lunes, 12 de agosto de 2013

postales platenses (hola, roberto arlt)

el hotel queda en 49 entre 14 y 15, a dos cuadras de la catedral.
a media cuadra hay una suerte de parking donde antes seguramente había una casona antigua, con un muro blanquísimo en el que se lee: la música no hace daño. y delante de ese muro, a plena luz del día, 2 de la tarde de una tarde soleada y tibia, hay un jovencito, imberbe, flaquito (sí, sobran los diminutivos), haciendo un grafiti. es enorme (el grafiti). en rojo, azul, blanco y negro. me llama la atención porque tiene un lápiz en la oreja y porque es delgado y pálido. me lo quedo observando. entonces me da como un poco de cortedad y le pregunto:
- ¿te puedo mirar trabajar?
- claro.

observo. la mitad ya está delineada, se lee claramente "caso". recuerdo haber visto esto en otras paredes en muros de la plata (también recuerdo grafitis alemanes que son una maravilla). le pregunto:
- ¿qué significa "caso"?
- caso soy yo.

me muestra un cuaderno con el boceto del grafiti.

- calculé mal y traje poca tinta- dice.
- ah, tú sos caso. hay muchos grafitis tuyos, los he visto.

se sonroja un poco, lo que menos parece es un grafitero, y pienso en un compañero del curso, matías, que estudia las intervenciones artísticas en los espacios urbanos. ¿conocerá a caso? ¿conocerá el caso?

caso sigue pintando su arte; hay gente que pasa a su lado y ni lo mira. la única que parece verlo soy yo. alguien me ha dicho que estoy en la zona de tribunales, de los leguleyos, los abogados y tal. será por eso que a nadie le importa lo que pinte caso. el asunto es que él sigue exprimiendo su aerosol hasta que el color negro se termina, pero de todos modos hace un sombreado interesante. no me animo a preguntarle por qué lo único que hace es poner su apodo, su nombre o como se llame lo que es caso. fumo mientras él dibuja. a unos metros, hay una verdulería de un peruano al que le he comprado alguna cosa. me saluda con amabilidad. le digo a caso que tengo un hijo que también hizo grafitis, pero no le importa, o no me escucha, o le debe de parecer una estupidez supina. tiene razón. a quién puede importarle. le agradezco que me haya prestado atención y dejado ver cómo hace su arte, y me dice "chau" y eso es todo. en la esquina hay un restaurante de sushi y varios trajeados; algunos canosos, otros más jóvenes. si me guío por lo que me dijeron, son abogados o similar. escucho un fragmento de la conversación:
- vamos al restó -dice uno de voz joven.
el veterano responde:
-mirá el pendejo dándome órdenes. dónde está el turco.

(recuerdo el artículo leído en paparazzi sobre la pelea entre lanata y rial y me parece todo muy absurdo, pero comprensible) (mucha gente "pro" lee paparazzi, me entero luego)

pero van adonde dijo el joven, que parece salido de una publicidad de armani. el veterano es veterano y me da un poco de pena. unas cuadras más adelante, un boliviano me vende varios cartones de marlboro. es un quiosco diminuto en el que no caben dos personas, y que, además, vende algo de verdura. es extraño. a la vuelta, una boutique de vinos muy coqueta, donde suena soda estéreo a todo dar, y donde los precios son surrealistas. compro un sacacorchos no chino y algo de vino. y después voy a bambuc (sí, así, no se sabe por qué), un self-service chino que tiene comida china y un jardín zen que no se puede usar, pero que es una belleza. el dueño ya me conoce, me parece, porque le pregunto si me puedo sentar en su mesa a almorzar y me dice:
- en diez minutos cierro.
- como rápido - le digo, y es cierto.

allí se respira una paz distinta. hay bambús plantados, y una fuente y unas campanas que suenan con levedad, y habla en chino con el cocinero, y su comida es rica y sana, y le agradezco que me dejara sentarme allí, entre libros y papeles, y él sólo se ríe cuando le digo "xie xie ni"; sentada en esa mesita mirando por la ventana el jardín zen y los bambús resplandecientes y leyendo a castoriadis y tratando entender de qué se trata entender, termino de comer la comida china y me despido y le digo: mingtian lai, que quiere decir: mañana vuelvo, y se ríe y alza el pulgar, a lo yanki, y me da una profunda tristeza. pienso en cuánto le debe de haber costado adaptarse a esto, a esta manera de ser, a combinar el tofu y el chow mein con las milanesas de pollo y los flanes con dulce de leche, y en qué idioma pensará cuando piensa. recuerdo entonces beijing y cuán solidarios son los chinos cuando detectan a un desgraciado, cosa que en ese momento claramente represento. así que le agradezco doblemente. y recuerdo al chino qiu, en mataró, que viene de zheijiang, provincia que nadie conoce, pero en donde se paga en euros, porque la mayoría de los padres de familia viajó a españa a trabajar y tiene hijos que envían a china para que los abuelos les enseñen el chino y la cultura que en mataró no aprenden. pienso en qiu, en su esposa e hijas, que conocí hace tan poco, y que me regalaron un algo chino, porque sintieron que podía comprenderlos. pienso en las migraciones y en los territorios y en que esto de ir y venir por tantos lugares sólo muestra que lo que una vez lao tsé o alguien similar dijo: si quieres escribir sobre el mundo, dedícate a escribir sobre tu aldea. tofu, poeta chino sobre el que conocemos poco en occidente, se dedicó a escribir sobre su aldea, y retrató el mundo. un peruano, guillermo dañino, lo ha traducido, y vale la pena leerlo.
y todo eso en una mañana en la plata, mientras uno fuma y se pregunta qué demonios es la vida y cómo vivirla. por fin, luciana y angie, en la facultad, me dicen que tenemos que sentarnos en el fondo, porque tienen mate. les digo:
- en mis clases, los que se sientan al fondo son los que están más desatentos.
- acá es por el mate, y porque no sabemos si la materia nos va a interesar. podemos disimular.

pero la materia nos atrapa, disentimos, asentimos, discutimos, y tomamos mate. y la yerba argentina de pronto sabe bien; acaban de tener elecciones, se entiende poco (yo, al menos), pero como somos el hermano menor, el hijo de la provincia que no fue, no hay problema.

hace frío a la salida, y, tal como dijo la docente, llega un punto en que uno quiere sumergirse en la corriente y alienarse. dejar de ser. no preocuparse más. al menos hasta el siguiente día.