sábado, 17 de marzo de 2012

caracas, instantáneas de la ciudad

museo de arte moderno, parque central, exposición permanente de grabados de picasso. rosario es una guía excelente, y lee para mí los dibujos, los trazos, la composición espacial. hay 106 grabados expuestos en una gran sala -la iluminación es pésima-, y cada vez que uno se acerca para ver mejor, suena una alarma bastante aguda y  molesta. creo que suena 106 veces, pero vale la pena. salimos de allí en busca de la tienda del museo, y encontrarla supone recorrer el laberinto del minotauro. la tienda está en uno de los pasajes del parque central, lejos del museo, después de doblar varias esquinas y preguntar a innumerables peatones de buena voluntad. una vez allí... el único catálogo de la exposición que queda es el de la tienda, pero la persuasión y la pasión funcionan, la dependienta consulta a su jefe, que a su vez le pregunta: realmente quieren ese catálogo? rosario afirma y yo le cruzo los dedos. el catálogo pasa a su bolso, amén de varios afiches y libros que compramos. me quedo con un afiche hermosísimo de zapata, el famoso caricaturista, de quien nos dice que estuvo "malito, pobre, pero ya se ha recompuesto", y recuerdo el uso de diminutivos que tanto me molestaba. en este caso, por tratarse de zapata y de un afiche magnífico, casi que pasa desapercibido.

en la feria, alguien ha dejado una nota para mí, y después recorremos algunos stands. al rato, viejos amigos venezolanos aparecen y nos vamos a beber una por los tiempos pretéritos en el pasaje que han montado, similar al de medellín, en que se mezclan tarantines que venden café, vino, dulces y todo tipo de comidas típicas, con gritos de gentes que se saludan, poetas que recitan, la radio que transmite en vivo de la feria y todo el ruido de la ciudad que se cuela entre los árboles. el sol alcanza cada rincón y el calor aumenta a velocidad segundo.

de tarde, rosario da su conferencia, y el cubano que habla es tan, pero tan aburrido, tan alambicado, tan salido de hace mil años, que ahí nomás, me quedo dormida. mi amiga myriam, la negra, una periodista me dice: mira, chica, que has roncado. y yo me quiero morir, y ella agrega: una broma, nada más. nos vamos de la conferencia con pena, porque yo quería escuchar la exposición de rosario, pero está última, y he quedado en encontrarme con la poeta astrid lander. que aparece, elegante y sonriente como en atacama, y ahí me doy cuenta de que no tengo editorial que nos presente, de modo que hay que presentarse de alguna manera, que ella sortea de lo más bien. entonces empiezo a reconocer caras, a las que de pronto se le suman los nombres. caracas, 1979, viejos amigos han leído que estoy aquí y han venido a saludar. ha de ser lo más emocionante de todo, tanto como reconocer la ciudad. entonces las conversaciones se vuelven tan tropicales como el trópico, porque es un picoteo de lo de antes con lo de ahora, y casi todos hablamos a la vez, pero nos escuchamos con atención, no sé cómo. alberto, julia, rómulo, alicia, ruben, y otros que aparecen luego. no sé si disfruto tanto la presentación por su presencia, que es como rendir un examen, el más difícil de todos, el de los pares, tantos años después.

en el correo del orinoco hay una entrevista a achugar. él dice que después de salir del país, uno se queda sin casa. es cierto. pero caracas es como una casa, una casona. que hoy transitamos, hacia la hoyada, a las apuradas, porque queremos comprar música y ron. van juntas, naturalmente. en la hoyada nos metemos en una suerte de mercado laberíntico, y le digo a mirla: aquí huele a santería, y dice, sí, a santería. entre los pasillos ella pregunta dónde hay buena música, y un negrote alto y simpático le dice: donde el chino. y allí, sentado en un enorme pipote, con una cachucha y cara de semi chino, está el chino. dirige todo lo de la música: música llanera a la izquierda, él tiene salsa. y entonces recuerdo una salsa que me gustaba mucho, de la que, sin embargo, no sé ya el nombre ni quién cantaba. digo: mirla, una que decía algo así: mi gata está enojada, porque no puede vacilar... y ella dice: sí, sí, espérate, y se la pone a cantar, y va donde el chino y le dice: chino, esta salsa busca mi amiga... y se la canta y la baila, ese pedacito, ese trocito de estrofa y él dice: claro, héctor lavoe, espérate un segundo. el segundo se convierte en un minuto que se convierte en otros, porque en ese tarantín que vende de todo, los cedés no están ordenados bajo ninguna otra lógica que la del chino, el tiempo corre contra reloj y él dice: sin ansiedad, con calma, mientras un hombre que tiene un programa de radio también le pide material. es claro que todo, absolutamente, es pirata, y lo más parecido a beijing que he visto. en realidad, podría ser beijing. por fin aparece el cd, y por quince bolos me llevo 106 temas de lo más granado de la salsa, y vaya que sí. ahora nos falta tu ron, dice mirla, vamos a por él. otra vez pasillos y calles, y donde antes no había aceras, y mucho menos en el centro, las hay. ella dice: es aquello de que hace unos años se dieron cuenta de que había que hacer obra pública...  y reconstruyeron la vialidad. total, que ya no puede decirse más que en caracas no hay aceras y que caminar por la calle es imposible. y a los buhoneros los han destinado en estos mercados, de modo que todo está limpio. allí está el abasto, la droguería, la bodega. los rones... de precios tan distintos que no se entiende. ella dice: yo compro ese, que es ron del puro, del bueno. moneda de plata vale 28 bolos, y el pampero añejo, 250. es bueno, pregunto, porque el precio es... extraño. mírame, me dice, y confía en mí. y lo preparas así:aguaquina, un poco de jugo de limón, mucho hielo, si tienes angostura, mejor, y tan luego el ron. te bebes uno, dos, tres, cuatro, te cuelgas en el chinchorro a leer, y te acordarás de mirla. entonces me convence, y compro varias botellas. estoy segura de lo que diría la negra myriam, la que ha negado todo desde que me la encontré: eso no es ron, es gasolina de avión.

myriam me lleva a sabana grande y a chacaíto. quiero ver en qué se ha convertido todo. a mí me gustaría volver a ver el gran café y el juan sebastián bar, pero ella, una antichavista casi violenta, está empeñada en que yo vea lo feo y horroroso que está todo. y yo no logro ver la fealdad, y lo que a ella le parece la peor decadencia, a mí me suena a una buena solución urbana. creo que se resigna un poco, porque a mí me conmueve recuperar olores y sonidos, aquellos en los que terminé de crecer. volvemos en metro, y supongo que se alegra cuando da una frenada de aquellas. sonríe y dice: te lo dije, ni el metro! (y yo pienso:ojalá montevideo tuviera uno)

cenamos arepas, pabellón, en una arepera, con los amigos que hemos ido reuniendo en la feria. han pasado muchos años, pero la conversación se mantiene viva y alimentada por los enormes cambios del continente de este tiempo en que no nos hemos visto ni sabido nada unos de otros. reconocerse un poco en los otros es como alegrarse de tener un espejo que todavía refleja.

nos despedimos, quién sabe cuándo será la última vez.

al mediodía se comienza a armar una gran manifestación porque chávez ha vuelto al país y la gente vestida de rojo, con pancartas y banderas marcha, cantando y gritando. si este cristiano se muere, decimos, acá se arma un problema de novela. nadie sabe qué va a ocurrir, y a mí me da un poco de pena este presidente, que se cree tan poderoso como un dios, tan certero y absoluto como un dios, tan iluminado como un dios, y se olvidó de que es un ser humano. siento que estos gobernantes tropicales, tanto da que sean dictadores o autoritarios están pagando la culpa de tener que demostrar que son más machos que un macho cabrío, bien diferente a lo que ocurre en el sur. en todos lados hay fotos del retorno del líder. y la manifestación impide que haga una última recorrida por el este y vea la cota mil, porque anuncian que el tráfico a la guaira estará imposible y me mandan en un taxi casi cinco horas antes. pero el tránsito es una maravilla, y llegamos en media hora a maiquetía. y qué se hace cuando no hay sillas ni nada, y se debe esperar tanto? se lee. el magnífico catálogo que rosario me ha regalado sobre la exposición de ángel rama. y después se escribe esto y se despido uno de caracas, adiós, la bella.

jueves, 15 de marzo de 2012

caracas, la feria

uruguay tiene un stand de la cámara del libro bien nutrido, que incluye, no sólo libros de variados autores y temas, sino murales de los autores homenajeados (galeano, benedetti, ángel rama), un lamentable televisor enorme que transmite fútbol (como si lo único que tuviéramos para mostrar fuera eso, once tipos demenciados atrás de un balón), personal bien dispuesto e informado. la feria es grande, se extiende en varios niveles, incluye una zona al aire libre, en el parque (similar a la de medellín) y un par de salas en las que se presentan libros, se hacen conferencias, se habla. en la sala ángel rama, rosario peyrou presenta el diario de ángel rama, editado por monteávila, una editorial de renombre que hace años sacaba de lo mejor de la literatura latinoamericana (ahora supongo que también, pero no lo sé). la presentación de rosario es una delicia, porque para llegar al diario que escribió rama durante su exilio en caracas, es menester decir quién fue y qué representó (y acá en caracas fue el fundador y editor de la biblioteca ayacucho, que es una de las más ambiciosas e importantes de la literatura latinoamericana). y de pronto se encuentra uno escuchando con completa fascinación toda la historia de un hombre hijo de inmigrantes gallegos, que hizo de la literatura, de la crítica literaria, de su afán por lograr una construcción latinoamericana literaria, que fundó arca y publicó a los grandes -garcía márquez, vargas llosa, cortázar, antes de que fueran alguien-  su vida y su propia obra. uno sabe quién fue ángel rama, uno llegó a conocerlo tangencialmente, sabe y calibra y admira el valor de su obra, de su inteligencia y de su aporte a la reflexión, y, sin embargo, al escuchar a rosario parece que estuviera oyendo algo nuevo, distinto, y quiere salir a leer lo que no leyó, empezando por el diario. el público también se embelesa. porque rosario embelesa, tiene esa cosa docente de transmitir una pasión y una calidez, de acercar y de provocar. la gente aplaude, se encanta, termina de ver vivo, en carne y hueso, a ese hombre flaco y alto, de mirada intensa (en mi recuerdo de tantos años). hay algo que dice rosario, que queda en el aire: las casas vacías. irse de montevideo, y el largo periplo -caracas, estados unidos, parís- era eso, llenar casas vacías (y pienso en la canción de cabrera, mudanza). de a poco la sala se ha ido llenando, como ocurre en las ferias, y el público pende de las palabras de la presentadora.

después, paseamos por algunos stands y librerías, llenas hasta el tope de gente de todas las edades, que compra libros, hace colas para pagar, revisa estantes y mesas de ofertas. por allí anda hugo ulive, el cineasta uruguayo, tan agudo como siempre. por allí anda también el insoportable luis britto garcía, convertido en la personalidad venezolana de la feria, a quien se lo homenajea una y otra vez. su curriculum pasa por la literatura, la dramaturgia y la ensayística. todo un señor intelectual, y por tal motivo, nos han invitado a una obra teatral que se da en la feria, en unearte -creo que el antiguo ateneo de caracas, pero no estoy segura, le han cambiado el nombre a casi todo-, "muñequita linda", dirigida por román chalbaud, famoso dramaturgo y director vernáculo. una larga cola, eterna, y luego la sala llena. y la obra, infumable. anacrónica, tonta, pasada de tiempo, con un intento triste y tedioso de actualizarla, lenta y sin nudo de ningún tipo, con dos o tres actuaciones interesantes (la criada; una consejera sentimental; y no más que eso), con la repetición del recurso de narrar la historia real de venezuela con documentales de época, que a la tercera vez son un castigo, y el mismo recurso con una radio a válvula. una rara mezcla de costumbrismo con parodia (se parodia a un maestro de escuela comunista; se parodia a un candidato a la presidencia, pero no se entiende por qué), en realidad no se entiende demasiado y me duermo en varias partes, de modo que no termino de comprender qué quiso decir britto, ni qué se propuso chalbaud. pero a la conclusión que se llega fugaz y malditamente es que britto garcía debe de ser uno de los pocos intelectuales afectos a chávez, y que no importa lo que sea, allí está. apoteósico es cuando los casi veintipico actores saludan al público (que aplaude con pasión) y el director grita: el autor, el autor! (como en las pelis de hollywood) y sube el autor, el puño alzado, combativo y combatiente y hay flores y ramos para ellas y ellos, flores rojas, naturalmente, el color de la revolución, y el telón sube y baja, y tal parece que estamos ante una obra mayor de brecht. triste final para un día de feria que incluyó una lectura de poesía de mujeres en un pequeño círculo en el parque, con un público atento,  que escucha mientras bebe cerveza y come pepitos.

son las nueve de la noche, y el teatro queda en la acera de enfrente del hotel. para llegar al hotel hay dos chances: o se cruza el elevado que une una acera con la otra, un puente de unos quince metros construido en cemento gris, que es lo que cruzamos de día, o se cruza la calle, cuando el semáforo cambia a verde. preguntamos y dos hombres jóvenes nos dicen: no crucen por el elevado, porque es peligroso. mejor cruzan rapidito la calle y como está iluminado y desde todas partes las ven, es menos riesgoso. nos miramos con rosario y nos parece increíble. es peligroso cruzar un puentecito a las nueve de la noche que une un centro cultural de la envergadura del teresa carreño con un hotel de la envergadura del alba (ex hilton) donde hay guardias, taxis y un movimiento incesante. cruzamos la calle a las corridas. no, no, no se puede vivir en una ciudad donde después de que cae el sol no se puede andar por la calle, no se puede cruzar una calle.

el ascensor me lleva, por error o por afán, hasta el piso 23, donde suben dos muchachitos que parecen taxi boys salidos de una peli de almodóvar. en el tablero del ascensor, desde el piso 21 hasta el 26 son "ejecutivos", está marcado de ese modo, muy evidente, y estos jovencitos, con dos bolsos y cinturas quebradas, que saludan amablemente y se arreglan el cabello ante el espejo y están pálidos como vampiros, descienden en el 26, en la sala ejecutiva, raudos, excitados, desafiantes. son distintos a todo lo que he visto en el hotel, durante el desayuno, el almuerzo, la cena y el trajinar en el lobby y en las distintas salas y tiendas que hay en el hotel. ni siquiera parecen amigos, o tan solo una pareja clandestina, o no sé qué, que explique sus gestos apresurados y fingidos, sus miradas entre directas y escondidas. cuando me encuentro con rosario para ir a cenar, le digo: había algo raro allí, y le cuento. sí, es raro. pero todo se disuelve, como si hubiera sido apenas un deja vu, o algo inventado, o un pedazo de relato, porque en la terraza donde cenamos, los jueves hay música venezolana, llanera, y entonces me olvido de los vampiros pálidos y excitados, de sus cinturas quebradas y los ojos delineados, y suenan el arpa, el cuatro y las maracas, y tan luego aparece el cantor, con esa voz más aguda del llano, y los joropos se meten en la noche fresca, de cielo sin estrellas y el agua de la piscina un poco picada porque se ha levantado la brisa. los mozos diligentes llevan y traen bebidas, y hay gentes de todas partes, y la música tiene esa belleza de la tierra con horizontes amplios, con historias de amor de campo, y hasta la vaca mariposa de simón díaz aparece (y el pobre simón está viejito y con alzheimer, ay, qué pena, qué pena que ya no suene su voz ni resuene su simpatía y su liquiliqui blanco se vea como una bandera), y una mujer entrada en años y en carnes se levanta y baila ese joropo, algo tan difícil de bailar, y se olvida uno del elevado peligroso, de que hay una especie de toque de queda natural, de sobrevivencia,  y se deja llevar por la aparente alegría de la música llanera que, en el fondo, muy en el fondo, tiene una melancolía, la melancolía de todos los campos de cualquier parte, esa soledad del hombre ante la naturaleza.

y después aparece cristina, la presidente de todo lo vinculado a la feria, y conversamos y habla de la inseguridad, del peligro, y de cómo, de a poco, han ido cambiando las cosas. es sencillo, dice, se trata de recuperar los espacios públicos, que habían sido tomados por la delincuencia. entonces, el plan estratégico (y desde hace dos años hay una universidad donde se forman los policías) se propone, de a poco,  ir reocupando los espacios públicos, con cafés y actividades, y tiendas y vida pública. "no ceder los espacios", dice. la conversación se vuelve más política, mientras el llano sigue sonando con fuerza desde el escenario. le pregunto dónde se puede comer bienmesabe. piensa y dice: mañana le pregunto a las niñas y te respondo. tan difícil como siempre, le respondo, el bienmesabe se hace desear, siempre. y ríe. algo tan sencillo, algo tan sabroso, y de tan difícil captura.

ya las luces de la cota mil se ven, se ven las luces de los rascacielos y de los rancheríos, de los autos, del encendido, de los parques. y salvo los carros, la ciudad se vacía de gente, cambia de sonido. desde el ventanal del décimo piso parece un contrapicado de una serial norteamericana. una frenada, unos bocinazos, el semáforo cambia a rojo, un carro de policía atraviesa una cebra y sigue, una arepera valiente sigue abierta. la noche, en cualquier ciudad grande, se parece.

caracas, segundo día

desayuno a la venezolana: huevos revueltos, arepas, mantequilla, jugo de parchita, guayoyo en taza grande, carne esmechada y pollo idem, pabellón, salchicha asada. después de eso, larguísima caminata por el casco antiguo. la memoria sigue firme, pero asombrada. antes, el centro, era donde no se podía estar. caos, suciedad, fealdad, dejadez. bicentenario y gobierno "socialista" de por medio, se lo recastó. zonas peatonales, tráfico ordenado, casonas recuperadas, guardia civil (con boina roja y camisa caqui, botas militares y caras salidas de lo profundo), da gusto caminar y ver y meterse en todas partes. plaza venezuela, el reloj solar que atrasa cinco minutos (no entiendo por qué, será porque acá todo es posible); ni un sólo desperdicio ni papel ni nada en la calle; tampoco hay gatos, dicen que dicen que desde que llegaron los chinos, desaparecieron los gatos; hay papeleras por todas partes, y la algarabía de siempre: el venezolano dirige el tránsito, le dice al otro lo que debe y no debe hacer, y  mientras tanto, nosotros, la comitiva, avanzamos. nos guía mirla, a nuestro cargo por la feria, una especialista en literatura latinoamericana hasta el año 1920, que resulta, además, una mujer que sabe muchísima historia venezolana y caribeña, y que claramente disfruta de mostrarnos lo que nosotros no veríamos. feliz, nos dice que el paseo comienza por montarnos en un carrito por puesto (el pasaje cuesta desde hace tres años, me responde, feliz, tres bolívares; el dólar oficial da cuatro, de modo que más o menos es como nuestro boleto). la comitiva incluye un especialista cubano y un ecuatoriano, y pronto nos damos cuenta de que el ecuatoriano es un peligro, distraído, que se pierde a cada esquina y nos hace perder mucho tiempo buscándolo. y cuando no se pierde, hace cosas insólitas que nos restan el poco tiempo que tenemos para recorrer lo que mirla se ha propuesto. pues bien, la casa del padre de la patria, simón bolívar. explica que una casa que tiene un patio con aljibe ya significa poder y dinero, pero en ésta hay tres patios sin contar las caballerizas. es algo magnífico, con cuadros originales en las distintas paredes, los muebles de época y un sabor a historia viva que da gusto. unas cuadras más allá, está la casa donde vivió josé martí en su pasaje por caracas, y ella recita de memoria: "cuentan que un día un viajero llegó un día a caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de bolívar...", y allí, en esa casa, nos recibe zaida, una mujerona simpática, nacida en maracaibo, que nos regala libros (libros!)  y claro que aceptamos libros y un guayoyo de lo más sabroso y una charla como saben tejerla los venezolanos cuando están en vena, y da la impresión de que siempre lo están. memorias.

de allí -vueltos a perder al ecuatoriano por tercera vez y en realidad deseosos de que se termine de perder del todo, como pulgarcito- vamos a la plaza bolívar, donde está la estatua del prócer y todo un merequetengue de cultura popular. montada en medio de la plaza, como el circo que llegó a macondo una vez, hay una tienda donde hay un grupo que canta y baila una mezcla de salsa y merengue, y que televisión nacional transmite, a los gritos, en vivo y en directo, mientras una multitud, alborozada, baila y disfruta. son las once de la mañana de un día laboral, pero acá parecen pasarla de lo más bien. preguntamos qué significa este festejo y nos responden que es la concepción chavista de la cultura popular. vemos que varios de los asistentes van envueltos en banderas de la patria, y también llama la atención. reconozco, por acá cerca viví, entre la avda. barralt y la urdaneta, y algunos perfiles se han mantenido, y otras cosas han cambiado mucho, pero el aire es el mismo. mirla nos dice que pronto cambiaremos dinero. "a ver, mujeres", dice, "ustedes son de las que necesitan y quieren todo registradito y en regla, o puede ser de otro modo?" de inmediato le digo que somos muy desordenadas. el desorden es una virtud. nos metemos por una galería, después de que ella saluda a un mulato simpático y pronto nos encontramos, al final del pasillo, ante un mostrador en una tienda que no vende nada. dos hombres atienden, mulatos también. "mira", le dice, "aquí mis amigas tienen algo para cambiar". él nos mira: "¿cuánto?" le decimos. "bien", responde, "tanto". y le entregamos los billetes, y secundados por el cubano y el ecuatoriano, que parecen dos guardias pretorianos y mirla, que es delgada y se maneja en el mercado negro como cualquier cristiano en cualquier parte, duplicamos lo que sería el cambio oficial. "a la orden, mirlita", se despide nuestro agente financiero. "volveremos", responde ella y nos sonríe. entonces nos lleva por las callecitas ahora peatonales, donde se vende de todo, en la calle, como parece ser en toda américa latina que conozco menos uruguay, argentina y chile, al menos en sus capitales, y por aquí y por allá nos va contando la historia de esta zona. visitamos la alcaldía, otra casa colonial, con esos patios abiertos y la vegetación frondosa, y con el ávila siempre verde al norte, y del otro lado, al sur, las laderas de los cerros crecidas de rancheríos. por fin la biblioteca nacional, un edificio a la bauhaus, portentoso, enorme, cerca del colegio lasalle, rodeado de un parque en el que crece, orgulloso, un samán, árbol vinculado a las leyendas de este país. la biblioteca es literalmente enorme, y uno piensa en borges. pero borges en el trópico? quizá se hubiera deleitado con el bullicio, los olores y los gritos de los vendedores ambulantes. vamos a la sección de libros y manuscritos raros... y vemos el cuadro original de andrés bello, y rosario m e pide que le tome una fotografía. y allí, en una vitrina está la "gramática de la ortolojía y la métrica del idioma español" y distintas versiones del quijote, y muchos manuscritos y tantos libros que uno no saldría más de allí. en otra sala, la de prensa, están todos los periódicos desde el siglo xix... es extraño salir de allí, tan silencioso, tan fresco, nuevamente a la parte vieja de la ciudad, a pocas cuadras de la pastora, a pocas cuadras de los rancheríos que siempre empiezan en la cuesta donde termina la última acera transitable.

hacemos un alto para beber algo fresco; café helado, había olvidado el sabor que tenía, y de pronto un arco iris de gustos se agolpan en el paladar y pienso que cuatro días no son suficientes para tanta memoria y recuerdos juntos. cruzar la urdaneta es realmente turismo de riesgo; y descubrir que el nuevo circo, la antigua terminal de buses, que era lo m ás parecido a un caos salido de un círculo infernal de dante, se ha convertido en algo más desarrollado que tres cruces sorprende. ¿cómo ha ocurrido todo esto?, le pregunto a mirla, y ella responde: en el 2010, el gobierno se dio cuenta de que caracas estaba desurbanizada. y decidió urbanizarla. ojalá en montevideo el gobierno se diera cuenta de que tenemos problemas de desurbanización y cambiara las cosas. tal parece que en dos años y con recursos, algunas cosas mejoran. de todos modos, el tránsito es el tránsito, los mensajeros en sus motos están en todas partes, y andan que parecen insectos de la quinta dimensión; y como es el bicentenario, hay gente que viste ropa de época: un llanero, una guajira, unas mujeres vestidas como en la corte del siglo xviii. las tiendas de abarrotes se mezclan con los comederos desde los que salen los olores más deliciosos que uno puede imaginar en el trópico, y se amontonan las arepas, los quesos, los dulces dulcísimos y las frutas de todos colores.

tomamos el metro en capitolio, y cuatro estaciones más tarde, en bellas artes, quedamos a media cuadra del hotel. hace mucho calor. el fresco de la mañana dio paso al color denso del mediodía y el sol, que parece que está en el zenit desde hace horas, hiere los ojos y la piel. en el lobby la gente entra y sale, apurada, con carpetas y distintas tarjetas colgadas al cuello. todos bolivarianos, todos con distintivos, todos miembros de alguna institución del poder popular de algo. llama la atención el poder popular de la inclusión y el género.

hay algo extraño en esta mezcla de cosa que parece funcionar bien, de ciudad por fin limpia y relativamente organizada, con el culto a la personalidad de don chávez, que recuerda a otros similares. mirla nos dice, cuando vemos las fotos y los documentos de la exhumación de bolívar: dicen que el cáncer de chávez es resultado de que usurpó las cenizas del padre de la patria. eso dicen los santeros. le respondo: si dicen los santeros, el hombre no tiene cura. y ella responde: eso creemos, que no se juega con las cenizas, y que no tiene cura.

después, con rosario bebemos un jugo y una polar heladas, con una foto de un chavez furibundo que nos recuerda que la patria es esta, latinoamérica. vaya, pero la polar es anterior, y sigue sabiendo igual de buena. y la parchita y la lechosa son la parchita y la lechosa, y la salsa y los manglares seguirán estando. eso tranquiliza. lo demás, es historia.

y como demostró goytisolo, la historia es mentira y sólo existe la ficción. será por eso que uno se vuelve, un día, escritor.

miércoles, 14 de marzo de 2012

caracas 1, primer día

ver la guaira y maiquetía desde la ventanilla del avión ya emociona. los recuerdos, olvidados, surgen de a uno. debe de haber una memoria casi física, metabólica, que hace que uno se ubique.
no bien salimos de la manga, una azafata de protocolo del aeropuerto no espera, de modo que - no sabía que éramos tan importantes- no debemos hacer colas eternas de inmigración, ni nada de lo que ocurre en los aeropuertos. sorprende que no haya un cuadro de chávez en la entrada, aunque sí un enorme cartel de la patria bolivariana. salir es sencillo, aunque las maletas se demoran más de la cuenta. afuera nos espera gente de la feria del libro. y, como hace 34 años, el contraste con el aire acondicionado y la humedad envolvente, que cae como un mazazo, de maiquetía, es la misma. y también la vegetación asombrosa, deslumbrante. es época de seca, pero no se nota. incluso el ávila está verde. los caseríos que antes, o al menos en mi memoria, eran marrones, ahora son multicolores, y han crecido hoteles al pie del aeropuerto, y los cerros están poblados de esas casuchas que se derrumban cuando llueve. la alegría venezolana es la misma que recuerdo de hace tantos años. tenemos suerte y la autopista está relativamente despejada. atravesamos boquerón 1 y 2 en un santiamén y entramos en caracas, la bella. cómo ha crecido. donde antes no había nada, ahora se amontonan las casitas y los edificios. entonces sí, se ven los próceres a los lados de la avenida. incluso junto a artigas (no sé por qué está dos veces) está nuestro presidente, el señor mujica. lo ve rosario, yo no, y no me extraña, tengo una especie de ceguera para el señor presidente del uruguay.
caracas es ruidosa, siempre; hay muchos carros, mucha gente caminando, y, en mi recuerdo, para lo que era esta parte -parque central- está limpia. al menos, más limpia que montevideo, lo que es mucho decir.
primer problema: no estamos en un país cualquiera. no se puede sacar moneda extranjera de un cajero automático, y el tipo de cambio oficial es la mitad de lo que se consigue en el negro. por suerte -y da vergüenza- la presidente de la cámara del libro me presta algo de dinero en dólares, y  nos da un par de indicaciones de sobrevivencia elemental: no salir de noche, cuidar el pasaporte. andar con cuidado. pero de algún modo eso ya era así antes, de modo que nada sorprende. cruzamos el elevado y nos metemos en el teresa carreño, donde funciona la feria. llegamos a tiempo para escuchar una conferencia de napoleón baccino vía teleconferencia, en la que participan miguel barnett, el que escribió la historia de raquel, un magnífico libro que se considera fundante en su género (él lo niega y lo atribuye a la supina ignorancia de los yankis, que fueron quienes lo definierono así); juan goytisolo, que hace un racconto apasionado y rizomático de lo que NO es la novela histórica, y cómo la historia en realidad es una gran mentira, y cómo la ficción subsana lo que la historia no narra, y luis britto garcía, escritor y ensayista venezolano, figura homenajeada en esta feria, que hace acotaciones que son un compendio de lugares comunes y banalidades por el estilo. se lleva las palmas goytisolo, quien, como buen español, tiene el arte del decir instalado, y la gracia de los españoles que le corre por la sangre. baccino nos adormece profundamente, porque habla de maluco y no sale de un sí mismo un poco tedioso. hay público que hace preguntas, y una estudiante de ciencias políticas que plantea una pregunta que en realidad es una aseveración eterna sobre la identidad latinoamericana que suena a los años sesenta y por lo tanto no sólo no aporta en nada a lo que se ha dicho sobre la novela histórica o la ficción histórica, sino que hace que goytisolo responda: su pregunta es tan compleja, que ni sé qué comentarle. ella se sienta, contenta; parece una líder estudiantil pasada de moda, pasada de época, convencida de que sí existe una identidad latinoamericana, y cuando dice que cualquier escritor latinoamericano debe escribir y reflejar esa búsqueda y esa afirmación de la identidad, me corre frío por la espalda. sonamos, me digo, volvemos a la torta frita, a la guayaba, a la alpargata, a la milonga, lo mágico y el bolero. esa rara certeza instalada, mientras el mundo se debate en precisamente en que ya no se sabe lo que es la identidad, y que todo se ha vuelto una mescolanza, choca irremediablemente con su discurso pasado de época. goytisolo es muy claro: prefiero hablar de consumismo global y no de capitalismo global. cada una de sus intervenciones ha sido un cachetazo al mainstream de cualquier tipo. un placer. irónico, con un humor muy fino y un paseo por toda clase de autores y de temas, sin dejar de lado un amplio conocimiento de las migraciones, da por tierra con cualquier postura medianamente cuadriculada. uno saluda que existan intelectuales de este tipo. barnett se disculpa y se va a una reunión en su embajada. nosotros vamos a descansar un poco y pensar qué haremos mañana.

estoy en caracas, pienso, y no puedo creerlo. ya veré a mis amigos pretéritos y mis nuevos amigos, pero todo es conocido, todo es como nunca dejó de ser, más allá de los cambios, del gobierno, de lo que sea. entonces capaz que existe algo parecido a la identidad, pero como nadie la sabe decir, y se olvida de la emocionalidad, la complica con definiciones categóricas. rosario es más simple: nada de todo esto es científico. la historia no es científica. y y dejo caer algo del bolsillo y respondo: a diferencia de la física: sé que, cuando dejo caer algo, acá o en cualquier parte, va a cumpir con newton y precipitarse hacia abajo. eso es infalible. estoy en un piso diez. no voy a demostrarlo en carne propia. pero la vista es magnífica: caracas a los pies. ruidosa, brillante, peligrosa como siempre.

sábado, 10 de marzo de 2012

crónicas de una mudanza o qué diablos hacer con los libros

lo primero que uno piensa, enfrentado a la biblioteca es: y cuándo y por qué compré tanto papel? lo segundo, es que un libro cuesta carísimo, pero a la hora de querer venderlo, por ejemplo, resulta que no vale nada.
y cuando se trata de tres bibliotecas diferentes, de tres generaciones distintas, el problema se hace mayúsculo.

también se piensa en que una biblioteca, analizada así, muestra una ideología, una postura estética, una búsqueda. eso siento ante los libros de mi padre y de mi abuelo (y cuando empiezan a llegar los primeros amigos a llevarse los libros que quieran, los comentarios se relacionan con eso: estos son los libros que había en la casa de mi padre, dice uno; ah, en lo de mis abuelos había de estos libros; dice otro. y claro, aparecen esos libros inexplicables: a quién se le ocurrió comprar esto? (el misterio de los platillos voladores, por ejemplo, o la vida de los indios mizquitos)

cuesta desprenderse de los libros -y uno recuerda la casa de papel de carlos maría domínguez, en todos sus términos: "cuando un libro no se encuentra, es peor que eso..."- hasta que uno se planta ante cada uno y lo interroga: me gustaste? te volvería a leer? conversás con tus vecinos? me ampliaste el horizonte? preguntas crueles, qué culpa tiene el pobre libro de enfrentarse a su condición, de enfrentar a un lector contumaz? los libros que no fueron leídos, salvo excepciones excepcionales, ya no lo serán, es decir, no son libros. ese es el primer criterio de la selección (desgraciadamente son los menos).

 entonces llegan los peones a embalar. pedí 400 cajas, pero pensaron que exageraba, de modo que no les alcanzan ni para la mitad. son dos jóvenes, muy experientes, muy cuidadosos, y rápidamente organizamos por paños cómo deben guardar los libros, si no, dentro de un mes, esto va a ser más que complicado. los dejo trabajando y al rato aparece uno, gordito, un poco tímido. dice: señora, una pregunta, si no lo toma a mal. dígame, respondo, en qué lo puedo ayudar. usted, ¿leyó todo esto? y señala la biblioteca. sí, le digo, lo leí. abre los ojos (como dos platos, para usar un lugar común): y cómo le entró? y claramente me mira la cabeza y calculará cuánto lugar ocupa todo ese palabrerío en un cerebrito. el otro peón, más avispado, dice: es que leer es muy importante (mientras escucha una cumbia villera de su celular) (sí, detesto la cumbia villera, y mucho más si es en mi propia casa). siguen trabajando, y al rato llegan dos peones más, un hombre de unos sesenta años y otro un poco más joven. embalan rápido hasta que se quedan sin cajas. piden para ver cuántos libros restan y les muestro las otras bibliotecas en los otros cuartos.

después los escucho conversar. se han parado delante de un cuadro de mi hermano, "montevideo arde", que es un fotomontaje: montevideo desde arriba, en la que claramente se ven arder edificios, hay nubes de humo y llamas. ocupa una pared y de tanto verlo, me olvidé del impacto que me causó cuando me paré delante de él por primera vez. uno de los peones jóvenes dice: che, pero eso es montevideo bombardeada! cuándo fue eso? discuten entre sí, y el peón de mayor edad, dice, con voz clara y firme, para que no quepan dudas: pero claro, eso fue cuando la dictadura, cuando bombardearon el palacio legislativo! los otros jóvenes se interesan: en serio? bombardearon el palacio legislativo? el otro sigue: y sí, claro, así empezó la dictadura.

salute, me digo desde la cocina, tenemos historia. ahora estos cuatro están convencidos de que porque vieron una foto (tomándola por foto y no por creación artística) y tuvieron que explicarla en el contexto de la realidad, crearon una ficción maravillosa sin darse cuenta. y sin darse cuenta, tampoco, que de peones pasaron a personajes de una narración que no voy a escribir porque la estoy convirtiendo en crónica. y como solemos afirmar con andrés alsina cada vez que nos vemos: la base de la ficción es la crónica, siempre. desde tiempos inmemoriales, la única ficción verdadera está en la crónica...