca mal o chocante.
piénsese en la situación inversa: a una mujer que se acuesta con dos hombres a la vez, y que disfruta de ver el vínculo homosexual de ambos, ¿de qué se la tildaría? la perversión sería el menor de los juicios.
entonces, por más que haya hombres que declaren que no discriminan a la mujer, que aceptan la decisión sobre la sexualidad de cada uno, que toleran cualquier forma de relación, en el fondo, siguen dentro del corsé de la heteronorma, sin darse cuenta de hasta qué punto, ante una fotografía como la descrita someramente antes, sólo ven esa construcción pequeñoburguesa, del macho dominante, que es dueño de la mujer, no importa en qué circunstancias ni situación, y que siente minada su masculinidad ante la visión de otro macho, no importa si, como es el caso de este ejemplo, el macho que abraza es visible y declaradamente homosexual. tanto ciega la heteronormatividad a las personas, que oculta lo que está a la vista y hace cometer errores irreparables, amén de no darse cuenta de que el tema de la fotografía, su belleza, nada tenían que ver con el abrazo del hombre y la mujer retratados, sino con lo que había detrás. allí estaba la acción, allí estaba la belleza. la heteronormatividad, entonces, no sólo limita la percepción sobre lo humano, sino que inhabilita a que la sensibilidad se desorrolle y se despliegue o se la disfrute.