viernes, 27 de enero de 2012

frankfurt am main, primer día

desde bonn a frankfurt en el meno (suena espantoso en español), si se toma el tren "no-rápido", se gana en belleza. la vía corre paralela al rin, y uno puede ver que entre el rin (transporte fluvial) y las vías del tren, se ha construido una autopista, de modo que están cubiertas las tres formas de transporte. el rin es el rin, y por lo tanto es hermoso; serpentea, orgulloso y dan ganas de recorrerlo, aun en invierno. las pequeñas ciudades y los pueblos alternan con pequeños puertos y lugares industriales, pero siempre están el río y las colinas que le dan el contorno. aquí y allá hay fortalezas, no suficientemente importantes ni vistosas como para que sean remodeladas y convertidas en sitios de interés turístico, pero basta con ver los murallones y las torres con las ventanas minúsculas como para imaginar la edad media, las invasiones, los señores y los vasallos que se protegían de vaya a saber qué invasores, y las leyendas del río. la mitología del río, que tiene que ver con el oro del rin, el anillo de los nibelungos, sigfried y brunhilde, los dioses: odin.toda aquella poesía que uno estudió en el liceo.

sí, el río serpentea, está muy crecido, hay árboles comidos en las laderas, y que cada tanto se asome el sol no cambia en nada la fuerza que tiene. los barcos con mercancías vienen y van, y los caseríos, con una iglesia copuda en alguna parte, surgen naturalmente, para después desaparecer. cómo se vive en semejante lugar? qué tanto peso tienen la historia y la geografía? capaz que a nadie le importa, solo a alguien que creció leyendo sobre estos lugares.

el tren se acerca a frankfurt. gran sorpresa cuando hay una estación únicamente destinada a la opel. vaya con la opel. ¿cuánta gente vive aquí, cuánta trabaja? impresiona. es la opel, pero de todos modos llama la atención. luego viene la estación del aeropuerto; ya el rin se alejó y estamos en zona urbana. y por fin frankfurt am main. por si queda alguna duda, surge en lo alto el "bleistift", un edificio que es idéntico a un lápiz faber. es para mi el icono y la constatación de que he llegado. hace frío, mucho frío y la estación es grande. adiós a la estación de bonn, que tenía cinco andenes, todos parejitos, todos fáciles. aquí hay mucho movimiento. no es como en hamburg, donde con música clásica un intendente logró que los heroinónamos se alejaran (parece que ese tipo de música no se lleva bien con la heroína); acá hay de todo. una gitana ofrece no qué cosa y dos agentes de seguridad en seguida se le acercan para disuadirla. mio hermano me dice que acá a los outsiders les compran un ticket de tren y los mandan a otra ciudad, donde hay centros curativos similares, en todo caso, lejos de acá. pero no es un lugar acogedor. no bien nos encontramos en el andén 2, me dice que tenemos entradas para la ópera, para ver "el ocaso de los dioses", de wagner, la tercera parte de la trilogía. me cambio el abrigo y las medias en el andén, para no lucir tan zaparrastroza, y vamos a la ópera, un edificio moderno, en la plaza willy brandt, donde acampan los ocupas. un conjunto bastante amplio de tiendas y carpas, con pasacalles y afiches de protesta, porque allí se encuentran las sedes de los bancos más importantes. pienso que ser anticapitalista en invierno no es sencillo, pero la protesta no entiende de estaciones;el capitalismo tampoco, y seguramente y a la larga, el capitalismo dará un paso atrás. siempre lo hace, aunque lo disfrace de otra cosa, o lo niegue. si no lo hiciera, dejaría de ser lo que es. en definitiva, necesita al ser humano, le guste o no.
llegamos a la ópera, y hay una gran cola. debemos esperar. la obra dura seis horas, con dos intervalos. se trata de una prueba general, pero el público es público, y la obra es obra. magnífica. para quien sepa de escenografía, seguramente disfrutará más que yo. sin embargo, uno rescata cosas: el escenario es una gran superficie circular que se descompone en círculos que cambian de altura, y gira, cada anillo, en sentido anverso al otro; de modo que hay un arriba y un abajo desigual y un ir y venir desparejo. no hay telón, y de pronto comienza. primer acto, presentación. es un poco lento; y da la impresión de que quien interpreta a sigfried cuida la voz. pero pronto eso da paso a la obra en sí. wagner es wagner. impresiona. ¿en qué pensaba? ¿por qué escribió esta trilogía? aun para alguien que se precia de hablar alemán, es difícil de comprender. ni siquiera los subtítulos son de gran ayuda: wagner escribe su texto en forma de poema, en alemán antiguo, y con palabras inventadas. así y todo, el mito es conocido, y por más conocido que sea, uno se queda atrapado por los cantantes, por la puesta, por la tensión narrativa. en definitiva, el héroe natural, sigfrido, enamorado de brunhilda, cae en una lamentable trampa, se olvida de brunhilda, se promete con gudrun, cuyos hermanos desean el famoso anillo de los nibelungos, su futuro cuñado, hermano de gudrun, se lleva a brunhilda, quien, sin saber que sigfried ha sido vilmente engañado, diseña su muerte. sigfried muere por la espalda, y brunhilda en algún momento se da cuenta de la trampa  y hace su declaración (quizá wagner es el padre del teleteatro, vaya uno a saber). lo interesante es que está ambientada en el presente, que los cantantes son los de la ópera de frankfurt, la orquesta suena muy bien, las luces son las que transforman el escenario en río o campo, y las partes en que aparecen multitudes sobre el escenario -el coro- ponen la piel de gallina. el final es apoteósico, y sin que uno se dé cuenta, en un palco junto al escenario, aparecen los viejos dioses, que asisten al gran final con un aspecto y unas miradas que impresionan. uno siente un poco de pena por ellos, y no deja de recordar a mircea eliade.

seis horas de ópera que se pasan como si nada... terminamos la noche en un local típico de hessen, una taberna donde se toma vino de manzana (no me gustó nada), donde se comparten las mesas como en el viejo lobizón de la calle cuareim, y donde se come lo más típico de todo. las milanesas se llaman schnitzel, y no pido ese plato. con la música de wagner en los oídos, uno desea otro tipo de comida.

(a propos wagner, injustamente acusado de nazi. imposible que lo fuera, su vida va de 1813 a 1883. tuvo la desgracia, sí, de que el fúhrer amara su música y tomara un poco de su germanismo como ejemplo o como leitmotiv de su ideología. y también, porque los parientes de wagner se relacionaron con el sr. hitler. pobre señor wagner. tomó el mito del anillo de los nibelungos y aquí y allá cambió y adaptó algunos asuntos -los padres de sigfrido son mellizos! (vaya con el incesto). pero su obra es impresionante, la parte musical del "ocaso de los dioses" es realmente portentosa, y es gracioso darse cuenta de las partes que forman parte, valga la redundancia, de star wars - eso recuerdo yo- y mi hermano insiste con que también es telón musical en apocalypsis now. en todo caso, wagner es grandioso, y se merece un buen estudio)
la ciudad nos recibe con una especie de agua nieve, que, al otro día, se habrá convertido en nevada, y que hará las calles resbalosas y llenas de suspicacia.
frankfurt me gusta. está llena de contrastes, de cosas inesperadas.


franfurt-Lab

un poco alejado del centro, está este "centro", que se funda por iniciativa del "ensemble modern", " la academia de teatro de hessen", "la escuela superior de música y artes escenográficas de frankfurt", de la "casa de la cultura mousonturm" y de la "compañía forsythe", en el año 2009. me recuerda a cualquier institución alemana, cuadrada, con pasillos y ventanas, un poco bauhaus, con perdón de los especialistas. sin embargo, aloja algo intersantísimo. aquí no sólo se experimenta, interdisciplinariamente, sino que se llevan adelante proyectos creativos, vinculados al teatro, la danza, la música y disciplinas que mezclan todo eso, con grupos internacionales, que también invitan a estudiantes avanzados en las distintas artes a que presenten sus trabajos. es un verdadero laboratorio creativo. los artistas conocidos se mezclan o supervisan o asisten a proyectos noveles; la investigación, la producción y la puesta en escena son los objetivos principales del lab. entonces, en la sala 1, de 650 metros, con capacidad para 400 personas, se está preparando una presentación relacionada con la energía atómica; están ensayando la proyección y la participación de distintos actores-bailarines; son jóvenes y se les ve el entusiasmo. en la sala 2, un poco más pequeña, se ensaya una obra de teatro, que claramente no está en un estadio tan avanzado como la anterior; todavía está la mesa de trabajo y discusión, un enorme pizarrón con anotaciones, y, cuando entramos, un actor joven recita su parlamento, dando vueltas y vueltas en círculo por la sala. en alguna parte suena un piano triste. afuera está gris, llovizna y hace frío. tomamos un café en la cocina, y quien dirige todo esto, sabine, se queja de que no todos lavan las tazas después de tomar el café. sí, pienso, los artistas rara vez perciben las tazas sucias, y está bien que alguien se lo señale, si no, se convertiría todo esto en un caos. pero qué fantástico que exista esta posibilidad. sobre todo porque las instituciones que forman parte del franfurt-lab no son menores, sino mayores, y esto que han fundado habla de su vocación artística por encima de todo.

volver a la ciudad cuesta. no es que estemos tan lejos, apenas un par de paradas, quince minutos en tranvía; pero quizá sí lejos de la capital financiera, banquera, comercial que es frankfurt. se nota en el transporte. en otras ciudades, alterna gente de traje y corbata, mujeres en tailleur y extranjeros, con empleados. acá, el tranvía está repleto de trabajadores extranjeros. es que, según entiendo, la mayoría anda en auto o en bicicleta (dos declaraciones de principio) y el resto, los más o menos desgraciados usan el tranvía. sea como sea, sin la fortaleza económica de esta ciudad,  la cultura no florecería, no tendría un lugar. habrá que pensar que los nuevos mecenas son las marcas.

en el tranvia se apiña la gente; quizá no sabe que el frankfur-lab existe; o quizá no le importa, o quizá no sé. para uno, es magnífico. y dan ganas de quedarse a uno de los estrenos.

el tranvía atraviesa buena parte de la ciudad rumbo al centro, y cruza lo que podría ser 8 de octubre, pero en manos de turcos, paquistaníes y orientales en general.así que es pintoresco. las voces en el tranvía, donde se mezclan el turco, el polaco, el ruso y otro montón de lenguas que desconozco, son las que llevan el rito. hay menos alemán. ¿estoy en alemania o dónde? pienso en günter grass.

capaz que nadie sabe, capaz que ya no importa demasiado. una vez las fronteras abiertas, la gente se mezcla. la cultura también. y ese desafío es lo que importa, lo que llama la atención, y de cuyo cruce salen obras verdaderamente interesantes. de todos modos, uno se acuerda del no-lugar.

martes, 24 de enero de 2012

siempre se vuelve a bonn

cuando la conocí por primera vez, todavía era capital de la república federal, el cuerpo diplomático tenía sus embajadas y casonas aquí, las fundaciones importantes, su sede (algunas todavía permanecen aquí), en el aire había olor a rancios funcionarios públicos, los yuppies se apuraban por las calles, y uno estaba, además, en la ciudad que tan bien describió john le carré en una pequeña ciudad en alemania, un libro bellísimo, por cierto.
aquella primera vez, bonn me impresionó mucho. era la primavera tardía, los días se alargaban hasta las once de la noche, todo florecía, y el rin y los parques y bosques de los alrededores parecían salidos de libros ilustrados.
sí, bonn tiene algo. para muchos, sin embargo, decir que a uno le gusta mucho esta ciudad es casi un pecado. los argumentos que esgrimen para semejante aseveración son pobres. que es chica, provinciana, conservadora, con una vida cultural poco interesante. que ahora que ya no es capital, ha perdido lo poco que tenía.

volver a bonn es como regresar a casa. nomás el tamaño a escala humana de la estación de tren resulta agradable. no hay escaleras mecánicas, hay una panadería, una cafetería, hay pocos andenes, y la gente no anda a las apuradas. en la salida de la estación hay un döner (tienda de comida turca al paso), y el empedrado parece ser el mismo de siempre. qué la hace tan especial para mí? el rin, naturalmente. ese río que alguna vez estuvo muerto por la contaminación y que después volvió a vivir, por donde se ven pasar barcos y embarcaciones de todo tipo. en el lado sur, bonn-beul luce las casas menos pretenciosas, rodeadas de árboles; y más atrás, detrás del puente recientemente terminado, está el siebengebirge, un parque natural, que siempre me hace pensar en los cuentos de hadas de la infancia. nunca vi las cumbres sin un halo de niebla cubriéndolas un poco; ni siquiera en días de sol. por algún motivo que desconozco, siebengebirge es sinónimo de goehte y de wagner. asociación libre.

hay una rambla que acompaña la ribera del rin, que hoy está muy crecido. ha llovido bastante, pero además se ha derretido nieve en alguna parte, en alguna de las montañas suizas, y esa agua termina por llegar al río. la subida es notoria, y el río fluye con fuerza, arrastra troncos y ramas consigo. achim y yo caminamos y tomamos fotografías. pasamos por la universidad y el parque, por la iglesia que en navidad da maravillosos conciertos de música sacra, y nos adentramos en las calles adoquinadas que desembocan en la ciudad vieja (que es menos impresionante y "real" que la que está más al sur). allí, en un área no demasiado grande, hay casas de tres pisos, que ya tienen más de cien años, en cuyos alféiceres se ven floreros o velas, y que de noche, cuando se encienden las luces, dan la sensación de un tapiz vivo. también hay tiendas, quioscos, tabacalerías, y cualquier cantidad de gente en los cafés. achim me invita a uno en que, dice, se bebe el mejor espresso de la ciudad, preparado por italianos. no sé si es el mejor, pero en todo caso, pedimos un cappuchino y el que lo prepara hace un cuadro con la leche. en mi taza, un gran corazón; en la de achim, un arbolito. me pongo de pie para ver cómo hace semejante belleza, y el hombre dice que hay un campeonato mundial de decoradores de leche en el cappuchino, que él ha participado. y por si no le creemos, nos prepara otro. la leche, esta vez, dibuja un osito, cuyas orejas, incluso, sobresalen de la superficie. que todo esto esté acompañado de dulces almendrados solo mejora el asunto. entonces me doy cuenta de lo que me ha llamado la atención en todas las ciudades que he visitado: existe la tradición de tomar un café en un café (algunos parecen confiterías). sí, eso es. pero en todos los cafés hay parroquianos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, disfrutando del café o del cappuchino. algo que, recuerdo de pronto, también ocurría en montevideo, pero que se perdió. tendrá que ver con que ya no quedan cafés que inviten a sentarse (salvo el brasilero o el bacacay...)? una pena realmente. la vida de café invita a conversar, a pensar, a distenderse, a interrumpir el trabajo o lo que sea, y detenerse a disfrutar.

salimos; amenaza con  algo de sol, pero se arrepiente de inmediato y todo vuelve a nublarse. entonces vamos a la librería bouvier, una de las más viejas de la ciudad vieja, que fue recientemente comprada por la cadena de librerías "thalia", que hay en todas las ciudades. en general, thalia es como cualquier librería actual, con lo último de lo último, y alguna cosa más. en el caso de bouvier, decidieron no sólo dejar el nombre, sino seguir, en cierto modo, la tradición libresca. así, en el subsuelo, hay libros de filosofía, teología, religión, comunicación y sociología, y otras ciencias humanas, que ocupan paredes y paredes. y no son caros. buena parte son libros de bolsillo, de suhrkamp o ro-ro-ro, de esos que después no resaltan para nada en un estante, y son todos del mismo tamaño. imposible no acercarse a ver qué hay y dejarse tentar por algunos autores. imposible llevarse todo. habría que mudarse aquí para disfrutar de toda la oferta, lo que uno conoce y lo que (más interesante) es desconocido aún. de inmediato pienso en marisol. seguramente ella me daría buenos consejos sobre qué libros valen la pena.

caminar por las calles angostas que de pronto se abren a una plaza circular en la que se alzan los edificios viejos, o las más modernas boutiques provoca placer. es un lunes de vacaciones, y nos tomamos tiempo. entramos a varias tiendas, solo para ver lo que hay a la venta. ropa, zapatos, adornos, cajas de todos los tamaños, discos, velas, jabones, muñecos, cartucheras con inscripciones ingeniosas, postales. como en cualquier ciudad. ¿por qué entonces esta me gusta tanto?

es la cuarta vez que vengo a bonn, y siempre pienso que alguna vez me dejará de gustar; me dejará de impresionar el rin marrón, me aburrirán la pequeña ciudad vieja, los cafés y los tranvías, los callejones y las avenidas llenas de curvas. sin embargo, es todo lo contrario. reconocer una esquina, una tienda de té, un pequeño restaurant en la plaza; ver cómo el puente, que la última vez estaba a medio construir, está terminado y tiene acumuladores de energía solar para ayudar a proteger el medio ambiente, o el parque frente a la academia de ciencias y otro montón de pequeñeces que a nadie le importan, hace que uno sienta que ha llegado a casa.  y claro, eso se celebra con los amigos y un buen vino regional.

hamburg, la libre

la historia dice que hamburg fue fundada en el siglo IX n.e. cuando el señor carlomagno mandó construir un castillo para vigilar el río elba. ese castillo se llamó hammaburg, y de ahí le viene el nombre. al ser tan antigua, es extensa su historia también, pero desde el principio, por su situación geográfica, atrajo a muchos comerciantes y gente que se dedicaba a la pesca. en 1189, federico barbarroja le otorga la condición de ciudad libre imperial; en 1241 establece una alianza comercial con lübeck, lo que da lugar a la poderosa liga hanseática, de donde le viene el nombre: ciudad libre y hanseática de hamburg. 
a lo largo de los siglos padeció incendios, y fue varias veces arrasada y reconstruida. durante la segunda guerra mundial fue bombardeada por los ingleses y los americanos, que, sin embargo, se cuidaron mucho de no destruir el puerto (hoy el segundo de europa), de importancia estratégica. hamburgo es hermosa. debería llamarse así: ciudad libre y hermosa. 

me resulta difícil describir cómo está diseñada, pero hay el río, donde se alza el puerto, una aussenalster (una especie de lago) y una binnenalster (el mismo lago, pero mucho más chico), que la dividen en dos. si entendí bien, en torno al binnenalster están el centro y la innenstadt, la ciudad vieja, y en torno al aussenalster, los demás barrios y vecindarios. puesta a elegir, el binnenalster y su entorno, y la cercanía del puerto, es lo que más atractivo me resulta. de ese lado también está el ayuntamiento, y un conjunto de plazas-mercado, tiendas y galerías, y viejos edificios (siglo xix) en perfectas condiciones. invita a caminar.

la recorro en auto y durante dos días, bajo lluvia, gracias a la buena disposición de anabel, quien, claramente, adora esta ciudad. las fotos que tomo deberían titularse "detrás de un cristal empañado", pero aun así, la belleza supera la inclemencia, incluso la (escasa) nieve que cae, como si de ese modo quisiera hacerse más misteriosa y difícil. sí, hamburg da ganas de quedarse un tiempo largo. tiene más canales que venecia, así dice, con orgullo, mi amiga, mientras me pasea y me explica todo lo que vemos. en cierto modo desordenado, creo que me da un panorama real. tiene unos 2 millones de habitantes, y si bien es una gran ciudad, no da la impresión de estar superpoblada. en todo caso, parece espaciosa, ventilada,y la imagino verde, y la rambla es extensa e invita a pasear y ver las villas y las casonas, cuyos jardines dan al río.

el puerto, de unos 20 km de largo, está integrado al casco urbano, sobre el río elbe. allí, no sólo se alzan los antiguos depósitos de varios pisos en los que los barcos dejaban las mercancías que traían de todas partes, sino la “hafencity”, un conjunto de edificios de viviendas, bares, mercados, restaurantes (algunos de los mejores están precisamente en el puerto), la futura sede de la filarmónica de hamburg, que le cuesta a la ciudad unos 100 millones de euros y que promete convertirse, cuando esté terminada en 2014, en una de los portentos arquitectónicos más impresionantes.

el puerto es tan limpio y dinámico como la ciudad; en algunos muelles hay barcos-restaurantes; en otros, enormes cruceros, en otros, las grúas cargan y descargan contenedores (hamburg-süd, que conocemos de nuestro mini puerto), hay gente que pasea, visita los distintos museos o algunas tiendas de tapices y alfombras de oriente. hay canales, puentes, hay niños y perros. no hay basura, ni se ven marineros ni soldados; el puerto es de la ciudad, y forma parte de una política urbana que decidió que integrarlo era lo mejor que se podía hacer. en todo caso, la ciudad no le da la espalda al puerto, casi siento que se siente orgullosa de él. en el puerto, también, están los mercados de pescados (las pescaderías, se dice en español), y parece que es un espectáculo venir aquí a las cinco de la mañana a ver descargar la mercadería y comprar el pescado fresco, mientras se bebe un buen café (quedará para otra oportunidad). parece que es costumbre que después de pasar una noche de juerga en la reeperbahn, en sankt pauli, se termine aquí en el mercado.

entre muchos lugares, visitamos el museo de las especies, que, según el folleto, es único en el mundo. se llega a él subiendo unas escaleras angostas y empinadas en uno de los antiguos depósitos del puerto. un cartel en la entrada del edificio dice: museo de las especias. guíese por el olfato. y es que desde abajo se huele. al pagar la entrada se recibe, en lugar de una entrada,  un paquete de buntes pfeffer, pimienta multicolor. y después se ingresa en una aventura visual, olfativa y táctil. sí. en todo el espacio que se divide según regiones y tipos de especias, además de mostrar los diferentes sistemas de producción, hay enormes sacos de alpillera para que el público meta las manos, huela y saboree todo lo expuesto. muchos niños visitan el museo, y hay una intención claramente lúdico-didáctica en la manera de disponer lo que se exhibe. mientras bebemos un vino caliente con canela, vainilla, clavo de olor y jengibre, meto las manos en los distintos sacos, lo que supone una experiencia nueva para mí. ¿quién ha sumergido las manos y la nariz en romero, o en salvia, o en pimienta, o en lo que sea? para quien guste de cocinar, el museo de las especias no tiene desperdicio ni se compara con nada. algunas están a la venta; lamentablemente no hay pimienta de Sichuan, pese a que estaba en exhibición. una vitrina con chiles de distinto tipo; macetas transparentes con plantas de pimienta y otras especias que se producen a partir de bayas; esquemas, afiches explicativos, una réplica de una antigua tienda, con los recipientes de la época y los nombres de las sustancias, todo eso se encuentra allí y más. da gusto caminar, recorrerlo, oler, tocar, sentir, recordar. dan ganas de ponerse a cocinar allí mismo, de experimentar con recetas de distintas partes. en definitiva, salimos del museo con hambre y buen humor. no importa que la lluvia siga, impertérrita, casi impertinente.

sankt pauli
que oscurezca no impide que sigamos el paseo. y nos intermanos por sankt pauli, donde queda la reeperbahn, la calle del sexo, el juego y la “perversión”. así, al menos, los cuentos que nos hacían los amigos alemanes en la adolescencia. hoy, lejanamente me recuerda al sunset boulevard de hollywood, y los peep shows y los cabarets porno que fueran tan bien pintados en “parís-texas” parecen un juego de niños. es domingo, y muchos de los “antros” están cerrados. yo esperaba la sordidez de las anécdotas, de las fotos vistas en revistas pornográficas de antaño. esto tiene el encanto de algo que ya no le llama la atención a nadie, y que se ha convertido en parte del turismo urbano. la gente que camina por las calles ni repara en los anuncios o fotos provocativas, que seguramente no le llegan al tobillo a cualquier página web hard core. pero tiene algo; quizá precisamente la mezcla de madres con niños que viven a la vuelta, mujeres de cabello blanco que vuelven de una confitería y se adentran entre las tiendas de neón rojo y amarillo. sankt pauli me hace acordar a mis compañeros de clase, a algunos profesores que habían vivido en hamburg, y pienso en la inocencia de esta calle del sexo. por supuesto que ninguna de las fotos que tomo podrá transmitir la sensación de nostalgia que me provoca. pero los neones encendidos, las curvilíneas mujeres que se exhiben aquí y allá, los casinos y los bares – en su conjunto un cuadro menos decadente y bello que las vegas, por ejemplo- todavía resultan interesantes. si antes acá venían los marineros y los hombres solos, ahora también es visitado por nosotras.

las viviendas del krameramt

cerca de la iglesia de san miguel hay un callejón donde se construyeron viviendas sociales en el siglo xvii. surge de la casa principal, que da a la calle, que data de 1625. allí dentro se apiña un conjunto de casitas (10 en total)  de dos pisos, con muchísimas ventanas, de tamaño reducido, así como las puertas, que también son chicas, destinadas, en su momento, a las viudas de los krämer (comerciantes) y fueron construidas por la sociedad de comercianes . quizá las viudas eran mujeres menudas, de baja estatura, me imagino al ver las dimensiones del lugar. hoy se ha convertido en un paseo que alberga buenos petit restaurants, una tienda que vende tés perfumados de distintas partes del mundo, otra que vende muñecas y piezas de cerámica o porcelana. el empedrado mojado lo hace más "viejo", y me imagino a las mujeres con cofias y túnicas oscuras charlando entre sí, sacudiendo las mantas, ventilando las habitaciones. hay un grupo de turistas rusos que gesticulan, se ríen, fuman y conversan. yo saco fotos, una vez más, empañadas, empapadas.


de cómo se relacionan el café parís y surimex

Fue fundado en 1882, y es una especie de reliquia concurridísima, donde los mozos hablan tanto alemán como francés, se toma buen café o cappuchino, vino o cerveza; se come (sopas u otros platos), y que para mí es una mezcla del antiguo oro del rin y el sorocabana. da pena que en montevideo esos cafés hayan desaparecido, porque al entrar al café parís, repleto de gente de entre 30 y 70 años, uno se siente en casa. pedimos croissants con jamón y queso, y gladys, una rosarina que vive aquí desde hace muchos años y que nos acompaña en esta tarde fría de domingo, dice que eso es muy uruguayo. pero no, los croissants son más bien parisinos, el jamón es ahumado y el queso es cremoso y muy blanco y no tiene el sabor a queso sándwich o alpa. el cappuchino con la cantidad suficiente de café como para que siente bien.las paredes y el techo del café están decoradas con baldosas de época, y en el techo lucen dos enormes pinturas; las mesas y las sillas (vienesas, quizá) se alinean, de modo que realmente parece salido de una foto en sepia. para entrar al salón debe descorrerse un gran cortinado oscuro, y eso hace la entrada teatral. hay gente que espera para tomar asiento. nosotras esperamos en el mostrador, y luego conseguimos una mesa para tres.  la conversación se desgrana divertida, previa a un lunes laboral. hablan del “surimex”, un supermercado regenteado por federico, un cordobés hijo de uno de los sobrevivientes del graf spee, que retornó a alemania hace tiempo y abrió el mercado, que conoceré al día siguiente, donde compraré yerba y dulce de leche para mi hermano.
efectivamente,  hay yerba canaria, harina pan para hacer arepas, tortillas mexicanas, carne argentina, camarones, y cualquier cantidad de vinos y licores de américa latina y centroamérica. también un pequeño café- bar donde se puede comer o tomar algo. pero lo más interesante, quizá, de surimex, es lo que ocurre los viernes desde hace tres años, y que lamento no haber podido presenciar. a las 8 de la noche se convierte en “boliche” que recibe a latinos y parroquianos de distintas partes, que se reúnen allí para conversar, bailar, beber, en mesas y sillas improvisadas sobre las heladeras que guardan la carne, los pollos o el pescado; y que se transforme en eso, un sitio de diversión y distensión no impide que si entra alguien que quiera comprar algo a las 2 de la mañana no sea debidamente atendido. la fama y el nombre de surimex como fenómeno de cohesión de identidad es conocido en la ciudad. la reunión de los latinos es como se conoce a lo que ocurre los viernes, y hasta ahora coexisten pacíficamente cubanos,  colombianos, uruguayos, argentinos, chilenos, junto a italianos y algún que otro alemán, que llega movido por la curiosidad. hay algunas reglas que parece se han impuesto de modo natural: nadie sabe demasiado bien qué hace el otro, y hay gente muy humilde, alguna incluso sin papeles, que alterna, baila y bebe con arquitectos, ingenieros o abogados. lo principal es el respeto mutuo y el deseo de terminar la semana con una cerveza o un vino, y una salsa o un tango. otro pendiente, me digo, y me prometo pasar un viernes en esta ciudad, la próxima vez.  

el paseo sigue y me llama la atención el tráfico.durante las seis horas que anabel conduce, casi sin detenerse salvo para beber un café o ver algo específico, no se escucha un solo bocinazo, una frenada, no se ve una moto (qué placer!) , y el tráfico fluye por los carriles. los caños de escape de los autos funcionan bien (me explica que de otro modo, un auto no tiene permiso de circulación), de modo que no sólo no hay contaminación sonora, sino tampoco de gas. el runrún suave de los autos forma parte del sonido de la ciudad. y ese sonido parece ser la norma en las distintas ciudades que he conocido: claramente el tráfico no es un rompedero de cabeza, un conjunto de estresados e iracundos conductores que manejan mal, como en montevideo. acá se respetan las señales, a nadie se le ocurre meterse contramano, comerse un semáforo o avivarse en un cruce. es un placer, realmente, y se lo hago notar y se sorprende. es claro, para quien hace treinta años que vive aquí, lo civilizado del tráfico no llama la atención, sino que es como debe ser. así con otras cosas, como la amabilidad en las calles, restaurantes, tiendas y estaciones de trenes: “guten tag; bitte schön; haben sie einen guten abend; bis bald; wie kann ich ihnen helfen”, no son meras fórmulas que se repiten con cara seria y de mal humor o con malos modales, sino que parece ser una forma civil de vivir.  se ve que se ha desarrollado la sensación cívica, el respeto por el otro, la suficiente buena educación que asegura la convivencia.

seguramente quede mucho en el tintero sobre hamburgo; seguramente mis apreciaciones ni siquiera sean originales, pero en todo caso, de las ciudades más hermosas que he visitado; y, si tuviera que elegir entre berlin y hamburg, no lo dudaría. quizá por el río y las alster, por los canales y el puerto; quizá porque el norte me guste más que el centro; en todo caso, y sin haber visitado un solo museo de arte, ni haber tenido tiempo para tomar un tranvía, hamburg invita a visitarla más extensamente.
por eso, cuando después de casi cinco horas de viaje en tren, llego a bonn (mi casa) y me encuentro con achim, que vivió quince años en hamburg, y le digo: tu ciudad me encantó, sonríe ampliamente. y como no lo recuerdo, le pregunto dónde había vivido, y responde: en "altona". claro. cerca, muy cerca del puerto. entonces le comento: ahora comprendo por qué te gustaba tanto montevideo. tienen algo parecido. y así, con esta conversación sobre mis impresiones de hamburg, vuelvo a bonn, una vez más.

lunes, 23 de enero de 2012

hamburg

llueve desde que llegué, hace dos días. pero eso no impide que recorra esta ciudad que crece al pie del río elba,

jueves, 19 de enero de 2012

museo judío,berlín oriental

es una construcción que se "divide" en dos edificios. una propia de fines del siglo xviii y otra del siglo xx, diseñada, pensada, construida por david libeskind, en 1995 y terminado en 1999, el mismo que hizo el ala nueva (revolucionaria) del museo histórico militar de dresden. me explica mi hermano que una vez que este museo estuvo terminado, la gente concurría a verlo vacío y que demoró más de un año en volverse el museo judío. el concepto del ala construida por libeskind es el del "vacío y la ausencia", ya que alberga la historia de dos mil años del los judíos en alemania, y se propone (y lo logra) transmitir precisamente esa sensación de ausencia de un pueblo, y del vacío que deja en la sociedad desde entonces.

es un edificio que debe ser visitado, las palabras sobran. el ala más antigua, entonces, alberga la entrada, el control de seguridad, un gran café-restaurant, la tienda propia del museo (con interesantísimos libros). luego se desciende una escalera y  se ingresa al ala moderna, que lo pone a uno frente a esa cosa espantosa de la incerteza, del mareo, del desconcierto, la incomodidad y cierta angustia existencial: ángulos "inrrectos", planos no lineales, superficies y espacios que son molestos, mínimamente molestos. y tan luego la concepción espacial. tres caminos: el eje de la continuidad, el eje del exilio, el eje del holocausto. el eje de la continuidad cuenta la historia (2000 años) de los judíos en alemania . es muchísima información, pero muchísima, de todo tipo: visual, auditiva, textual. sensorial, en 3D. digamos que es la parte más histórica, que es impresionante en sí misma. el ala de exilio es terrible. se camina por un largo corredor, desigual, desangulado, incómodo y se abre una puerta metálica, pesada. allí se ingresa al jardín del exilio, una superficie en la cual hay columnas rectangulares (con olivos que crecen en los extremos) torcidas, de alturas distintas, dispuestas de modo tal que uno no sabe dónde está ni comprende el código entero del lugar. no llega a ser un laberinto (y eso lo hace más cruel aun) porque es como un ta-te-ti enorme, cuadriculado, pero justamente esa cuadriculación desigual, desangulada, lo hace incomprensible. constantemente se tropieza uno en el piso adoquinado, que contrasta con la lisura impecable de las columnas... y el silencio. uno entra nuevamente al museo un poco liberado de esa experiencia del exilio. recuerda que el exilio es el lugar donde todo se pierde, incluso la noción del yo. entonces se camina hacia la torre del holocausto. qué poco se necesita para decir tanto. se trata de un espacio de unos 24 metros cuadrados de superficie, imposible en su geometría, con negros y grises en las paredes y un techo altísimo, negro, cuya única iluminación proviene de una rendija lateral. se cierra la puerta con un clac seco y uno está allí, solo. la soledad y la claustrofobia y lo imanente son tangibles, y asustan, sobrecogen. uno es, de pronto, cada una de esas victimas que llegó a los hornos y los gases, minimo, diminuto ante el destino que otros diseñaron, pergeñaron, decidieron. la torre del holocausto es la más fuerte de las experiencias que uno puede vivir en relación con la shoa. en todo caso: esto es el exterminio.

el resto del museo, que es amplísimo en cuanto a la historia que toca y la tecnología de la que hace uso para hacerse más vívido (un par de auriculares ante una pared de vidrio oscuro transmiten textos en función de los movimientos de uno), pone de relieve (es mi lectura) que los judíos formaban parte de una sociedad que decidió deshacerse de ellos. pone de manifiesto, clara y crudamente, que de todos esos asesinatos y desapariciones espantosas lo que queda es la ausencia de un pueblo, su cultura, su tradición, que eran indisolublemente aquella europa (y alemania) que es la actual. actualmente la colectividad judía en alemania no es muy numerosa, si bien, según me explica achim, ha habido una inmigración de rusia y de la propia israel. de todos modos, es una comunidad pequeña. el folleto del museo habla de unas cien mil almas, aunque es probable que sean más. no sé cuántos, y en realidad no es importante. cien mil es poco en comparación con los millones que fueron exterminados.  por eso se detiene uno ante la maravillosa sinagoga en berlín oriental, que fue incenciada la noche de los cristales, en 1938, posteriormente bombardeada durante la guerra, y reconstruida en 1966.

 el museo incluye también fragmentos"off the record" del juicio en frankfurt sobre auschwitz y testimonios orales de víctimas sobrevivientes - rumanos, algunos- que ponen la piel de gallina. hay retratos costumbristas, mezuzas, cuadros, libros, fotografías, están adorno, hanna arendt, einstein y todo un conjunto de pensadores, filósofos, poetas, escritores y gente común. todos están allí y uno se siente un poco abrumado. hay un mapa del mundo con banderitas, en cuyo centro está la del tercer reich. uno puede elegir un país, proyectar una flecha y enterarse cómo se comportó ese país con los judíos que pedían refugio. así, es interesante saber que en 1936, uruguay le pedía a los futuros refugiados un certificado de la gestapo (eso significa que reconocía a la gestapo como algo) sobre la buena conducta política, la capacidad para el trabajo. algunos países especificaban que los refugiados desempeñarían tareas en el campo. es interesante comparar con otros países: cantidad de refugiados inmigrados, tipo de requisitos.

salimos del museo bajo una lluvia fría y persistente. en silencio. no se puede estar tres horas en sitio semejante y salir pensando en cantar, como fred aistaire. caminamos. nos alejamos. hubo un grupo de adolescentes insoportable que durante un rato impidió la concentración. no tuve reparos en pedir silencio. vamos, un poco de respeto por la historia. qué me importa quién seas, si alemán o turco. silencio durante un segundo.

entonces vamos a berlín occidental, la berlín que durante años fue signo y forma, la que decía cómo, cuándo y dónde. sinceramente, y después de la prestancia de berlín oriental, la occidental parece poco. parece de plástico, parece salida de un manual. claro que es enorme, amplia, importante, pero le falta "historia", le faltan gusto y un algo que es difícil de definir. la kürfürsentdamm, la avenida principal, que quizá en los setentas fuera algo genial, ahora no deja de ser lo que es, una avenida de plástico (que me perdone el colegio alemán). acá falta algo. tengo que ganas de salirme, de volver al este. de este lado también está el gran barrio turco, en el que durante y cuadras sólo se oye hablar esa lengua, y las tiendas, los cafés y los mercados se apiñan uno junto al otro. en este lugar también está el barrio kreuzberg, que albergara estudiantes y artistas, que todavía hoy es alternativo y alegre. pero volvemos a berlín oriental. es curioso pensar que antes de la caída del muro esto era imposible. qué pronto olvidamos lo que debe de haber sido aquella época, y lo terrible de 1961 cuando apareció la muralla. que la  vemos, lo que queda de ella, en un sector (hay otro, pero está en reparaciones). así que esto es la muralla? uno esperaba ver (yo, al menos) algo así como los muros de una ciudad fortificada de la ciudad media. pero no. esto realmente es un muro. lo que hace la cuestión más perversa aun. de ancho, lo que una pared cualquiera. de alto, da la impresión de no medir más de tres metros. la altura de dos personas altas. suficientemente alta como para que saltar no sea muy cómodo, pero no imposible. dónde estaba "la trampa"? en que había una calle con perros y minas y soldados armados; que si uno lograba burlar todo eso y trepar al muro y saltar, del otro  lado -el occidental- había un río. en la muralla que visitamos, ahora convertida en una obra de arte callejero (entre 1991 y 2009 se invitaron a artistas de todas partes a pintarla, bastante espantoso, la verdad) todo es no se nota, porque ya no hay perros, ni tejidos de alambre, ni muros, ni soldados dispuestos a dispararle al osado. sin embargo, los testimonios quedan. aquí y allá fotos y nombres de quienes no lograron alcanzar el otro lado.
es difícil imaginar ese mundo no hace tanto que dejó de ser. es muy difícil.

después, una vez volvemos a la vida real, mi hermano me dice que debemos comer lo típico berlinés: salchicas con curry y ketchup. no sabe ni cuándo ni cómo se instala como tradición gastronómica. son ricas, no llegan a ser comida chatarra, pero a la media hora me muero de sed. quizá la sal o el picante, en todo caso, esperaba otro tipo de comida típica. y después tomamos muchos tranvías y metros y tranvías, para ver la ciudad occidental. barrios más pudientes, barrios turcos, barrios de inmigrantes, barrios de "alemanes", barrios, coquetos, barrios alternativos. dónde está la diferencia? supongo que en el ir y venir normal de una suerte  de inmigración interna. los edificios son iguales: casas de cuatro o cinco pisos, del siglo xix que terrminan en áticos con techos inclinados, de tejas. qué hace que uno sea mejor que otro? qué hace que allí vayan los turcos, allí los doctores, allí los artistas? no lo sé. pero se nota la diferencia, y la diferencia se nota en las estaciones del tranvía. acá hay muchos alemanes, acá hay turcos, paquistaníes y unos centro americanos de difícil distinción. algunos mestizos, pocos africanos. los olores cambian también. hay un leitmotiv que se repite: vietnam. el olor a la cocina está en todas partes en que hay tiringuitos o restaurantes. lo demás, parece que se modifica cada rato.

entonces, agradezco cuando dejamos el berlín occidental y volvemos al oriental. todo lo que nos enseñaron en el colegio alemán parece estar al revés. me quedo con el este. vemos la sinagoga, nos detenemos a tomar un café en el patio de un edificio; camimanos lentamente por un barrio que se puso de moda y alberga galerías y tiendas de arte; una pareja pasea un perro, sin pretensiones. más allá está un sushi café y después llegamos al hostel. nos encontraremos con conocidos en el gorki café. y durante la cena, con comida rusa, impronunciable, sale el tema del nazismo, de la integración, de la cultura. no es un tema para nada acabado. todavía hay mucho para decir. mi hermano agrega, en determinado momento que la culpa colectiva se convierte en nada, libera al verdadero culpable de su responsabilidad real, vuelve al hecho banal.
me quedo pensando en nosotros, en uruguay. si acá en alemania, y sesenta años después, se sigue discutiendo este tema, si cada día siguen saliendo tantos libros y estudios, ¿qué nos hace suponer a nosotros que de un plumazo todo está resuelto?

pero me queda un resabio amargo en la boca. en el museo judío hay un libro que repasa a los "importantes" que vivieron en berlín. walter benjamin no figura en ninguna parte. en ninguna parte -en el museo tampoco- se habla de su persona. por qué?

berlín oriental

berlín no es walter benjamin, no es bertold brecht, no es kurt weill, no es la unter den linden, no es las alas del deseo.  no es la volskbühne ni el berliner ensamble. berlín no es check point charly ni el muro (lo que queda de él, convertido en una galería de arte callejero). berlín es berlín y es todo eso y mucho más, pero nada que uno pueda imaginar de antemano. es sorprendente.

y no bien llegamos en tren a la estación central y nos reciben el viento, el frío y el movimiento, recuerdo lo leído hace poco (no me acuerdo del título del libro) una tesis doctoral que hace referencia a la constante transformación de berlín. dice el autor (tampoco recuerdo el nombre) que berlín se ha construido sobre la base de textos: discursos de sus habitantes, anuncios y artículos en los periódicos; y que nunca se repite a sí misma. y esa es la impresión que tengo, no bien llegamos. estamos en lo que fue la berlín del este, la de los "rusos", donde ocurre la mayoría de las películas de espías, más duras o más románticas; donde había una vida que fue marcada, en 1961, con el muro. tomamos un bus y nos bajamos en "berlin mitte", que es como un centro cualquiera de una ciudad de 3 millones de habitantes. recuerda, lejanamente a buenos aires, ¿cómo es posible? pues que la arquitectura del siglo xix ya empezaba a volverse internacional. sí, podría ser buenos aires... grandes avenidas, edificios de varios pisos, y mucho movimiento. no, no es buenos aires, pero la capital argentina podría tener un aire berlinés.

nos hospedamos en un hostel, el circus, que es el plan b del hotel circus, que queda enfrente. estamos en la esquina de la avenida de los castaños (lindo nombre). el hostel parece un hotel si lo comparo con los de bolivia o chile. notoriamente se hospedan mochileros jóvenes, pero las áreas de las habitaciones están separadas de las áreas sociales, de modo que salvo la distinción de que el baño es compartido... bien podría ser un hotel. claro que el precio, que no es caro, se recarga si se paga con tarjeta de crédito o en efectivo, y las toallas también suponen 2 euros más, pero bañarse hay que bañarse, sobre todo en berlín.

dejamos las cosas y salimos. objetivo: alexander platz, donde está la torre de la televisión estatal, la que transmitía con fuerza al este. me recuerda la torre de la televisión en beijing, pero mi hermano me dice que la mayoría de las torres de televisión son como ésta. quién sabe. en montevideo, no.

hay algunos sitios que quiero conocer: la avenida unter den linden, la puerta de brandenburgo, el muro (lo que queda él), el museo judío, el famoso check point charly, y los vecindarios.

y eso es lo que hacemos. no importan el frío ni la lluvia que aparece de pronto. estamos en berlín.
es demasiado grande e imponente para mí. hay tranvías, metros, buses, autómoviles, semáforos y cebras, pero a mí me parecen muchísimos más de lo que son. caminamos. según mi hermano, el lado este, el que antaño quedara encerrado en el muro, es mucho más interesante y elegante que el occidental. de hecho, me dice, después de la caída y posterior reconstrucción, el este se volvió mucho más importante que el oeste... y más bonito. buena parte de los grandes edificios emblemáticos están de este lado. así el reichstag, donde está el parlamento alemán (es curioso pensar que sesenta y tantos años después del fin de la segunda guerra, cuando alemania estaba en escombros, se transformó en el primer país de la unión europea, y que es en ese parlamento donde se decide el destino de tantos países y personas), el ministerio de economía y finanzas, un edificio de la época de hitler, en el que flamea, orgullosa, la bandera alemana. también están la catedral, el museo histórico, y las avenidas grandes y amplias. por la unter den linden alcanzamos la puerta de brandenburgo, esa que quise que estuviera en la tapa del señor fischer. sí, impresiona. es al atardecer, y restos de sol, antes de que comience a llover, iluminan la escultura del carro triunfador. a ambos lados, edificios enormes. caminar es lo que hacemos, y sólo nos detenemos a beber algún café o fumar algún cigarrillo (sí, acá también está prohibido fumar en la mayoría de los cafés).

cuando oscurece, cuando se va la luz del sol, entonces pienso que berlín sí me gusta, porque parece el decorado de una película. las luces, el neón, las ventanas iluminadas, los distintos rojos, amarillos y anaranjados de los boliches y cafés del hackescher markt; los patios interiores de las casas de cuatro pisos, que se han convertido en galerías, tiendas de todo tipo, el agua de la lluvia en el empedrado, los faroles de los puentes sobre el río spree, todo eso le da una fisionomía completamente distinta a la diurna. le da el aura que en mi fantasía tiene esta ciudad.

de noche, bebemos vino frío en un café ruso, el gorki park, en recuerdo al parque infantil. allí hay una zona para fumadores lo que, supongo, lo hace más popular. el público es variado; en las paredes se acumulan retratos de la antigua república democrática alemana, y de los soviéticos que vivieron aquí; en blanco y negro (por suerte no son en sepia!), y un menú bilingüe, alemán-ruso. se está bien aquí; un camarero ruso nos atiende y trae las bebidas. en una mesa, dos hombres juegan al ajedrez; en la otra, una pareja gay habla en inglés y coquetea; en otra, dos adolescentes comparten un par de auriculares, se conectan a una laptop, fuman (parece que no tragaran el humo) y escuchan música; en otra, una mujer grande escucha pacientemente a una bastante más joven. me imagino que lo hace con paciencia, como quizá alguna vez alguien la escuchó a ella. por la ventana se ve pasar al tranvía, en una dirección y en la otra. las luces tibias contrastan con los cristales que de a poco se empañan. los ceniceros se llenan de colillas. es hora de irse.

comemos comida libanesa en "babel", en la misma calle de los castaños, donde se apiñan los boliches y cafés más dispares: mexicano, portugués, francés. "babel" hace honor a su nombre; un ruidoso y diminuto cuadrado, con un menú variado, mucho picante, hojas de menta, y un público variopinto. luce un enorme afiche del che guevara, que quizá parezca un poco anacrónico.

cuando salimos, la lluvia está fuerte, realmente, pero no impide que demos una última caminata por el vecindario. calles tranquilas, edificios de varios pisos, ventilados (no se me ocurre otra palabra mejor).

luego hacemos planes para el día siguiente. todavía queda bastante por ver, de mi galería icónica, el muro y el museo judío; y, del lado occidental, el kürfürstendamm (la que fuera la avenida principal, una especie de 18 de julio... arteria principal), la sinagoga que fuera incendiada en la noche de los cristales, y destruida durante un bombardeo, y recuperada en 1966. y seguramente durante el camino aparezcan otros rincones, otras cosas que uno no imagina.

martes, 17 de enero de 2012

nieve, nevada, ventiscas, agua-nieve

la nieve es un fenómeno meteorológico, que consiste en la condensación del vapor de agua a temperaturas iguales o menores al 0 grado, que después se precipita a la tierra. más allá de las latitudes a las que la nieve es posible, las descripciones de las formas geométricas (fractales) de los copos, y los diferentes tipos de nieve que señalan las enciclopedias, se trata de algo hermoso de ver y de escuchar. distingue uno el proceso de la nevada, cuando caen los copos; si no hay viento, se parece a una llovizna más "flaquita" y visible, un sinnúmero de puntos blancos que de a poco van cubriendo ramas, aceras, cornisas, balcones, tejados, personas. los pinos, esos gigantes siempre verdes y erguidos, se vuelven más elegantes, con las ramas súbitamente blancas; el aspecto de algodón tienta a meter la mano allí, pero la textura es otra, helada, áspera, que hace doler los dedos. el jardín que hasta hace dos días resplandecía con el césped verde, parejo, ahora es una superficie blanca, impecable. un tapiz. dan ganas de acostarse allí, porque se imagina uno que el cuerpo se hará un lugar en la nieve, como si fuera el molde de una escultura, y se volverá tibio. urna muerte dulce, dormirse en lo blanco.

en todo caso, el vecindario, las calles aledañas, el bosque, todo luce transformado por la nieve que cayó durante toda la noche. si el bosque sin nieve tenía un aire tristón, casi melancólico, con olor a pino y tierra húmeda, ahora, blanco y brillante, se ha transformado en otro lugar. hasta el pabellón chino, deslucido y vacío, renace con la nieve, cobra prestancia, presencia. se lo ve. es como si la nieve resaltara lo que hasta el momento no llamaba la atención. así, un balcón nevado es una escultura minimalista; tres escalones que conducen a un portal son la entrada a lo onírico; un porche, el refugio del caminante; una ventana iluminada, los ojos vivos que todo lo ven.

claro que el suelo se vuelve resbaladizo, peligrosamente resbaladizo, y el andar se enlentece. en la acera de enfrente, dos maestros de pre-escolares guían a un grupo de niños, vestidos con anoraks multicolores, sombreritos puntiagudos y mochilitas que son un arcoíris. cada uno de los niños se trepa a una montaña de nieve, y una vez en la punta, da saltitos mientras grita encantado. los maestros, con gran paciencia, les dan un golpecito en el hombro y los apuran. "vamos, vamos", parecen decirles. los niños disfrutan, se nota,  y no puedo dejar de tomarles una fotografía: niños multicolores en la nieve.

uno se imagina que la ciudad detendría su marcha, que la gente se quedaría en sus casas... romántica visión desde el tercer piso donde vivo. pero no es así. hasta hay gente paseando a los perros. uno en particular llama la atención. es tan diminuto que las patas traseras son más delgadas que las de un pollo. parece que se va a hundir en la nieve, pero no, casi flota sobre ella. olisquea y mea. el chorrito amarillo desaparece en el fieltro blanco.

de a poco, tantos transeúntes y automóviles afean la blancura, que sólo resplandece únicamente en los jardines, escalinatas y tejados. en las aceras y la calzada se ha vuelto una cosa amarronada, fea, resbalosa y helada. el frío atraviesa los zapatos gruesos, los tres pares de medias y llega al cerebro. imperativo neuronal: regresar a la tibieza de una cocina y disfrutar del espectáculo detrás del cristal. pero antes de entrar y sin que nadie vea, hago un muñequito de nieve de veinte centímetros de alto; con dos piñas minúsculas pergeño los ojos, y le hago una sonrisa un poco torcida. completamente infantil, sí. al rato, ya no quedan rastros de él.

de todos modos, si la temperatura no sube, si sigue bajo cero, la nieve permanecerá en todas partes. espero que hasta que yo me vaya. el tip-tip-tip es un sonido inconfundible e inolvidable.

sábado, 14 de enero de 2012

el weisser hirsch, y otras vistas de dresden

el weisser hirsch (el ciervo blanco), el barrio en que vivo, en la casa de mi hermano,  es una parte de la ciudad, al norte del río elba, en una altura, al pie de la dresdner heide, un bosque-parque. aquí se alzan el antiguo hospital de tuberculosos ( un luftkurort - "lugar de cura de aire") que fuera dirigido por el dr. lahman, y un conjunto de residencias de varios pisos destinadas a los enfermos y al propio lahman (quien murió de tuberculosis a los 50 años); el barrio, además, incluye villas y residencias que mantienen el alma ecléctica de la gran burguesía que las fundó, de enorme interés arquitectónico, artístico, cultural, social. (como solidaria compradora de la rifa de arquitectura, espero que dresden sea uno de los destinos!)

el desarrollo del weisser hirsch está directamente relacionado con los avances científicos y técnicos del siglo xix, que atrajo a algunas personalidades y se enamoraron de la belleza del entorno. y pese a que estamos en el siglo xxi, priman aquí todavía la naturaleza, los paisajes, una cierta nostalgia romántica; avenidas y calles que encierran manzanas con villas y caserones; un buen pasar de aquella época que se estira hasta el presente, después de la renovación (léase caída del muro y posterior bonanza económica, siglo xxi); una elegancia que habla de que lo "viejo" (en este caso, principios de fines del siglo xix) puede más que la practicidad horrible del plástico y el mal gusto del nuevo riquismo, por más que se disfrace.

en la historia del weisser hirsch, alrededor de 1870, se construyen más de 200 villas y residencias veraniegas. y al kurort, llamado fridabad en honor a la hija del dr. lahman, llegan kafka, kokoschka y rilke. pacientes y artistas. aquí, según los testimonios, los caballeros y las damas caminaban sin sombrero, y las conversaciones eran en inglés o ruso. en todo caso, en este lugar se dieron cita el expresionismo, la antroposofía, la medicina natural, el arte y la literatura, que respondían al espíritu de la época. tan moderno era este barrio cuando su apogeo, que incluso tiene -todavía en funcionamiento- un teleférico importado en su momento de suiza.

y eso es lo que uno siente cuando se interna por las calles: lausitzerstr., weisser adlerstr., dostoievskystr., bautznerstr., schillerstr., zeppelinstr., y tantas otras que suben y bajan y desde las que se tiene una hermosa vista. tenemos suerte de que sea invierno, porque podemos ver, no sólo el río elba, sino la dresden del sur, y el perfil del puente der blaue wunder (el milagro azul).

el kurort, con las residencias para los pacientes, incluye el pabellón chino y un pequeño anfiteatro donde se ofrecían conciertos - ¿qué otra cosa puede hacer un tuberculoso cuando intenta curarse?-. y el bosque que lo contiene -la dresdner heide,  literalmente enorme y llega hasta el aeropuerto- es fresco y vivo, seguramente por la levedad del aire.  imaginar esto tal como debió ser en aquellos tiempos  supone rememorar libros de thomas mann o de dostoievsky, o  películas de época.

llama la atención la villa san remo, a la que se accede a través de una escalinata descendente, que da entrada a una casona de varios pisos (524 mt2) rodeada de terrazas enjardinadas, con una torre desde la cual la vista ha de ser portentosa. supuestamente fue habitada por la princesa real luise (1870-1947), y construida alrededor de 1898. a partir de 1938, la villa san remo le perteneció a charles noble, quien inventó la cámara fotográfica conocida como "práctica". la leyenda dice que en la noche del 13 de febrero, noble habría guiado a los aviones aliados desde la torre. lo cierto es que él y su hijo fueron prisioneros de los soviéticos en 1945, según se dice, porque saludaron a las tropas con una bandera norteamericana. viendo la villa, uno se dice que sí, que todo eso es posible, y si no lo fue, no importa. destila un aire encantado y misterioso.

el kurbad y la villa heinrichshof , hoy en bastante mal estado, parecen salidos de un film como psicosis, sin perder su encanto y su elegancia. el antiguo fridabad del dr. lahman,  que ya estaba vacío, fue comprado por un médico de bremen, quien lo transformó en el nuevo hospital de turbeculosos. la villa fue residencia del dr. lahman y su familia hasta su muerte, en 1905.

no es posible pasar revista a cada rincón o villa. pero no se puede dejar de mencionar al parkhotel, de 1914 -cuando alemania se metía en la guerra- por el que pasaron huéspedes como richard strauss, kurt tucholsky o zarah leander, la artista que le cantó a las tropas nazis. aquí, el salón de baile -recuerda al hotel casino carrasco o en cierto modo al hotel argentino de  piriápolis- se hizo famoso por el lujo y la elegancia de los visitantes.

cuando se menciona el eclecticismo arquitectónico, basta con ver la "haus waldesruhe", de inspiración suiza, que parece salida de un almanaque; o la villa matilde, o villa ebert, cada una con su peculiaridad, aunque todas rodeadas de jardines, todas de al menos tres pisos de altura, con los techos de tejas inclinados y las ventanas de los áticos... de todas, la que más me gusta, la que realmente quisiera visitar, es una sin nombre, en mal estado, rodeada de un jardín descuidado, pero que mantiene un encanto extraño, casi poético. me recuerda, aunque suene imposible, a una mezcla de antiguo barrio carrasco con antiguo barrio pocitos con antiguo barrio del prado. cuando los recuerdos de la infancia se imponen, no hay nada que la razón pueda argumentar.

nos metemos entonces por los callejones que descienden -algunos con escalones, otros, no- hasta llegar a la avenida principal, donde tomamos un tranvía que nos lleva a la ribera sur, donde están la villa maría y otro conjunto de edificios y monumentos que quitan el aliento.

sí, se entiende claramente que dresden haya sido capital de un reino, que haya atraído a artistas y filósofos; incluso que haya perdido su calidad de patrimonio de la humanidad por construir un puente nuevo sobre el elba.

se entiende -entiendo- el amor que mi hermano siente por esta ciudad, y que de algún modo me ha transmitido.

viernes, 13 de enero de 2012

guerras

todo un tema, sobre el cual uno vuelve una y otra vez. cuánto menos ancho se hace el mundo, más atroces parecen los conflictos, y más cercanos a la esencia del ser humano. ¿será que realmente la guerra es algo inevitable? tal parece que siempre hubo guerras, y siempre las habrá; más atroces, menos crueles (un eufemismo), más caballerosas (con campos de batalla definidos), más cínicas, más avaras, más devastadoras...

el museo histórico militar de las fuerzas armadas federales en dresden me plantea ese interrogante (y es inevitable recordar a rené girard y su chivo expiatorio, y el camino hacia el mal).este edificio  antiguamente fue un arsenal, del año 1877; en 2011 fue reformado, renovado y se le anexó una especie de ala en metal, una intervención violenta, pero hermosa a la vez,  y se lo convirtió en museo. allí, el visitante, nomás ingresa al enorme espacio exterior, se enfrenta a lo que en realidad no desea. lo recibe un conjunto variado y asfixiante de tanques de guerra, de la antigua armada popular de la república democrática alemana y de la república federal, que se apuntan, unos a otros, y al visitante (recuerda las pistolas colgantes del museo de praga: el civil siempre en la mitad de la contienda). a un lado unos, al otro lado, los otros. ya nomás imaginar a todos esos especies de mamuts y elefantes gigantescos arrasar con ciudades y poblados, asusta. ver  el tamaño real (y nada de películas de guerra) de cada tanque, el tamaño de mi hermano junto a uno de ellos, el calibre de los cañones, darse cuenta de que al golpear esos pedazos de metal no resuena el sonido de una cámara interna de lo macizos que son, da escalofríos, y uno vuelve a recordar lo estudiado en historia, pero a otra escala: real.

ingresamos (hasta febrero la entrada es gratuita) y subimos al cuarto piso, donde empieza la recorrida. la pared del ascensor es ascéptica, de metal casi blanco, y los números se recortan, violentamente, en el metal. los lados laterales del ascensor son ventanas. se ve, no sólo la ciudad, sino también el interior del edificio.

el museo está "intervenido"  de un modo (el arquitecto es daniel libeskin, el mismo que construyó el museo judío en berlín, habrá que verlo) que uno se marea; los ángulos no son exactamente rectos, las paralelas tampoco lo son, las escaleras tienen algo que hacen que uno se sienta inseguro (parece un film expresionista alemán); y cada tanto hay trozos de pasillos construidos en rejilla que permiten ver hacia abajo varios metros de vacío, lo que acrecienta la sensación de inseguridad. y es que es así, ¿para quién es segura la guerra? sólo puede sentirse seguro el que está detrás de un escritorio, ganando fortunas con cada armamento y bombardeo que vende.  mi hermano recuerda un apunte en el libro de sebald, "la historia natural de los bombardeos (no sé cómo se llama el original, esta es una traducción literal: "luftkrieg und literatur"). alguien le pregunta a un responsable de un bombardeo, qué hubiera sucedido si la ciudad se hubiera rendido, si hubiera izado la bandera blanca. y la respuesta es simple: el negocio incluye el bombardeo. cuando se venden armas y bombas, el negocio termina cuando se las usa. de otro modo, ¿de qué valió la inversión?

este museo, entonces, muestra precisamente eso. piso a piso se van desarrollando los distintos temas. desde las formas primeras (en europa) con las batallas fundantes, los viejos uniformes; las diferentes culturas, hasta lo "secundario": literatura, música, cine, fotonovelas. los libros primigenios: von clausewitz, maquiavelo, sun zi, el leviatán de hobbes... hay cuadros, vitrinas con diseñadores actuales que se inspiran en la guerra (un modelito muy interesante, pero bastante estúpido de dolce&gabbana, por ejemplo), hay "lesiones" y "prótesis", hay el uso de animales; cuelgan bombas del techo, que parece que en cualquier momento llegarán al piso; hay bunkers, tanques de la segunda guerra mundial, bayonetas de la primera; juguetes infantiles de guerra desde tiempos inmemoriales, que llegan hasta starwars (mucho más brutales los menos tecnológicos, porque no son metafóricos); hay fotografías de coroneles y soldados desconocidos; hay un trozo de la muralla de berlín, hay iconos de la guerra fría, cartelería pro nazi y pro stalinista; hay esculturas impresionantes que muestran sobrevivientes de todos los tiempos, en bronce, pero que parecen humanos; hay un pasillo en el que uno se para y a poco de estar allí, siente las vibraciones de los tanques en el campo de batalla y los ruidos, lo que termina siendo realmente aturdidor y uno se imagina que con semejante telón de fondo, con el miedo y el odio, es capaz de disparar a cualquiera que se le presente; hay videos antibélicos (maravillosos) contemporáneos junto a  fotografías de personas que murieron debido a las minas, en distintas partes del mundo, en diferentes guerras; hay cajones que uno abre y encuentra miniaturas de diferentes batallas; hay una especie de pirámide afelpada y oscura, que asfixia, donde también hay cajones dedicados a soldados anónimos: a este lo mataron (se ve un casco de metal con una bala en la cabeza), este otro se suicidó (una calavera a la que le falta medio maxilar por un tiro en la boca); cartas de una madre a un hijo; un crucifijo de madera con inscripciones de 1945; una máquina de escribir casi derretida que fue encontrada en el bunker de hitler; hay cuadros de generales alemanes destrozados a bayonetazos por soldados soviéticos; hay restos de juguetes infantiles calcinados debido al bombardeo del 13 de febrero; hay cuadros de refugiados; prisioneros; muertos en los campos de concentración; hay banderas de naciones enfrentadas; hay los automóviles de los líderes nazis durante el reich, esos que lucen en las películas; hay documentales de la primera guerra mundial, de la infantería entrando en las ciudades; hay destrucción por todas partes.

hay, lo que es bastante ridículo, aunque no deja de ser fundante, un conjunto de cuadros de época de reyes y príncipes y emperadores, aquellos que de tanto casarse entre sí ya parecían menos humanos, bendecidos siempre por la iglesia, que hacían la guerra. y hay un cuadro enorme de cuando las guerras dejaron de ser cosa de príncipes y pasaron a ser cosa de la sociedad en su conjunto (después de la revolución francesa) (hobsbowm se refiere a ese tema en la edad de las revoluciones). hay la otán, el plan marshall, el muro de berlín, los espías, la cruz gamada, el águila del tercer reich. hay demasiados uniformes, demasiadas armas, demasiadas bombas, demasiado sufrimiento, demasiada población civil rehén de cosas que no le interesan, que no le aportan nada, que sólo le quitan, le rapiñan, la vuelven mezquina y débil, sufrida. hay demasiados huérfanos y viudas. hay demasiado odio, y nadie que le preguntó a nadie si realmente quiere ir a la guerra. después de ver todo esto...

impresiona el silencio de los visitantes. de algún modo, tanto espanto, tanta destrucción, llevan a una especie de introspección, de percibir toda esa historia, tantos siglos, y de pensar, creo yo, en que uno de algún modo se salvó de todo eso.

talvez la paz sea una utopía, algo efimero. en planta baja, donde termina el museo, una enorme pantalla, que atraviesa en una sola línea un gran muro, pasa una sentencia de von clausewitz sobre la guerra.


"Toda actividad militar esta relacionada, directa o indirectamente, con el combate. Es el fin por el cual un soldado es reclutado, equipado, armado y entrenado, y propósito por el cual come, duerme, bebe y marcha es, simplemente, que él debe luchar en el lugar y momento correcto."

""Al hablar de destrucción de fuerzas enemigas hemos de observar que nada nos obliga a limitar este concepto simplemente a las fuerzas físicas, sino que por el contrario, deben comprenderse en ellas, necesariamente, las morales."
 
"Toda actividad militar esta relacionada, directa o indirectamente, con el combate. Es el fin por el cual un soldado es reclutado, equipado, armado y entrenado, y propósito por el cual come, duerme, bebe y marcha es, simplemente, que él debe luchar en el lugar y momento correcto."

la frase que más me impactó, y que ahora no encuentro por ninguna parte para citarla textualmente dice algo así como que la violencia que demanda una guerra no tiene límites.
 
una voz en el parlante cierra mi lectura, y anuncia que en cinco minutos el museo cerrará sus puertas. en la librería compramos un par de libros vinculados al tema. después salimos a la ciudad, que nos recibe con lluvia, frío y los faroles encendidos. es extraño, después de haber estado varias horas en un museo en que la sociedad civil no tiene voz, entrar nuevamente en la ciudad, donde hombres y mujeres se suben y bajan de los tranvías, hacen las compras, pasean a los perros, y hablan por celular.
 
no hay como la paz.
 
 
 

jueves, 12 de enero de 2012

cultura, historia, cultura, historia; dresden, 3

el plan es conocer hellerau. sé que es un lugar donde mi hermano ha presentado varios de sus trabajos de danza y video, pero nada más. no me adelanta demasiado, y nos tomamos el 11 y luego el 8, y nos bajamos, después de atravesar un bosque invernal, en el que dan ganas de entrar y buscar a hansel y a gretel o a pulgarcito, nos bajamos, repito, en la entrada de la ciudad jardín.

rebobino: hellerau es, actualmente, un barrio de dresden, pero inicialmente fue fundada en 1909 por karl schmidt-hellerau, como la primera ciudad jardín de alemania. la idea fundamental se vincula con el movimiento internacional de ciudades-jardín, que se origina en la inglaterra del siglo 19. la propuesta era responder a las ciudades altamente industrializadas, los suburbios empobrecidos y los problemas sociales que esto conlleva. una ciudad jardín como proyecto urbano que responde a una reforma social que se propone conjugar el trabajo y la vida en armonía. en este caso, el señor schmidt-hellerau construye la fábrica de muebles que proveerá a quienes vivan en la ciudad, generalmente los propios artesanos que los fabrican, de modo que hay un vínculo directo y estrecho entre la producción y la existencia. entre 1910 y 1912 se construye el festspielhaus, que se convierte en un centro del movimiento reformista, a la vez que cultural y artístico. se proponía la reforma de las artes a un conjunto de actividades que influenciarían la vida en su conjunto. muchos artistas y creadores llegaron allí, atraídos por su propuesta. así paul claudel, george bernard shaw, upton sinclair y frank wedekind, entre otros. aquí bailó la pawlowa y max reinhardt dirigió sus primeras obras. a la inauguración asistieron, por ejemplo, franz kafka y rainer maria rilke. 

con la subida del régimen nazi todo esto desaparece y termina convertido en un batallón. todavía se ven los lugares donde aparcaban los tanques para su puesta a punto.  con la caída del régimen, hellerau es ocupada por el ejército soviético, que permanece allí hasta 1989. en las paredes pueden verse algunos murales pintados por los soldados, que describen la marcha sobre dresden y berlín.

hoy, que está reformado y en pleno uso, es un edificio que mantiene las características de su fundación, pero que ha sido renovado y puesto a punto.  mi hermano cuenta que antes de las reparaciones tenía un atractivo peculiar. por ejemplo, en una de las salas de exposiciones a la que entramos, había un boliche, y para salir a fumar, debían treparse al techo. hoy eso es impensable,  independientemente de las ganas de fumar que uno pueda sentir. en todo caso, vale la pena recorrerlo. el edificio principal contiene una sala enorme, que permite variados usos y uno imagina diferentes puestas (la parrilla de luces es francamente enorme), y salas más pequeñas que alojan distintas exposiciones. abajo, hay dos salas importantes, la que me llama la atención es la de nancy spero, quien fue convocada a hellerau para hacer un trabajo, y llevó adelante los frescos, que son impresionantes. spero murió no hace demasiado (nueva york, 2009), y los últimos trabajos ya no los podía hacer ella sola, de modo que daba indicaciones a sus asistentes para que los completaran, así algunos de los frescos que vemos. en particular me impresiona uno que se relaciona con una exposición sobre mujeres torturadas de américa latina. el fresco es sencillo, y en esa sencillez están su elocuencia y su fuerza.

atosigo a mi hermano con preguntas; y en medio de una explicación vemos pasar un avión viejo, realmente parece salido de la segunda guerra mundial, a hélice (podría serlo o me gustaría que lo fuera), lo que completa la escenografía. porque hay viento, el cielo es plomizo y un sol entre las nubes deja una claridad extraña, de sombras largas (según mi hermano, que, como buen artista, repara en la luz).

volvemos sobre nuestros pasos, nos detenemos junto a un estanque en el que algunos patos dormitan en la orilla, unos niños muy abrigados juegan en la calle, como cualquier niño; una mujer pasea a dos perros diminutos, y esperamos el tranvía. lo de tomar un tranvía requiere de cierta sensibilidad. uno está en la parada y debe dar alguna señal de que efectivamente desea subirse a él. no extiende el brazo como si fuera un cutcsa, sino que se para y muestra -"interés" (sic) en él (el tranvía). el conductor, sensible también a la señal del futuro pasajero, se detiene. es un chirrido suave, casi atractivo. después de que frena, se aprieta un botón y la puerta se abre. (por qué en montevideo no hay tranvías, y tenemos que padecer esos autobuses espantosos e incómodos, sucios, contaminantes?)

en el trayecto, mi hermano me habla de nancy spero, de hellerau, de cómo se trabaja. me ha presentado gente allí, una bailarina, varios técnicos, gente relativamente joven, que forma parte del proyecto. según dice, estos técnicos son los mejores, porque trabajan para el artista. es un dato importante.

luego nos bajamos, porque me quiere mostrar un barrio. estamos en la "neustadt" (ciudad nueva), al norte de la elbe, que fue reconstruida después de su incendio en 1685. es un conjunto de edificios barrocos dentro del barrio fortificado, que sufrió menos daño durante el bombardeo que la "altstadt", es decir, la ciudad vieja. durante un tiempo, las casas de tres o cuatro pisos ofrecían alquileres baratos, y fueron vivienda de artistas, intelectuales y bohemios, pero luego los alquileres subieron porque las casas fueron remozadas y el barrio se puso de moda. hay boliches alternativos, galerías, tiendas de todo tipo, un mercado de antigüedades, librerías, almacenes pequeños, y toda clase de anuncios de actividades culturales y artísticas. el sitio de la bohemia, realmente pintoresco. cada tanto, entre los tejados inclinados de las casas se ve la torre oscura de una iglesia, lo que le da un mayor encanto aun. caminamos por las calles, que no son tan angostas como las del barrio gótico, pero que en parte lo recuerda. a los edificios se entra por grandes portales de madera, cubiertos de grafitis; en las ventanas hay toda clase de adornos "alternativos", y las tiendas étnicas, africanas o esotéricas es algo que uno casi espera encontrar. tiene su encanto; los niños, hijos de los alternativos, andan con casquitos multicolores en bicicleta, y, dueños de todo, casi nos atropellan, sin siquiera tocar el timbre. nos cruzamos con amigos de mi hermano, lo que hace esto en cierto modo casi montevideano; cuatro encuentros en la misma tarde parece libretado. músico, bailarina, y dos artistas más lo saludan con afecto y son muy gentiles conmigo. quién diga que los alemanes son secos está loco como los romanos (diría ásterix).

después volvemos; es de noche, pero en realidad son las cinco de la tarde. pasamos por la panadería y encargamos el pan para mañana, un pan que se llama "holzkastenbrot", algo así como "el pan del molde de madera". es la mejor panadería del barrio donde vivimos, y siempre está llena de gente. ahora también. damos una vuelta por el vecindario, el "weisser hirsch" (el ciervo blanco), ese mismo que recuerda al prado antiguo. nos hemos preguntado, en estos días, por qué buena parte de estas villas no tienen ni persianas ni postigones. y no hemos encontrado una respuesta, salvo aventuradas hipótesis que no llevan a nada. conversaciones que mezclan la historia, la geografía, los gustos personales y las lecturas.

para quien guste de la tranquilidad y del refinamiento, la naturaleza y lo urbanístico, la mezcla decadente del antiguo socialismo, la burguesía industrial y los tiempos que corren, la historia y el arte, esta ciudad, dresden, parece hecha a medida. sólo falta que nieve, para que la combinación sea perfecta.

miércoles, 11 de enero de 2012

la historia viva, dresden 2

el día está lluvioso, pero de todos modos decidimos bajar a la ciudad. no hay viento, como el primer día, y los 3 grados no son tan insufribles.  tomamos el tranvía 11, que baja y en algún momento cruza el elba y se mete en la parte sur. allí, la historia más antigua, la historia de los reyes, la marca del barroco de augusto el fuerte y el posterior siglo xix, de los grandes industriales (lo que se conoce como la "gründerzeit", la época de los fundadores de empresas y fábricas, que constituye una gran burguesía que repite los gustos de la vieja aristocracia, después de mejorarlos un poco -calefacción, por ejemplo) y la reciente se cruzan en calles, plazas, parques y edificios y villas.

porque la historia de dresden es extensa y sobrevivió a varias guerras. ubicada en europa central, a fines del siglo xv se convirtió en la residencia del rey de sajonia, y poco después en un gran centro político y cultural. la guerra de los 30 años supuso un detenimiento y un atraso en el desarrollo de la ciudad, así como la de los siete años, en la que los prusianos la incendiaron por completo.

después de la primera guerra mundial, dresden se convirtió en la capital del estado libre de sajonia y un centro industrial que genera una gran burguesia con fuertes inclinaciones al mecenazgo.

sin embargo, la tragedia ocurre el 13 de febrero de 1945, los aliados bombardearon dresden de un modo salvaje, de modo que más del 70% de la ciudad quedó convertida en escombros. el resultado de las casi 2700 toneladas de bombas que cayeron sobre la ciudad se puede ver en  las fotos de la época, que muestran los restos de algunas fachadas, y no mucho más. barrios enteros desaparecieron. luego de la capitulación de la alemania nazi, unas semanas después del bombardeo, dresden pasa a formar parte de la república democrática alemana. el 8 de mayo de 1945 entra el ejército rojo y la toma. la reconstrucción fue lenta, el régimen comunista reconstruyó el palacio Zwinger, la Semperoper y la iglesia católica de la corte.
de todos modos, las autoridades también demolieron buena parte de la ciudad y en su lugar construyeron barrios con edificios que recuerdan al parque posadas, que se ven a la distancia y contrastan enormemente con la belleza arquitectónica de los museos y las villas. los bloques de viviendas populares  (muchos comenzron por primera vez en viviendas calefaccionadas y con agua corriente) y las partes oscuras de las fachadas de los edificios reconstruidos son el testimonio vivo de lo ocurrido durante y después de la segunda guerra.
esta ciudad de poco más de medio millón de habitantes recuerda, cada año, oficialmente al bombardeo y sus víctimas y se homenajea a sí misma. los neonazis de toda europa intentan cada año usar ese aniversario para victimizarse y minimizar el terror nazi. La poblacion ni siquiera los deja salir de la estación de tren.

el tranvía nos deja en am zwingerteich, y caminamos hasta el palacio zwinger, barroco, portentoso, con un enorme jardín central, y los edificios principales, que alojan el museo de los viejos maestros, la colección de porcelanas, el salón físico matemático y el museo histórico. a poco de estar allí, una corneja nos acompaña un rato, y más tarde una gran bandada, esta vez silenciosa, remonta vuelo y se pierde entre las torres de las iglesias.

mi hermano es un buen guía, porque adora esta ciudad, y se explaya en explicaciones y en detalles. así, me sorprende con la musikhochschule, un edificio contemporaneo que se combina con el original, del siglo xix. más allá el dresdner schloss, también llamado la residenz, una construcción original del siglo xiii, que padeciera diversas remodelaciones y reconstrucciones, que fuera la residencia del rey, hasta convertirse en el museo que es hoy, y que reúne el "grünes gewölbe" (una colección de joyas y miniaturas del principe elector Augusto el Fuerte, quien era tambien rey de polonia), la "türkische cammer", dedicada a objetos de arte oriental que coleccionaba este rey (y que recuerda el maravilloso libro de said).

vemos la nueva sinagoga, un edificio de fachada ancha y discreta, que a la luz del atardecer recuerda el color de las piedras de jerusalem; la semperoper, llamada así en honor a semper, viejo amigo del viejo wagner, que supo vivir en las cercanías antes de partir hacia suiza; las caballerizas reales, donde dormían los caballos del rey, un conjunto edilicio con un gran patio central interior, que ocupa una manzana grande y alcanza los tres pisos de altura. los caballos utilizaban hasta el último piso al que accedian por una rampa.

el silencio se ve interrumpido por un sonido lejano de acordeón, y allí, bajo el pasaje peatonal y oscuro de la residencia a las caballerizas, una mujer desgrana una melodía triste, que, horas después, identificamos como el tema central de "el padrino".

se encienden los faroles, se escuchan los cascos de los caballos, y vemos pasar un carruaje con turistas que dan vueltas por la ciudad. mi hermano dice que muchos de los caballos son de un pueblito cercano, bärwalde, al que ocasionalmente fue a comprar alguna cosa. allí puede verse a un hombrón montado en una motocicleta de los años cincuenta con una larga cuerda con la que trae los caballos.

cuando la llovizna se convierte en lluvia, decidimos que es hora de volver. otra vez el tranvía 11, otra vez cruzar el elba, cuya ribera espero caminar mañana, si no llueve, otra vez en casa, no la mía, la de mi hermano  (un barrio con una extraña reminiscencia a carrasco y el prado, pero en colinas, de modo que la reminiscencia es algo subjetivo) que es una muestra acogedora de arte, divertimento, tranquilidad. y mientras prepara la cena, y escuchamos a steve reich (uno de los padres del minimalismo musical,) me hace probar la cerveza local, la radeberger pilsner, que es fresca y alegre y acompaña el cierre del día.



pd: la información específica sobre dresden naturalmente abreva en la fuente de conocimiento de mi hermano.

llegada a dresden

el tren desde la estación central de praga hasta dresden, con pocas estaciones intermedias, demora dos horas. el día está encapotado, lluvioso, y el taxista habla alemán. fue jugador de fútbol (uruguay... montevideo... buen equipo) y ahora es entrenador de niños. hablamos de ese deporte y no dejo de decir un lugar común atrás del otro, que parecen sensatos por las respuestas que recibo, o este hombre es un filósofo paciente y me soporta.

en todo caso, abordo el tren. en el vagón van otras tres personas, que rápidamente se sumergen en una especie de sopor silencioso y yo miro por la ventana.

las vías bordean el moldava (el río más extenso de la rep. checa, 430 km), que forma, en algún momento, una especie de ángulo recto y se junta con el río elba, el más largo de europa que desemboca en el norte, en hamburg. el trayecto, entonces, es un viaje por la ribera de este río ancho, ahora de aguas bastante altas y de aspecto congelado, en cuyas laderas se alternan bosques, caseríos y, en un trayecto no demasiado largo, un ingenio industrial con unas chimeneas altísimas que desparraman un humo oscuro que se mezcla con las nubes oscuras que ocultan el sol. el paisaje parece sacado de un almanaque alemán de los años sesenta, y son inconfudibles las casas macizas de tres pisos y techos quebrados; los árboles arracimados a un costado, y las ventanas en las que hay macetas con plantas y flores. se escuchan los graznidos de los cuervos (esta vez son cuervos y no cornejas) y el tren deja todo atrás, pero en cada recodo surge un nuevo caserío.
y de pronto esa cosa de la frontera no dicha, invisible, de la gran unión europea. los guardas y los policías que hablaban checo desaparecen y aparecen los alemanes, cuya lengua por fin comprendo y todo se convierte en algo menos ajeno. es cierto, el alemán, para quien no lo habla, suena mucho más duro y tenaz, más certero; suena como si no hubiera margen para la duda. la primera estación en territorio germano es bad schandau (en checo, zandov,) un balneario elegante del siglo xviii que crece al norte del río elba, a los pies de los peñascos escarpados y los bosques. por su ubicación geográfica, el pueblo fundado en el siglo xiv (sin el "bad", schandau a secas) obtiene el rango de ciudad en 1467; en el siglo xviii se vuelve balneario y ciudad de veraneo. dan ganas de apearse y caminar por entre las casas señoriales, villas de varios pisos, de techos inclinados y ventanas amplias, con verandas y balcones. ante algunas, en los embarcaderos, hay unos barquitos que ahora lucen desprotegidos, pero que en verano uno los imagina con toldos multicolores llevando y trayendo a los lugareños y a los visitantes.

media hora después, la voz anuncia que estamos llegando a dresden. el elba se ensancha muchísimo y ya se ven algunos de los puentes que comunican el norte con el sur, los caseríos se convierten en suburbios, y sigue siendo la postal que recuerdo, una ciudad elegante, señorial, asentada, una ciudad que es como una mujer madura y tranquila. hace mucho frío y está ventoso; mi hermano dice que apenas hacen 3 grados, y él parece de lo más cómodo en ese apenas tres grados, que para mí son como no sé cuántos bajo cero. qué maravilla el transporte! a la vuelta de la estación pasa el tranvía, el 11 es el que nos sirve, que nos deja, quince minutos después, a una cuadra de su casa. en todas partes, los perros son admitidos, y también en el tranvía (en restaurantes, farmacias, aeropuertos, estaciones de bus y tren, etc., el perro acompaña a su dueño, y a nadie le parece raro). mi hermano dice que son un símbolo de la nueva pequeña burguesía, la que es pro-ambientalista, políticamente correcta, que forma familias tradicionales con tres hijos, porque hay que ser positivos y creer en el mundo, y por supuesto tienen perros. perros grandes, chicos, lindos y horrorosos. perros que huelen bien, mal y regular. el perro en el tranvía se sienta a los pies de su dueño y espera para bajar. a mí me da un poco de pena la mirada triste que tiene, parece un perro fuera de lugar, y ni siquiera mueve la cola. un perro en tranvía.

si queneau lo viera, seguramente ampliaría su historia. y felisberto también.

a las cuatro y media oscurece y a las cinco es noche cerrada. se encienden las luces aquí y allá en las casas del vecindario, y otra vez la sensación de estar dentro de un cuento. un cuento alemán.

lunes, 9 de enero de 2012

adiós, praga

temprano a la calle, donde sigue la tenaz llovizna de ayer y el mismo frío que pasa desapercibido hasta que se instala en pies, manos y nariz. para las manos, unos guantes divertidos, forrados, que dejan las puntas de los dedos libres. después, el plano en el bolsillo, pero sin ánimos de guiarse por él. a  mí los planos me confunden, porque nunca sé de qué lado estoy; me encantaría que vinieran con una brújula incluida -no ha de ser tan complicado de hacer- y la indicación de los puntos cardinales en el mapa.

una callecita se abre a otra y a otra, y de pronto me encuentro delante de una sinagoga espléndida, no demasiado antigua (quizá del siglo xix?) en una avenida lateral, donde un joven y yo tratamos de sacarle una fotografía, él con un aparato chatito, muy actual, y yo con una cámara digital que ya forma parte de la prehistoria. ambos nos cedemos la esquina, pero para el mismo lado, de modo que es como cuando uno choca con otra persona y no logra salir del intríngulis.

un poco más allá, la basílica de san juan, una iglesia oscura, con unos techos altísimos, cuyas pinturas cuentan, supongo, el periplo de este juan al que le está dedicada la historia. a ambos lados del altar mayor, dos púlpitos tallados en madera, uno de los cuales se emparenta con el de la catedral de arequipa: abajo de todo un gran demonio. si el de arequipa invitaba a dejarse seducir por lucifer y su promesa de sabiduría, éste, el de esta basílica, es francamente espantoso; el rostro fantasmagórico es blanco y contrasta con el cuerpo deforme del resto de la escultura. no sé si asusta, pero el mensaje es claro.

es una pena que no se pueda caminar por las naves laterales, porque están rodeadas de una cuerdita con el anuncio de "alarma", y tampoco es posible sentarse en los bancos. sin embargo, algo de los nichos enormes se vislumbra, y veo una escultura que impresiona, con el título "ecce homo", que es un cristo sentado, después de haber sido crucificado (tiene la corona de espinas clavada, las manos y los pies sangrantes), pero está sentado en una postura de resignación, de profunda reflexión, creo, acerca de si sirvió de algo todo lo que hizo, incluida la propia muerte. provoca tanta compasión, tanta pena, que si no fuera por las cuerditas, uno iría a consolarlo y a decirle que bueno, pese a que uno cree en nada de eso, no estuvo tan mal su intento de hacer a los hombres un poco menos malos. sí, ese enorme cristo cansado da mucha pena.


salgo y sigo y de pronto me vuelvo a encontrar delante de la entrada del barrio judío, con la sinagoga vieja a un lado, y la plaza con la escultura kafkiana. claramente el invierno es una ventaja: no hay turistas -o al menos no acá ni tantos como en el verano- y la ciudad se presta para la estación. el cielo plomizo, sin sol, y los quejidos de las cornejas y las gaviotas terminan de armar la escena. sí, podría ser una película.

y después de un rato largo de caminar, por fin el enorme arco que da paso al puente de carlos, que cruza el moldava y es un paisaje salido de una novela. mi hermano y alicia tienen razón: es esta la estación, y realmente lamento que no haya nevado como dijeron que sucedería. hasta las enormes estatuas y esculturas son más sobrias e impresionantes. y la ladera del otro lado que crece con sus edificios y sus picos góticos, también es diferente. todo invita al silencio. y se escucha el silencio.

una vez del otro lado, lo invernal se vuelve más crudo, las calles parecen más angostas, y el río que cruza las manzanas, y que forma la pequeña venecia, es más "sturm und drang" que en el verano. incluso los mismos escarapates, con las mismas marionetas y las mismas ventanas adornadas, lucen más tristes y pensativos.

me siento un rato, hasta que el frío realmente se vuelve molesto. entonces retorno. y de pronto hay muchísima gente en la calle, pero muchísima, bulliciosa, alegre, gente con perros, y con niños, y turistas -supongo que son rusos o búlgaros o algo así porque no se les entiende nada de lo que dicen-; hay japoneses, muchísimos, que se asustan de la bocina de un automóvil viejo y después se ríen todos juntos, a la vez, unos japoneses ya mayores, que parecen estar muy contentos en praga y le sonríen a todos.

entro al museo de artistas jóvenes. es realmente un cachetazo a la realidad y a la sensibilidad, pero desde el arte. vamos todavía, arte! en la entrada, para que uno no se confunda sobre lo que va a encontrar, en un patio enorme hay cuatro gigantescas, pero gigantescas, pistolas automáticas que cuelgan no se sabe de dónde, todas apuntando al centro. al rato de estar mirándolas pender estáticas, se da cuenta uno de que hay algo allí que no está bien. y entonces escucha por encima del ruido de la gente, algo de lejos que se hace más cercano y más cercano, y descubre, también, en algunos de los balcones de los edificios que dan a ese patio violento, unas esculturas desencajadas de hombres y mujeres desnudos... entonces se escuchan claramente las órdenes, los gritos, los gemidos, las corridas, los disparos.

después de eso, uno tiene ganas de un baño de agua caliente, un poco de corelli, un poco de burbuja.

adiós, praga.

domingo, 8 de enero de 2012

las pragas, palach y zajic, y vaclav pavel

viva tierra libre. los hunters de ciudades o países en que todavía se puede fumar en boliches o restaurantes: la república checa, la república popular china, chile. es probable que haya más, pero eso son los últimos que conozco. hay hunters de ese tipo? lo dudo, los hunters pertenecen al mercado.

fumadores del mundo uníos para venir a praga, porque los boliches abundan en que se puede fumar, los restaurantes también, y todos fuman! un placer. un verdadero placer, del que los hipócritas cuida-saludes ajenas nos alejan. el estado es mi padre? creo que no. si realmente quiere hacer esa cruzada contra el mal que produce el tabaco (que ningún fumador desconoce), lo lógico sería que prohibieran a las tabacaleras, y si no se animan, si las leyes del mercado son más poderosas que la prédica, entonces,  la venta de cigarrillos. lo demás es pura hipocrecía. como en españa, donde según me informan, buena parte de la salud pública se mantiene gracias a los impuestos de los cigarrillos. puaj. los gobiernos esperan pacientemente a que las grandes tabacaleras reconviertan su negocio para "prohibirlas".


fumadores, tres lugares, tres, que surgen, entre tantos, en esta ciudad ecléctica. anunciaron nieve, pero apenas llovizna, aunque helado. primer reducto: un antro al que se accede por una escalera con alfombras rojas, iluminadas de rojo, que anuncia: "propaganda" con buena música (un pink floyd pretérito). y es que realmente es un museo del afiche del régimen comunista. una colección maravillosa, si se la ve a la distancia, un ejemplo del realismo socialista en los anuncios del oficialismo. en ese antro que luce una senda escultura de lenin y otra de fucik (mi héroe de la adolescencia, que fue fusilado en 1943) bebemos cerveza y hablamos de los cambios de paradigma. tanto adecuarse al cambio de paradigma, para tener que adecuarse una vez más y a contramano al nuevo paradigma que nada tiene que ver con el anterior. habría que hacerse escafandrista o surfer de última hora. ni con kühn sufriría tanto con su propia teoría. los parroquianos de "propaganda" son claramente diferentes a nosotros; no les incomoda para nada que haya unos perros enormes entre las mesas y una pantalla prendida que pasa documentales de todo tipo a todo volumen. difícil para comprender el cambio de paradigma. volvemos a las callecitas de praga. buscamos algo "típicamente böhmisch". después de varios intentos que pasan por vidrieras interesantes que mueren en sí mismas y patios que terminan siendo pequeñas factorías de cerámica, encontramos la "pisner urquell", una fonda que tiene su propía fábrica de cerveza (no hay vino), y además un aguardiente de la casa que es fuerte como el demonio, pero que pega bien con la cerveza. acá se come la verdadera comida checa: embutidos, salsas picantes, un conejo con salsa y los "knöddel". y mucha cerveza. hay un hombre que ameniza el salón de los no fumadores con el acordeón, pero su repertorio es bastante salido de los festivales de san remo. las camareras hablan alemán, lo que nos recuerda las comunidades alemanas que hubo aquí y a quienes se negaron a que fueran expulsadas. tanto expulsar a gentes que vivieron mucho tiempo en una tierra ha demostrado ser un generador de conflictos que derivan en guerras. se lo podrán anotar en alguna agenda? para el futuro.

y por fin, para cerrar la noche (que empieza temprano y termina idem, porque mañana es lunes, es invierno, y no hay turistas, sólo locales), "café-café". queda en la rytirska 10 y es interesante. no hablan alemán, hablan inglés. los parroquianos son jóvenes y no tanto, fumadores (viva!) y es un sitio inclasificable. entre posmoderno y kafkiano. es interesante, y la música, un chill out un poco pop de más, pega bastante con la decoración, las lámparas. no así con nuestra conversación, que sigue con el cambio de paradigma. de la cerveza ruda de "propaganda" y la cerveza rústica del "pilsner urquell" al vino regional de "café café" hay un salto cualitativo interesante. como ver la caída del muro en cámara lenta.

salimos. la lluvia es un poco más que llovizna, pero de pronto damos con la plaza donde está el homenaje a palach y zajic, que visitamos con matías el año pasado, a lo que se le suma el homenaje a vaclav pavel. cientos de velas y flores y fotografías.

-a este tipo lo querían -comenta achim, enfundado en la boina, que lo hace aparecer menos alemán de lo que es.
- eso parece -respondo, mientras enciendo una vela.

después nos metemos por unas callecitas y otros callejones hasta llegar al hotel. en el corazón de la ciudad burguesa.

por más que lo lea, por más que lo intente, por más que lo visite, no logro imaginar lo que debió ser este país al final de la guerra fría, o durante la primavera de praga, o cuando la caída del muro. así que mañana cruzaré el puente de carlos, en brumas, como quien se precie sabe que debe hacer. la historia empezó demasiado tiempo atrás.