jueves, 30 de octubre de 2014

algo llamado heteronormatividad

que la sexualidad y el género cambiaron radicalmente, y que vivimos en un mundo otro en relación con este asunto y con los vínculos y los afectos asociados a la ruptura de la heterosexualidad como patrón de conducta, no puede caberle la menor duda a nadie. incluso si alguien quisiera negarlo, y se asiera a la balsa de la heterosexualidad y dijera que de todos modos el mundo y la sociedad bienpensante se basan en esa construcción, no se estaría dando cuenta de hasta qué punto se equivoca y corre el riesgo de perder el tren.

en particular, sin embargo, y dejando de lado los transgéneros -los más radicales, por ejemplo-, o las diferencias entre transformistas, travestis y trans- hay un asunto que me parece no menor y es hasta qué punto quienes se creen libres de prejuicios y abiertos de mente no se dan cuenta de cómo la heteronormatividad los sigue encorsetando.

el caso es el siguiente: una mujer se saca una fotografía junto a un varón, que la abraza levemente por los hombros. el abrazo no es ni lascivo, ni amoroso, ni sensual. podría decirse que es un abrazo entre dos seres humanos. la foto, sin embargo, ocasiona malestar. algunos, cuando la ven, se sienten ofendidos y piensan que la mujer ha obrado mal. sospechan y de inmediato piensan mal de ella. se instala la suspicacia. entre un hombre y una mujer, parecen pensar, sólo puede ocurrir una cosa.

(pensamiento que limita tanto las posibilidades de cualquier vínculo humano que asusta)


esa misma mujer se saca una fotografía junto a otra mujer, que la abraza levemente por los hombros. sin embargo, nadie duda de  que entre ambas no "ocurre" nada. a nadie se le pasa por la cabeza que esas mujeres pueden, por ejemplo, tener una relación.

es decir: se instala la diferencia entre "mujer abrazada por hombre" y "mujer abrazada por mujer" en un imaginario colectivo, una diferencia ni dicha ni explicitada, pero que se ha instalado en el sentido común, y desde allí opera.

¿por qué no?

porque la heteronormatividad también opaca, ignora y discrimina la homosexualidad o la bisexualidad femeninas. vale decir, ningún hombre, en su sano juicio, se escandalizaría si su mujer (esposa, novia, amante, o lo que fuera) se tomara una fotografía abrazada a otra mujer, porque no se le pasaría por la cabeza la posibilidad de que su mujer pudiera tener alguna inclinación homosexual o bisexual o, como también con ironía le he escuchado decir a un gay amigo, ser heterocuriosa (dícese de los heterosexuales que sienten curiosidad por la homosexualidad y hacen la prueba, para saciarla).

el lesbianismo, desde tiempos inmemoriales, ha sido, de las elecciones sexuales, quizá la más opacada y discriminada ostensiblemente. no sólo eso, sino que los propios heterosexuales han construido, en su torno, el mito del menage a trois, en el que el hombre -el rey de la selva- se divierte con dos mujeres y disfruta -vouyeur- de los interecambios amorosos de las dos féminas, sin que eso a nadie le parezca mal o chocante.

piénsese en la situación inversa: a una mujer que se acuesta con dos hombres a la vez, y que disfruta de ver el vínculo homosexual de ambos, ¿de qué se la tildaría? la perversión sería el menor de los juicios.

entonces, por más que haya hombres que declaren que no discriminan a la mujer, que aceptan la decisión sobre la sexualidad de cada uno, que toleran cualquier forma de relación, en el fondo, siguen dentro del corsé de la heteronorma, sin darse cuenta de hasta qué punto, ante una fotografía como la descrita someramente antes, sólo ven esa construcción pequeñoburguesa, del macho dominante, que es dueño de la mujer, no importa en qué circunstancias ni situación, y que siente minada su masculinidad ante la visión de otro macho, no importa si, como es el caso de este ejemplo, el macho que abraza es visible y declaradamente homosexual. tanto ciega la heteronormatividad a las personas, que oculta lo que está a la vista y hace cometer errores irreparables, amén de no darse cuenta de que el tema de la fotografía, su belleza, nada tenían que ver con el abrazo del hombre y la mujer retratados, sino con lo que había detrás. allí estaba la acción, allí estaba la belleza. la heteronormatividad, entonces, no sólo limita la percepción sobre lo humano, sino que inhabilita a que la sensibilidad se desorrolle y se despliegue o se la disfrute.

miércoles, 22 de octubre de 2014

chañaral, segundo día: cuando el gato félix se quedó en la prisión

después de la visita a mantoverde -explotación minera de cobre a cielo abierto, lo que aratirí quiere hacer en nuestro país, y que en nuestra visita indigna a cada uno de nosotros, que ve los resultados, la explotación, etc- cuatro de nosotras: gloria, de perú; Judith, de colombia; marcela, de bolivia, y quien esto escribe- atraviesan parte del desierto con omar, para ir a la prisión -la gendarmería- a tener un encuentro con un grupo de reclusos -hombres y mujeres- que han participado durante un año en un taller de escritura creativa a cargo del infatigable omar. la travesía por las carreteras más solitarias que nunca, con un sol inclemente- hace un rato apenas vimos un arco iris crecer de la nada y con la curvatura al revés que, dicen, es señal de tormenta solar en alguna parte- con una conversación a media voz sobre los españoles que cruzaron estos parajes y masacraron indios y culturas a su paso, desemboca, después de pasar por el salado -una de las zonas más pobres que uno pueda imaginar, a la que se ingresa por el camposanto- llegamos a la prisión (aquí le dicen gendarmería). nos abren después de un buen rato. nos guían y debemos dejar pertenencias. para evitar el trámite del registro, nos dicen que amontonemos las carteras, los celulares y los documentos en un cuartito. luego nos hacen pasar a donde están las celdas -algunas- y donde viven -o como sea que esto se llama- los reclusos. dos policías bromean en forma un poco subida de tono, y cuando me ven, se disculpan.

- todo bien- es lo único que se me ocurre decir.

no sé qué hay antes, si la literatura o la realidad. pues lo que veo -y lamento no tener una cámara de fotos- es lo más parecido a "el beso de la mujer araña" en su versión provincial. también, y antes de recorrer el pasillo, en una de las celdas hay tres reclusos con esposas y grilletes, uno de ellos con un corte en la frente, y varios gendarmes ante la reja. nos esperan. no ellos, los de las esposas, sino quienes se interesan por la escritura. hace calor, mucho calor, y el beso arañesco es esplendoroso. alguien que se acaba de duchar cruza un terreno que parece un campamento, apenas cubierto por una toalla. en todas partes cuelgan cosas que alguna fueron prendas, y hay cosas otras, que no se sabe qué son. algunos nos miran, y de pronto tomo conciencia de que somos cuatro mujeres. en un rincón, tres mujeres esperan. mujeres, aunque debería decir jóvenes. una tiene unos ojos negros y un cabello lustroso, que en cualquier baile de la capital haría suspirar al más recio; otra es lánguida y viste de fucsia; una tercera tiene cara de nadie, y me da pena. pero están en un rincón.

nos hacen pasar a un salón de clase, y en el pizarrón hay fórmulas de ecuaciones de segundo grado. hace mucho calor, mucho calor, y el polvo del desierto se ha metido por todas partes y es molesto. de a uno entran los reclusos. las últimas son las mujeres. omar pregunta por los cochambinos, los que cayeron por ser mulas y que jamás reciben visita. "los de chile", aclara, "alguna vez reciben a familiares. los de bolivia están solos". hablamos de que esto es fruto de la pobreza, de la miseria. para acabar con esto hay que resolver la pobreza. les cuento del "sí a la baja", antes de entrar al salón.

hay un recluso alto, de ojos claros, el brazo tatuado, que dice que se dio cuenta de que para escribir hay que tener sentimientos, y mucho dolor. entonces tomo la palabra y hablo del dolor. qué significa el dolor, y qué hacen las palabras con el dolor. él hace preguntas, y tímidamente otros se animan a hablar también. hablo de que el dolor es personal, pero que la literatura lo convierte en universal, y que al ser compartido, a través de lo poético, se transforma. entienden y asienten. le pregunto cómo se llama. "Álvaro", dice, "soy de santiago". dice que antes la vida era otra, pero que tomó por un mal camino. nadie pregunta cuál. en el fondo, hay una pareja. una de las jóvenes está de la mano de un joven. el taller es el único momento que tienen para estar juntos, porque están enamorados, "son pololos", aclara alguien. sigue la conversación.

los miro. me miran. entonces les digo que no hay un aquí y un allá; un nosotros aquí que escribimos, y un ellos encerrados. que hay autores que han sido reclusos durante mucho tiempo, que la literatura no registra demasiados, pero que busquen. les menciono a genet, no sé por qué, y pienso, tampoco sé por qué, en figares. me digo que figares debería estar aquí, hablando con ellos. les digo que lean a autores que han pasado tiempo en la cárcel. no me refiero a presos políticos, me refiero a presos como ellos, que han cometido delitos, y a los que la gente no  mira a los ojos y desprecia. las cuatro estamos allí, y marcela se emociona porque hay cuatro que son de su tierra. entonces, de pronto, Álvaro me dice. ¿me regalas el gato Félix? es un pin que llevo conmigo a todas partes, desde hace muchos años. le digo que debo preguntar si puedo dárselo, porque tiene un pincho. él comprende y no insiste. por fin se termina la charla. salimos. nos despedimos. Álvaro no dice nada. me acerco a un gendarme y le pregunto si hay problemas en que le regale el pin del gato Félix a un recluso, a Álvaro, que ha dicho que escribir le ha cambiado la vida.

- no hay problema -dice, después de que se lo muestro.

entonces lo busco y se lo tiendo.

- me han dicho que puedes quedártelo -aclaro y le sonrío.
- no es para mí! es para mi hijo, adora al gato Félix.

no sé qué decir.
le doy un beso y le digo que me escriba.

ahora hay guardias, más que antes. y pronto vemos por qué.
los reos que están engrillados y esposados salen, entre varios policías, arrastrando los pies, haciendo ruido metálico con las cadenas, y me pregunto si es realidad lo que estoy viendo o si me lo estoy figurando, trastornada por la resolana del desierto. pero sí es verdad.

los reclusos vuelven a sus carpas, a su lugar arañesco. y nosotros salimos a la vida extramuros.
nadie habla. no hay de qué hablar. no hay qué decir.

no, no, no. esta no es la solución. no importa qué hayan hecho. un ser humano no puede vivir así.
pero, me digo, al menos, estos que conocimos hoy, han encontrado algo en la escritura. pero y los que no encuentran nada?

omar se despide de ellos: siempre para adelante; siempre mirar para adelante, tener esperanza, luchar.

 

lunes, 20 de octubre de 2014

chañaral, primer día, octubre 2014

15 horas de viaje en tur-bus, con choferes que se alternan y asistentes que nos dan jugo, mantas, una almohada liliputiense, en una ruta que parcialmente está en reparación, lo que enlentece la marcha. el día desaparece, y la gran ventana parece la pantalla de un cine en la que sólo se ven la noche, la oscuridad y las estrellas. pronto baja el frío, ese frío que no se va con nada, ni siquiera con el pisco que guardo en un termo que gentilmente me prestó etual (con devolución). cada tanto, el bus se detiene en la mitad de la nada, y sube gente, que en la negrura de la noche no tiene rostro. en algún momento nos detenemos en ovalle, en coquimbo, en la serena, que es la última estación (a tres horas) de destino. los choferes me cuidan, supongo que será porque ya no hay mujeres a bordo y salgo, cada vez, empecinada a fumar y a tomar café hirviendo que se vende en las estaciones tan perdidas como todo lo demás. y después amanece y ya faltan 150 km y la ruta transcurre entre la cordillera, a la derecha, y el océano, a la izquierda. y sólo hay viento y los insectos que cada tanto se revientan contra el vidrio, y más viento, y arena y algunas casuchas repartidas, cerradas, mirando las serranías; otras, mirando el mar. y entramos en el pueblo y un aluvión de recuerdos se tropiezan nomás bajo del bus. busco el hotel. así conozco a Judit, poeta de cali, simpática, que dice tener un marido comprensivo, porque ella viaja mucho con su poesía, y ahora faltará de casa un mes completo, pero él la espera. así lo dice, orgullosa, de su marido, de una hija que es doctoranda en educación, y de ser pensionista y por lo tanto libre. habla hasta por los codos mientras yo trato de despertarme y voy a por otro café en la cafetería de la planta alta, y en todas partes hay espantosos, antipáticos, antihumanos carteles de "no fumadores". sonamos. pero la gente es amable y se puede fumar en la calle, en el frío y el silencio de un pueblo que trepa las colinas y que aún no despierta. después a la biblioteca, donde hay dos o tres poetas que ya llegaron para el encuentro que comienza mañana, y el organizador, el circunspecto y respetado líder de la comunidad, omar monroy, con la infaltable boina y una mirada que siempre tiene como una nube de tristeza. dice que almorzaremos juntos y que se sumará más gente. están heber, de la república de durazno, y su mujer, alicia; judit; belén, que viene de un pueblito de minas gerais, y pedro, un poeta y director de periódico local, de pelo teñido de cobre a rabiar, pero muy simpático. hay que ponerse al día. se habla un poco de política, pero se recomienda no discutir, para no perder la compostura. omar, antes, me ha preguntado qué ocurrirá con nuestras elecciones. parece estar bastante al tanto. benjamín león llega a la medianoche, y gloria mendoza borda, mañana temprano. roberto resendiz no viene, está en colombia; también se espera a edna, que llega mañana. otros están repartidos en otros encuentros. omar me dice en voz baja que los poetas viajan más que los escritores, y le digo que la ventaja de los poetas es que pueden leer, pero que un novelista no puede hacerlo, por lo tanto no reviste el menor atractivo para nadie (los poetas parecen muy sociables y charlatanes; sospecho que los escritores somos tímidos y un poco misántropos). me intereso por el programa con los reclusos y le digo que me gustaría participar. pues de inmediato dice de ir hasta la prisión, que está por aquí cerca, para concretar la visita. es un edificio enrejado, claro, pero sin guardias a la vista, tocamos timbre y alguien abre un candado, omar se presenta, y entre saludo aquí y saludo allá, nos recibe el capitán, un hombre afable y  muy joven, que está a cargo de la gendarmería desde hace un año. le pregunto de quién depende y dice que del ministerio de justicia. antes estuvo en Santiago y luego en Copiapó; en Santiago la población carcelaria era de 1300; en Copiapó de 600 y aquí de 250, "acá estoy tranquilo", aclara y sonríe.   de una oficina a la otra, omar va invitando a todos a la inauguración del encuentro, mañana martes, a las 20 horas, en el salón de la municipalidad, y todos asienten encantados, y por fin el capitán dice que podemos trabajar con los reclusos el miércoles por la tarde. seremos tres los escritores. pregunto de dónde son, qué han hecho, y se me dice que son hombres y mujeres, algunos bolivianos que son -o fueron- mulas, y los atraparon, y otros delincuentes, la mayoría "arrepentida". parecen estar integrados a la prisión, y se me ocurre que los dos hombres y con sendos tatuajes que saludé y que estaban moviendo muebles, no eran guardias de civil sino reclusos.

después, me deja en el hotel, y salgo a caminar. el pueblo está igual. tan silencioso y colorido como lo recordaba, la misma botillería, la misma plaza, los mismos perros sucios y lastimados, el mismo mercado, la misma heladería, la misma librería eternamente cerrada, y la estatua del violinista en una ochava. entro en una tienda de abarrotes, donde hay literalmene tanta cosa, que parece macondo. estoy a punto de comprar una crema de caracol contra no sé qué mal, y otra de serpiente, buena para no sé qué. pero supongo que en el aeropuerto no la verán con  buenos ojos, y la dejo en el estante. y después hay otras cosas -sí, cosas-, pero no sabría decir para qué sirven, cómo se llaman o qué son, y el dependiente no tiene cara de muchos amigos como para que lo atosigue a preguntas.

en un muro cuelga un cartel:







y a su lado, el kiosco que vende comida para llevar, que se llama "la tentación y el bajón" me sigue sorprendiendo, porque no me pongo de acuerdo sobre el significado. la iglesia presbiteriana es apenas un cartel colgado de una reja oxidada (hacen falta los comentarios de William rouge, pero este año no viene, una pena, poeta loco de medellín), detrás de la cual hay un baldío (la adventista podría ser la catedral) y la catedral, donde se celebrará el te deum con los representantes de los tres poderes (civil, militar, eclesiástico) luce un poco descascarada y poco creíble. no sé si habrá mezquita, sinagoga o ashram. pero todo es posible en chañaral.

 

domingo, 19 de octubre de 2014

pianos en santiago

Según La Tercera del 18 de octubre de 2013, "la actividad ha sido traída a Chile por Mall Plaza Egaña y apoyada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, donde cada piano ha sido intervenido por artistas como Totoy Zamudio, Nicolás Echeñique, Lorena Rocco, José Yutrovich, Margarita Garcés, Santos Guerra y Macarena Matte". A un año de instalado el proyecto, los pianos son esculturas-pinturas-sonoras, y la gente se sienta y toca. Así, se descubrió que había muchísimas personas amantes de la música, que no dudaban en sentarse en parques, plazas o esquinas, a tocar.






Así, ha habido simples transeúntes que han ofrecido verdaderos conciertos con obras de Eric Satie, o más cercano en el tiempo, Emerson-Lake&Palmer.




Ese fue el caso de un sin techo, Freddy, que asombró a los peatones, que descubrieron su talento y su sensibilidad.

El proyecto surgió en Birmingham, y los pianos "viajan" por el mundo y se instalan en distintas ciudades que se suman a él. Ya ha estado en 37 ciudades. Sería interesante que Montevideo se anotara en la lista (seguramente haya una lista en alguna parte) y empezaran a aparecer los pianos pintados por artistas como Fermín, Seveso, Mendizábal, Bassi y con las caricaturas de Jaime Clara. ¿Y si juntamos firmas para que vengan?

sábado, 18 de octubre de 2014

the clinic berlín oriental en santiago de chile

Ñuñoa plaza

es como estar en Berlín oriental.
el clinic bar, en Jorge Washington 58, es el lugar en el que es imposible no sentirse en casa.
hay una tele, claro. pero qué pasa la tele? las tapas del periódico the clinic, de izquierda alternativa, ácido, irónico, duro, interesante. nada de tinelli, fútbol o pasarelas. no. se habla de política y de ideología, esa rara avis en los tiempos que corren.

en el pub hay un área para fumadores. allí nos quedamos y bebemos y charlamos y tomamos fotografías. nada de selfies. por favor. la realidad es mucho más interesante que el ombligo. curioso. los afiches ponen en evidencia la banalidad que todos hemos terminado de dar por buena por olvido de lo que no es banalidad. el menú, que simula un tabloide y que me llevo con autorización de la camarera, combina los tragos y las picadas con noticias y editoriales de la política local que no tienen desperdicio. para alimentar la memoria: copetín "estadio nacional: -o te vai detenido o desaparecido-" o "conflicto en siria, mujeres bombas se quejan: nos sentimos explotadas". así se bebe, así se piensa.
así también se guía una forma de estar. el boliche es cultura, ¿o no?

Ñuñoa es una comunidad curiosa, entre providencia (clase media que quiere ser alta) y la reyna (clase media baja que parece clase media, estamos en chile) que aún mantiene algunas casas de la época, pero que el boom edilicio destruyó pese a las protestas de los vecinos. sin embargo, en Ñuñoa hay mucho y pasan muchas cosas. hay vida cultural, boliches, gente que piensa y no sabe a dónde ir con su pensamiento; y está el mencionado bar que no tiene problemas en tener libros y una hoz y un martillo, y en el baño de damas burlarse de don Pinochet y de piñera cuando uno tira de la cadena ya sabemos en qué circunstancias.
la música es buena. el vino es bueno y los parroquianos son de la putísima.

sorpresas te da la vida, dijo blades, y tiene razón. y escuchamos "loca" de chico Trujillo, que es una versión tanguera de lo que no llegará nunca a ser tango, porque acá no hay tango, pero en este lugar debería de haberlo.

viva la resistencia en Ñuñoa! 

aeropuerto de carrasco


La tribu del fuego

Aeropuerto de carrasco

Antes, pasar encendedores en los aeropuertos era relativamente sencillo. Cuando digo antes, me refiero a hace unos pocos meses. Lo he hecho, sin problemas, en lugares tan dispares como china, alemania, gran bretaña, camboya, grecia, perú, argentina, chile y dios sabe cuántos otros que ya no recuerdo.

Pues han mejorado los dispositivos de seguridad, en un país que parece desconocer el asunto. En el aeropuerto de carrasco, que hasta ahora me parecía de los que menos atención le prestaban a la seguridad, descubrieron mis dos reservas de yesca! Claro que el oficial de la fuerza aérea fue muy simpático –tenía acento de la frontera- y se que las RRPP llegaron a las armas,  y también bromeó con una mujer que llevaba en la cartera alcohol en gel y ella dijo que no era para beber y él respondió:

-          Soy alcohólico anónimo.
No pude menos que intervenir:

-          Más vale borracho conocido que alcohólico anónimo.
A lo cual el oficial agregó un comentario, le condonó el alcohol en gel, pero se quedó con mis dos encendedores.

En este aeropuerto, sin embargo, hay alguien gentil - y buen negociante- que abrió un pub con una terraza en donde se puede fumar, terraza bajo una terraza que hace dudar eso de "al aire libre", pero nos salva. Los dueños incluyen ceniceros, encendedores y fósforos, para los viciosos, pero henos aquí que alguien se llevó el encendedor y la caja de fósforos, por lo tanto no hay cómo encender el desgraciado cigarrillo. Bien. ¿Qué hacer? Pues que hay un solitario samaritano fumando, al que le pido fuego. Él hombre me da. Le pregunto cómo hizo para burlar al nuevo instrumental tecnológico-que-detecta-viciosos-empedernidos (y no terroristas!) y me dice que tuvo suerte, que lo metió en la mochila. Vaya, pienso, es como responder a la pregunta de dónde esconder a un elefante. Pues bien a la vista, para que todos lo vean y nadie piense que está escondido. Un elefante entre elefantes es lo menos escondido que hay.  Me da fuego, se levanta y se va. Dios, pienso, el único fuego que tengo es el de mi brasa. Habrá que alimentarlo.

Fuego a mantener vivo, fumo uno atrás del otro, para mantener la brasa con vida. Entran, de a uno, fumadores que también escondieron mal sus encendedores y me piden fuego. Así que les digo: cuiden la brasa, es lo único que hay.

Y de pronto esto parece una cueva de Altamira, con una tribu de cro magnones, cuidando el fuego (el lar, dirían los griegos siglos más tarde), y es eso. Me he convertido en la dadora de brasa, en múltiples idiomas. Resulta, entonces, cierto: el fuego nuclea hombres y mujeres, como en una babel, cuya única liason es esta: fumar en paz en un mundo que considera al fumador casi tan peligroso como un leproso o un portador de ébola. Todos nos tenemos simpatía. Incluso al que tampoco tiene cigarrillos, al que convido con amplio placer.

Y después me levanto, después de comprobar que los fumadores tienen sus cigarrillos encendidos y voy al free shop. No vende encendedores, por supuesto.

Ya en migraciones, en Santiago, la cola se divide en tres: residentes, turistas, pasajeros que vienen de áfrica (por el ébola). no sé qué les hacen en el cuartito. será para la siguiente entrada de este blog.