domingo, 17 de diciembre de 2017

los sobrevivientes (esto es una novela)

me refiero a ellos, los que sobreviven. los que, en el límite, sin embargo, entienden un código de conducta que los hace fiables.
no me refiero a los empresarios, los neo-empresarios, los oscuros del piso cuarenta, la cara otra, la iluminada, la contracara de los narcos. si los neo-empresarios no dudan en apretar el gatillo simbólico de la conquista, el narco aprieta el real de combatir al contrincante, sin que le importe los daños colaterales (voz propia de la narración bélica).

insisto, esta es la voz narradora de una novela.

los sobrevivientes me caen bien. tienen un código ético, al que se ciñen. son francos en el hablar cuando entran en confianza. no abundan en descripciones ni en declaraciones. dicen lo que tienen que decir, saben lo que hay que hacer, y lo hacen. a veces, a esta voz narradora, le corre frío por la espalda. porque nadie se hace cargo de ellos, porque el Estado está vacío y no les da lugar. quizá son muchos, o no tienen nombre. sobreviven. pero sobreviven sobre la base de una cosa de colectivo, de solidaridad, que, a veces, esta voz narradora, envidia un poco.

se organizan, resuelven, obtienen resultados. no infringen la ley, por eso son sobrevivientes, porque conocen la ley y sus vericuetos. la ley de la calle y de la violencia, y saben cómo no infringirla, aunque la aplican (la violencia; no la ley).

a veces, esta voz narradora se encuentra con alguno. no se puede preguntar mucho, es mejor escuchar. si hay algo para decir, dicen. antes han testeado la confiabilidad de quien escucha.
las historias son tristes, el final no suele ser feliz. pero los sobrevivientes, como las hormigas, siguen adelante.
hay algo épico en ellos, algo que emular, en otro contexto.
no tienen nombre, y, si lo tienen, es mejor desconocerlo.
me honra conocer alguno. me honra su confianza, su honestidad, su dolorosa franqueza. su persistente confianza en que las cosas pueden ser distintas, pero, dado los tiempos que corren, hay que apañárselas.
muy distintos a un chorro, que por un choripán te pega un tiro; o un descebrerado que deja tullida a una vieja por una billetera de jubilada. o un desgraciado que viola a un chiquilín.

no, los sobrevivientes son la ética de hoy en día. hay que prestarles atención. tienen algo para decir, pero no son un gremio, no son una ong, no son nada más que eso. no tienen fanpage y teléfono para llamarlos y decirles algo. pedirles consejo.

nosotros, de este lado, los supuestamente vivientes, los miramos con un poco de asombro (piensa la voz narradora), el resto los ignora, no sabe que existen.
¿quién sabe de su presencia, además de la voz narradora? el cronista curioso, la republicana, el delator. un inframundo del que rara vez se habla.
salú por ellos.

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